Pino Puglisi: el cura que robaba almas a la mafia

El sacerdote asesinado por la mafia, el beato Pino Puglisi

Del padre Pino Puglisi, asesinado por la mafia en Palermo hace veinticinco años y beato desde el 2013, se han rodado películas y escrito multitud de biografías apenas traducidas al español, pero la novela de Alessandro D’Avenia (Palermo, 1977) es única: devuelve a la vida a un hombre extraordinario, a un sacerdote que, como dijo el papa Francisco a mediados del pasado mes de septiembre en el mismo barrio Brancaccio, donde fue asesinado, “vivió para sembrar el bien”. Pero un bien supremo: el que plantaba entre los niños con la misericordia y la palabra. “Don Pino sabe que debe proteger ese lugar que está en el interior de cada niño, ese trozo de bien que estalla como una simiente, ese trozo de alma que, si permanece intacto, puede salvarse. Al principio es pequeño, pequeñísimo, luego se convierte en raíces, tallo, hoja, flor, fruto”, escribe D’Avenia en ‘Lo que el infierno no es’ (La Esfera de los Libros).

En Madrid, el escritor que fue alumno de don Pino habla y no para, sin miedo, como le enseñó el sacerdote: “Su labor por la educación fue tan peligrosa para la mafia como los jueces Borsellino y Falcone, y por eso lo mataron. No fue un mártir por la fe, fue un mártir de la caridad, por mostrarnos a los jóvenes la misericordia y la ternura, que había otras salidas distintas a la Cosa Nostra”.

Brancaccio, el infierno

En Brancaccio, a pocos metros de la casa parroquial, El Cazador, un sicario de la Cosa Nostra, le descerrajó un tiro en la cabeza en el día de su 56 cumpleaños. “Yo tenía dieciséis años –recuerda el novelista, convertido en un fenómeno de ventas en Italia–, era casi al principio de curso, el 15 de septiembre de 1993. Don Pino era nuestro profesor de Religión en el instituto. No vino a clase, es lo que nos dijeron, porque la mafia lo había matado”. D’Avenia sabe ahora, veinticinco años después, que su vida nunca volvería a ser la misma: “Esa muerte me marcó: mi profesor de Literatura me enseñó lo que quería ser, pero el de Religión, don Pino, me enseñó cómo hacerlo”.

“Don Pino sabía que la revolución se tenía que hacer con los chavales –manifiesta a Vida Nueva–, enseñándoles otra forma de vida, rompiendo el mecanismo de la mafia. Por eso, era peligroso para los mafiosos”.

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