Mañana, 14 de octubre, en Bolonia, se inaugura una nueva edición del Encuentro Internacional en el Espíritu de Asís, 32 años después de aquel mítico primer encuentro que, presidido por Juan Pablo II –que tuvo que hacer frente a no pocas críticas por ello–, convocó en la ciudad natal de san Francisco a líderes de distintas religiones para orar por la paz.
La cita –que se desarrolla hasta el 16 de octubre– tiene como lema ‘Puentes de Paz’, porque, en palabras de Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, la entidad organizadora, “en un momento difícil, en el que van decayendo muchas redes de convivencia en las periferias de las grandes ciudades y se levantan muros no solo entre Europa y África, para defenderse de los migrantes, y también entre países europeos, debemos reconstruir juntos puentes de paz”.
El encuentro reunirá en la ciudad italiana a más de 300 líderes de las religiones –estarán el gran imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, el patriarca copto Teodoro II, el patriarca sirio ortodoxo, Ignacio Efrén, y el rabino jefe de Francia, Haim Korsia–, del mundo de la cultura y de las instituciones, junto a miles de participantes de toda Europa, que debatirán en torno 25 mesas redondas sobre Europa y su crisis, la solidaridad intergeneracional, el diálogo interreligioso, el medio ambiente, el desarme, el papel de los creyentes ante las guerras, la violencia en América Latina, el futuro de África, y Juan Pablo II a 40 años exactos (16 de octubre de 1978) del inicio de su pontificado.
Pero, tres décadas después de empeño por la paz y el diálogo, ¿por qué siguen siendo necesarios estos encuentros? Un profundo conocedor y difusor de los mismos, el ecumenista Pedro Langa Aguilar, OSA, nos da las claves, en conversación con ‘Vida Nueva’.
Inspirado en el testimonio de san Francisco de Asís, la génesis del primer encuentro, en 1986, bebe del Vaticano II, de las encíclicas ‘Ecclesiam suam’ y ‘Noastra aetate’, de Pablo VI, y del decreto ‘Unitatis redintegratio’. En ellas, que son un canto al diálogo, se dice que no podemos ponernos a hablar con otras religiones si antes no nos hemos puesto de acuerdo con otras Iglesias cristianas. Juan Pablo II encontró la clave para hacerlo posible para evitar las muchas suspicacias que levantó aquel primer encuentro: no rezar juntos, sino estar juntos para rezar por la paz.
En 1986 aún no había caído el Muro de Berlín y Oriente Medio seguía siendo un polvorín. Tras el primer encuentro, se vio la necesidad de que aquella oración interreligiosa por la paz tuviera su continuidad, a lo que contribuyó la Comunidad de Sant’Egidio, que ha sembrado las semillas de Asís desde entonces en distintos lugares, y siempre con el apoyo de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Esos encuentros de oración por la paz han contribuido a desactivar muchos fundamentalismos a base de diálogo, paz y amistad.
Ante el reto que suponen las crisis migratorias en este siglo XXI, fundamentalmente a causa de las guerras y la pobreza, estos encuentros ayudan a entender y a acompañar a los que llegan, que lo hacen con una cultura y religión propia. Por eso, hay que entender que si hay tantas religiones es porque Dios lo ha querido así y toca trabajar para establecer un clima de fraternidad entre todas, a reconocer que las diferencias no pueden llevarnos al enfrentamiento, sino al respeto, a la colaboración y a la edificación de la paz, de lo que la Comunidad de Sant’Egidio ha dado muestra en sus mediaciones internacionales. El propio papa Francisco ha tenido en cuenta estas consideraciones en su viajes a Lampedusa, Lesbos y Bari.
En el encuentro que el papa Benedicto XVI presidió el 27 de octubre de 2011 se produjo un salto cualitativo en la configuración de estos encuentros: no participarían solo fieles de distintas creencias: también se invitaría a los que no tenían ninguna. De esa manera, Asís tomaba la forma de un simbólico patio de los gentiles para los creyentes y para los no creyentes.
La llegada del papa Francisco dio un nuevo impulso al Espíritu de Asís, de tal manera que este admirador del ‘Poverello’ lo lleva consigo en cada uno de los viajes apostólicos que emprende. Y aunque visitó Asís con motivo del 30º aniversario de estos encuentros de oración, ese espíritu forma parte importante también de la Iglesia en salida que proclama, en donde se invita a no quedarse encerrado en la sacristías, sino a salir al encuentro del otro, sea quien sea y venga de donde venga.