“Soy de los pocos jóvenes que, a los 26 años, me he podido independizar gracias a que vivo en el piso que fue de mi abuela. Pero mi vida está precarizada. Soy técnico superior de comunicaciones, en teoría trabajo como informático, pero también hago de mozo de almacén y repartidor”.
Se llama Francisco José Gea y es consciente de que su generación “está aceptando la precariedad como algo normal, siempre con la perspectiva de que pueda salir algo mejor, pero sabiendo que esto es lo que hay ahora mismo. Es una situación que genera un poco de desesperanza”, señala.
“Hace unos meses que mi chica y yo decidimos que queríamos casarnos ya. Y pusimos la fecha para 2019. Pero hemos tenido que retrasarlo ya a 2020 porque vemos que no llegamos. Yo cobro 380 euros netos al mes. Tengo contrato de media jornada, cuatro horas, aunque todos los días tengo que hacer media hora más que no se me paga”, confiesa con resignación a Vida Nueva.
Crecer a costa de empobrecer
Francisco es muy consciente de que su generación tendrá unas condiciones de vida peores que la de sus padres, y lo asume con aparente normalidad. “Es lo que hay”, vuelve a repetir. Pero lo que no comprende es que “el crecimiento económico siempre tenga que ir a costa del empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores”.
Tampoco lo comprende la plataforma Iglesia por el Trabajo Decente, que en un manifiesto con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que se celebra este domingo 7 de octubre, hace un llamamiento a políticos y agentes sociales para “tomar las medidas necesarias y los esfuerzos oportunos para que el trabajo decente sea una realidad universal e inmediata”.
Las entidades cristianas que forman esta plataforma –Cáritas, Conferencia Española de Religiosos (CONFER), Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Justicia y Paz, Juventud Estudiante Católica (JEC) y Juventud Obrera Cristiana (JOC)– afirman que que “en España la situación sigue siendo dramática para millones de personas” por las condiciones laborales.
“Injusto marco laboral y social”
“Nuestro injusto marco laboral y social desplaza y descarta a millones de personas del acceso a un trabajo digno”, afirman estas organizaciones, lo que –aseguran– convierte a España en “líder en pobreza laboral, insostenible desempleo, hogares con todos sus miembros en paro, normalización de la contratación temporal y precaria, por no hablar de la pérdida de la vida o la desprotección de quienes son descartados del trabajo”.
Frente a esta dramática realidad, la plataforma lanza tres propuestas con la finalidad de avanzar en un modelo de trabajo decente: configurar un sistema económico que conciba el trabajo como un bien para la vida; reclamar el compromiso de los poderes públicos con la construcción de un sistema económico y laboral más justo; y dar visibilidad a las empresas que en su actividad cotidiana se encuentren desarrollando estos criterios, “para dejar patente que es posible funcionar de otra manera y para que reciban el apoyo de toda la sociedad”.
Movilización en las diócesis
Junto a esta apelación a los actores políticos y económicos, Iglesia por el Trabajo Decente pide a toda la comunidad cristiana que denuncie aquellas situaciones “de desigualdad en el acceso al trabajo decente y la negación de dignidad que conlleva, y a apoyar aquellas realidades laborales que favorecen el trato de dignidad”.
Un mensaje este que cada vez va calando más, como demuestra el hecho de que esta jornada –promovida entre otras instancias por el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos– se esté celebrando desde ayer en la práctica totalidad de las diócesis españolas, con vigilias y actos reivindicaciones en calles y plazas de ciudades y pueblos.