Había nacido en Santa Cruz de Campezo, Álava, España, en 1933. Allí, en el seno de una familia muy cristiana, siguiendo los pasos de alguna hermana suya, deseó ser misionero.
En Córdoba (Argentina), el 8 de octubre de 2018 ha fallecido el H. Genaro Sáenz de Ugarte, lasallano.
Una catarata de mensajes. Una catarata incontenible. Desde Filipinas hasta Miami, durante todo el día y los días que siguieron, llegaban sin parar. Desde todas partes del mundo los correos y comentarios en las redes sociales repetían el cariño, el agradecimiento, la admiración. Genaro, el Hermano Genaro Jesús Sáenz de Ugarte e Iriarte, fue un hombre muy amado en todas las tierras que pisó.
Había nacido en Santa Cruz de Campezo, Álava, España, en 1933. Allí, en el seno de una familia muy cristiana, siguiendo los pasos de alguna hermana suya, deseó ser misionero. Y partió, como otros chicos de su pueblo, hacia la casa de formación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Irún. Ese primer paso lo llevó al Noviciado Menor Misionero en Saint Maurice l’Exil, en los Alpes franceses y, unos años después, al Noviciado Misionero de Bordighera, en Italia.
Eran años de bisagra en los tiempos que iban cambiando en la Iglesia. Genaro tuvo la oportunidad de formarse en un ambiente abierto e internacional que marcó su vida para siempre. Cuando llegó a la Argentina, en 1953, apenas terminado su noviciado, trajo una brisa fresca para unas estructuras de educación y formación que ya pedían renovación a gritos. Colaboró pronto con la formación de jóvenes Hermanos y maestros en Florida, diócesis de San Isidro.
A los pocos años regresó a Europa, al Institut Catholique de París, a estudiar Catequética. Y se recibió con honores y con mucho aprecio por parte de sus profesores, según consta en los registros que se conservan. Aprovechó, además, para contactar con muchos círculos de renovación que iban confluyendo hacia lo que fue el Concilio Vaticano II. En particular entró en relación con los grupos que se reunían alrededor del laico Marcel Légaut a los que permaneció unido durante toda su vida.
Regresó a la Argentina y, en 1968, fue el primer director del Instituto Pastoral de la Adolescencia, un lugar de formación y de reflexión muy fecundo en la catequesis argentina durante décadas. Buscaba responder a estos “tiempos cambiados”, como le gustaba decir. Lo percibió ya en aquel tiempo: no era un simple tiempo de cambio sino un cambio de época y había que hacer algo nuevo.
Varias obras publicadas dan cuenta de su reflexión y sus ideales. Destaquemos solamente el librito de eclesiología que escribió en los años noventa con la Hna. Beatriz Casiello, compañera de tantas luchas. Una iglesia pueblo de Dios profundamente laical.
Genaro trabajó en Argentina, sobre todo como catequista (también como profesor de matemática, física y química). Pero se distinguió como formador de catequistas y de Hermanos, aquí y en Roma. Durante casi diez años trabajó en el Centro Internacional Lasallano de Roma formando a cientos de Hermanos. Todos lo recuerdan, no sólo por la densidad de su propuesta, sino sobre todo por la calidez y calidad de sus relaciones fraternales. Genaro era un artesano de la amistad que tomaba tiempo diario para atender a todas las conversaciones y contestar todas las cartas que le llegaban, allá en los tiempos previos al correo electrónico.
Fue Provincial de La Salle en Argentina en dos oportunidades realizando gestos osados. Estuvo en la primera comunidad que dejó el colegio en manos de seglares formados en la misión, encabezó la primera reorganización de la Provincia Lasallana para multiplicar esa experiencia de madurez de los seglares lasallanos y estuvo a la cabeza de la transformación profunda que significó constituirnos como una Asociación Civil de Hermanos y Seglares que conducen y sostienen las Escuelas Lasallanas de Argentina.
Entre ambos períodos de su conducción como Provincial fue elegido Vicario General del Instituto ofreciendo sus cualidades de animador en muchos países. Fueron siete años en los que ayudó mucho al Instituto a comprender mejor el paso que significa la misión compartida, la espiritualidad compartida y las responsabilidades compartidas con los seglares.
En los últimos quince años de su vida prefirió vivir en comunidades de inserción en medios populares y dedicarse allí tanto a la lectura de la Biblia junto a grupos de educadores y de vecinos como a la organización de la solidaridad, ya fuera en “bancos” de microcrédito o en redes amplias que luchaban por los derechos vulnerados.
“¿Qué salieron a ver al desierto?.¿Un profeta?. Les aseguro que más que un profeta…”. Eso ha sido Genaro, nuestro hermano, en el desierto de estos tiempos cambiados.
H. Santiago Rodríguez Mancini, fsc