Cada viernes, Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Ella es la esposa perfecta en todos los sentidos. Sin embargo, lleva toda la vida sacrificando sus sueños y ambiciones personales para mantener a flote su matrimonio con un famoso escritor. En vísperas de que este reciba el Nobel de Literatura, decidirá desvelar su secreto mejor guardado y abandonarle.
Dos veteranos sobrados de oficio, como Glenn Close y Jonathan Pryce, se ponen a las órdenes del sueco Björn Runge en un drama sobre desengaños y fingimientos conyugales. La radiografía cínica y un punto desencantada de esa madurez que decide apostar el futuro a la carta de lo práctico.
Aunque no es un tema nuevo, el director nórdico maneja la narración con pulso firme, las dosis precisas de suspense y cierta teatralidad. Elementos suficientes para que sigamos con interés la relación de la pareja.
Unas virtudes más que reseñables, pero que podrían quedar eclipsadas por la indisimulada vocación feminista de la cinta o la sobreexposición de su protagonista femenina, actriz a cuya mayor gloria se ha concebido. Si todo lo demás está (o no) a la altura de su lucimiento, habrán de juzgarlo ustedes. Aunque mucho me temo que ya conozco la respuesta.
Laura y sus dos hijos viajan desde Buenos Aires a España para asistir a la boda de su hermana. Allí, entre los viñedos de su pueblo natal, una serie de inesperados sucesos sacará a la luz conflictos del pasado que cambiarán para siempre la vida de todos los personajes.
Asghar Farhadi, doblemente oscarizado por ‘Nader y Simin, una separación’ (2011) y ‘El viajante’ (2016), se atreve con un drama coral de lo más español, interpretado al completo por un elenco hispanohablante que lideran nombres de la talla de Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín o Eduard Fernández. Una historia familiar de sospechas, secretos y mentiras que el director iraní maneja con su habitual oficio para generar suspense y atrapar al espectador en su tela de araña de dudosas certezas y falsos culpables.
Una vez más, el contrastado cineasta disecciona el alma humana con aparente sencillez, hurgando en antiguas cicatrices incluso en medio de una fiesta. Decisión que angustia y conmueve a partes iguales.
Pese a algunos deslices disculpables en su ritmo o un guión no especialmente original, constituye por derecho –por director y por reparto– uno de los títulos del año.
Una cuadrilla de obreros alemanes viaja a Bulgaria para construir una central hidroeléctrica. En aquel recóndito paraje, no hay indios ni vaqueros; tampoco estamos en el lejano oeste americano, sino en el cercano (sur)este europeo. Pero, décadas después y a miles de kilómetros de las vastas praderas del Nuevo Mundo, ciertos códigos del ‘western’ se reproducen hoy en el Viejo Continente.
Valeska Grisebach dirige esta historia de tipos duros, solitarios y un punto melancólicos. Nuevos “conquistadores” que se rigen por la ley del más fuerte o del menos cordial, principios de una presunta civilización que parece importada de otro tiempo y que está desterrando peligrosamente la empatía. Incluso entre vecinos o estados miembros de una misma comunidad.
De todo esto y mucho más (las actitudes xenófobas, los riesgos de la superioridad moral, las ideas tan distintas de Europa que conviven en el seno de la UE…) reflexiona la realizadora germana con mirada sutil y ritmo contenido, denunciando los prejuicios, los temores o la abierta hostilidad que subyacen bajo ese diálogo de sordos.
Una película modesta en sus aspiraciones, pero muy lúcida en su retrato del alma humana.