Cada viernes, Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Neil Armstrong –a quien se atribuye aquello de que su llegada a la Luna en 1969 supuso “un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”– es el protagonista de este ‘biopic’. La trayectoria, personal y profesional, de un astronauta pionero en los viajes espaciales y que comandó la primera misión tripulada a nuestro satélite.
Tras la exitosa ‘La La Land’, Ryan Gosling y Damien Chazelle vuelven a reunirse delante y detrás de la cámara, para narrar esta atrevida gesta de altos vuelos (la producción de Steven Spielberg tiene mucho que ver). El primero, contagiando al personaje de su habitual pose de tipo solitario e introvertido; el segundo, exhibiendo su oficio al dejar que hablen también el silencio y una magnífica banda sonora.
Épica, realismo y emoción se dan cita en un retrato que conjuga el drama íntimo y familiar con el desafío de la aventura. Un salto al vacío en pos de un sueño, amenazado por la sombra del fracaso.
Una cinta para nostálgicos y optimistas que siguen confiando en la capacidad del ser humano para conquistar lo imposible. Aunque apenas seamos una mota de polvo en la inmensidad del universo.
Sobre las ruinas de una Polonia devastada tras la II Guerra Mundial, dos corazones destinados (¿condenados?) a encontrarse vivirán un amor a prueba de exilios, fronteras y amantes. Ella es una talentosa cantante y bailarina; él, pianista y director de orquesta.
Pawel Pawlikowski, director de ‘Ida’, se inspira en la historia de sus padres para componer este maravilloso lienzo en blanco y negro sobre la Guerra Fría. La de los sentimientos y la del tiempo turbulento e incierto que es testigo de su relación.
A lo largo de varias décadas, y mientras Europa se recupera a duras penas de las graves heridas del conflicto, seguiremos el apasionado romance ‘interruptus’ entre profesor y alumna por Francia (París), Yugoslavia o Alemania (Berlín). La música, tercer vértice de este triángulo imposible, acompañará sus rupturas y reconciliaciones, sus deseos y ausencias, en su particular ‘Cold War’ contra la distancia y contra sí mismos.
Se han hecho muchas películas sobre el amor en tiempos de guerra (y de posguerra), pero muy pocas con la belleza abrasadora de estas imágenes, elegante escaparate de un prodigio de sensibilidad y un ejercicio de gran cine.
Siguiendo una arraigada tradición palestina, un padre y un hijo se disponen a entregar en mano, casa por casa, la invitación de boda de su hija y hermana. Todo ocurre durante una soleada jornada de invierno en Nazaret, y constituye el motor narrativo de esta sobria ‘road movie’ urbana.
Como ya hiciera en ‘La sal de este mar’ (2008), Annemarie Jacir vuelve a proponer dos puntos de vista bien distintos –aunque complementarios– sobre la compleja realidad de su país: el de quien regresa a la tierra de sus mayores y el de quien siempre ha permanecido allí tratando de (sobre)vivir. Una oportunidad inmejorable para que ambos se reencuentren, y que la directora aprovecha para confrontar sendas miradas perfectamente legítimas sobre los condicionantes, reclamos y anhelos de todo un pueblo.
Se trata de sencillas conversaciones, donde afloran sus diferencias y sus contradicciones internas, pero que nos proporcionan una radiografía sincera y desideologizada de los problemas cotidianos de la región.
Nada que no conociéramos, pero su realismo y humanidad nos enseñan como pocas veces lo había hecho antes el cine cómo vive, sueña y ama la Palestina de hoy.