“Si algo me sucede, estoy dispuesto a todo”. Es la confesión del mártir Oscar Romero, que el próximo domingo estará canonizado por el papa Francisco en la Plaza de San Pedro en Roma. Se trata de un extracto que forma parte de un documental inédito que mañana se estrena en el Vaticano y del que ayer se desvelaron apenas un par de minutos en los que el que fuera arzobispo de San Salvador, reflexiona sobre la posibilidad de ser asesinado.
“Miedo a que me maten, no, cierto temor prudencial, pero no tengo un miedo que me inhiba a trabajar”, explica el mártir en una novedosa cinta en la que reconoce que “me dicen que no ande exponiéndome pero yo siento que sigo adelante, libre como pastor acompañando a las comunidades, Dios está conmigo”.
En este trabajo audiovisual que había sido elaborado por un equipo alemán, pero que cayó en el cajón del olvido, Romero revela además el sentido de su ser y hacer como pastor. “Mi ideal de sacerdote ha sido ser siempre fiel a la vocación de servicio a la Iglesia y al pueblo”, señala en primera persona, para apostar desde ahí por “una pastoral con sentido de fortaleza, en defensa de los derechos de la Iglesia y del hombre”.
“Con estas palabras queda fuera de duda para quién y para qué vivió y murió”, señaló su secretario personal, Gregorio Rosa Chávez, a raíz del documental en una rueda de prensa celebrada para glosar tanto la vida de Romero como la de Pablo VI, los dos nuevos santos de Bergoglio.
Para Gregorio Rosa Chávez, “Oscar Romero es ha conquistado Roma. Esperamos un tsunami espiritual de dimensiones extraordinarias, el aroma de Romero va a llegar a todos los rincones del mundo”. Lo aseguró después de repasar algunos momentos de su vida, especialmente los más polémicos, incluidas las acusaciones que situaban a Romero en el marco de la teología de la liberación.
“En su momento, al cardenal Ratzinger le tocó examinar su teología. Le mandamos las homilías escritas y pidió todas las grabaciones para comprobar que no se había eliminado nada, porque decían que se habían eliminado herejías”, explicó. “Al estudiarlo, se sorprendió de que no había nada heterodoxo. También pidió la lista de libros y se borró toda duda al respecto”, sentenció.
Tampoco eludió las preguntas sobre la investigación abierta del asesinato de Romero, admitiendo que “hoy por hoy no sabemos el nombre del francotirador”, si bien expuso la hipótesis más reciente de que el Gobierno contara con una “conexión argentina” para acabar con la vida del arzobispo de San Salvador.
Sobre los posibles frutos de la canonización en el país centroamericano, Rosa Chávez mantuvo que “nos toca en el país hacer realidad la petición que nos hizo el Papa Francisco y que pasa por imitar su ejemplo y pedir su intercesión”, señaló, convencido de que “si aplicamos todo esto, la paz va a llegar”. Así, Rosa Chávez, apuntó cómo en los últimos años “estoy viendo tantos ejemplos de conversión” que van en la línea de abandonar la violencia. “El Salvador está viviendo una tremenda revolución espiritual, que si sabemos reconducirla, nos llevará a construir el país que todos queremos”.
“Todos los obispos de El Salvador le pedimos al Papa que canonizara a Romero aprovechando su viaje a la JMJ de Panamá. Cuando anunció la celebración en Roma, nuestro plan B era que visitara Salvador cuando viajara a Panamá. Francisco me dijo: “Me gusta la idea”. Le dije que yo me conformaba con que visitara la tumba, pero él me dijo: ‘Quizá algo más, podría haber una celebración’. La conclusión a esta propuesta esperamos tenerla el lunes y estamos rezando para que en la reunión nos diga el lunes que viajará”. ¿El siguiente paso? “Que sea considerado doctor de la Iglesia”, confiesa su confidente, que asegura que “solo nos queda admirar lo que Dios hizo en este hombre”.
También aclaró los vaivenes que generó la petición de Juan Pablo II para visitar la tumba de Romero, “que le llevó a organizar una visita fuera del programa oficial para que no fuera politizada”. De la misma manera, abordó los motivos del retraso de la causa de canonización: “Durante 20 años a nivel oficial no se habló en Roma de Romero porque el embajador estaba designado por aquellos que le mataron”.
De esta manera, se expresó esta tarde en una rueda de prensa con la mirada puesta en la canonización del próximo domingo. En este encuentro con los periodistas, estuvo acompañado por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Becciu, que se centró en la figura del papa Montini.
“El mérito de Pablo VI ha sido llevar adelante el Concilio. Cuando fue elegido, muchos se preguntaron si tendría capacidad para hacerlo. Lo hizo, ¡y bien que lo hizo!”. Con estas palabras definió al nuevo Papa santo el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Becciu, que le calificó como “un hombre de fe, de oración, de sacrificio, humilde, un auténtico místico”.
“Animó una reforma que sigue. No se está desvirtuando hoy ese espíritu original de cambio”, sentenció el máximo responsable vaticano de las canonizaciones, que no pudo evitar comparar a Montini con Bergoglio, no solo en su mirada reformadora, sino también en esa confianza “en el poder que tiene la oración del rosario”.
Además, subrayó la capacidad de sufrir de Montini, en un tiempo especialmente complicado para la Iglesia y para el mundo, entre manifestaciones como el totalitarismo, pero también acontecimientos como el del mayo del 68: “Tuvo que enfrentarse tanto con la contestación de la izquierda como de la derecha. Se le notaba en su cara seria, que algunos interpretaban como tristeza. Es verdad que no era el hombre de la sonrisa, pero sí tenía serenidad en su corazón”, expresó Becciu.
Al realizar un esbozo biográfico del nuevo Papa santo, no olvidó la aplicación del Vaticano II, la ‘Humanae vitae’ o su decisión de eximir del cónclave a los cardenales mayores de 80 años. “El gran amor de Pablo VI fue la Iglesia”, sentenció, a la vez que puso en valor su capacidad de “promover el diálogo con todos”.
Por último, Becciu prácticamente descartó creo que Benedicto XVI acuda a la canonización “porque tiene dificultades para moverse”. Y concluyó: “Los dos han dado la vida por la Iglesia: Romero, de manera cruenta y Pablo VI, de una manera no cruenta”.