María Tena: “Al papa Francisco le come el tiempo”

La escritora madrileña María Tena es la flamante ganadora del XIV Premio Tusquets Editores de Novela con la obra ‘Nada que no sepas’. Con la narradora de escribir moroso y profundo –preocupada por la memoria, la familia y la pareja– hablamos sobre el proceso íntimo de escribir, así como de la necesidad de poner orden en el caos a través del verbo.

PREGUNTA.- ¡Vaya premio!

RESPUESTA.- Lo mejor de los premios es que compites en igualdad de condiciones con otros escritores, es un proceso colectivo y cuando lo obtienes, te da la sensación de que has debido acertar en algo. Escribir es siempre tan solitario y tan inseguro que cualquier señal de que te aproximas al lector es muy gratificante.

P.- En plena crisis de pareja, la narradora vuelve al episodio que marcó el final de su adolescencia y de sus años felices: la muerte inesperada de su madre en Uruguay. Adelántenos un poco más…

R.- Cuando la madre muere, la protagonista es una niña. No ha ido al entierro de su madre ni sabe nada de lo que pasó, solo que fue un accidente. Eso que le va a perseguir toda la vida es la gran pregunta de la novela.

P.- ¿Con qué se encontrará la protagonista?

R.- Han pasado muchos años y todo ha cambiado en Montevideo. Y ya no es una niña. Pero esa vuelta es para ella un cierto despertar, volver a recordar a aquellos padres y, sobre todo, aquel mundo perdido.

P.- ¿Mantiene que la familia es el semillero donde conviven los grandes temas literarios?

R.- En los primeros años, en la familia están todas las marcas de lo que vamos a ser. Es algo que todos experimentamos en un momento dado y que llevamos en la mochila. Por eso es el gran laboratorio para escribir ficción. Ahí están los primeros afectos y los grandes disgustos, las envidias y logros. Crecemos con otros a su imagen o contra su imagen en nosotros. Empezamos a ser personas cuando conseguimos entender esas contradicciones.

P.- Francisco está llevando una política que admira a los politólogos. ¿Qué opina usted?

R.- El Papa es, con Juan XXIII, el más cercano a las personas, creyentes o no. Un tipo muy inteligente que puede cambiar el rumbo de una organización de fe tan compleja y tan importante. Le sobra inteligencia para ello. Pero el tiempo le come, tiene que echarle mucha valentía, muchas agallas, le animo a que siga dando pasos para el cambio.