No hay dos sin tres con Carlo Maria Viganò. Ha publicado un nuevo documento. Esta vez, el que el pasado 26 de agosto pedía la dimisión de Francisco, ha respondido a quienes le acusaban de ser desleal al Papa. En el texto, el exnuncio de Estados Unidos explica que no le causa sorpresa que al denunciar “heridas tan dolorosas” se le acuse de deslealtad al Santo Padre “y de fomentar una rebelión abierta y escandalosa”. Sin embargo, aclara que “una rebelión implicaría presionar a otros para derrocar el papado”, algo que, según afirma, él no pretende.
“Rezo todos los días por el papa Francisco más de lo que lo he hecho por otros papas”, dice. “Pido, de hecho imploro, que el Santo Padre se enfrente a los compromisos que ha asumido”, añade.
Viganò subraya que “dar testimonio de la corrupción en la jerarquía de la Iglesia católica” ha supuesto para él una decisión difícil, “pero soy un anciano, alguien que pronto deberá rendir cuentas en el Juicio de las propias acciones y omisiones, que teme que su destino sea acabar en cuerpo y alma en el infierno”.
“Lo más doloroso es la confusión”
El ex nuncio se muestra “plenamente consciente” de que su testimonio provoca “alarma y consternación” entre muchas personas, tanto dentro como fuera de la jerarquía eclesial. “Lo más doloroso de todo es saber que muchos fieles inocentes estarían confusos y desconcertados ante el espectáculo de un obispo que acusa a sus hermanos y superiores de delitos, pecados sexuales y una gran negligencia en relación a su deber”, explica. Sin embargo, para Viganò el silencio “habría puesto en peligro muchas almas, y habría, sin duda, condenado la mía”.
En el texto declara, nuevamente, que Francisco conocía “los aberrantes actos de McCarrick”, al igual que otros muchos de sus superiores. Motivo por el que señala que le “han acusado de crear confusión y división en la Iglesia”. Una situación confusa que, para él, había iniciado mucho antes del verano de 2018, y que es “inevitable cuando el sucesor de Pedro se niega a ejercer su misión principal, que es confirmar a sus hermanos en la fe y en la sana doctrina moral”.
Añade, además, que la crisis actual se debe a los “mensajes contradictorios y declaraciones ambiguas” del Papa, ante lo cual no le quedó otra opción que hablar, ya que “es la conspiración del silencio la que ha causado y sigue causando un enorme daño a la Iglesia, a tantas almas inocentes, a las jóvenes vocaciones sacerdotales y a los fieles en general”.
“La homosexualidad, corrupción del sacerdocio”
A pesar de todo, declara que acepta “de buena gana todas las correcciones, consejos, recomendaciones e invitaciones fraternas para progresar en mi vida de fe y amor por Cristo, por la Iglesia y por el Papa”.
Desde la publicación del primer texto durante el mes de agosto, cuando Francisco se encontraba en Dublín en el Encuentro Mundial de las Familias, “han sido muchas” las acusaciones hacia Viganò. En ellas, dice, encontró “dos silencios dramáticos”. El primero sobre las víctimas y el segundo “sobre el papel de la homosexualidad en la corrupción del sacerdocio”.
Para Viganò, “esta es una crisis debida a la plaga de la homosexualidad”. “No es exagerado decir que la homosexualidad se ha convertido en una plaga para el clero y que solo puede ser erradicada con armas espirituales”, asevera.
La homosexualidad, “causa principal de abusos”
“Es una enorme hipocresía despreciar el abuso, llorar por las víctimas y negarse a denunciar la causa principal de tantos abusos sexuales: la homosexualidad”. Sin embargo, es consciente de que también se producen abusos en el marco de la heterosexualidad y señala su gravedad, pero sugiere que “estas infidelidades al celibato sacerdotal generalmente se limitan a los individuos inmediatamente involucrados”. “Mientras, la abrumadora evidencia de cómo la plaga de la homosexualidad es endémica se contagia con raíces profundas difíciles de erradicar”, añade.
En cuanto a las palabras del Papa en las que señalaba al clericalismo como una “perversión” y como raíz de la crisis eclesiástica, Viganò opina que tan solo se trata de “un medio, un instrumento” utilizado “por los depredadores homosexuales en su propio beneficio”. Por tanto, niega que el clericalismo sea la raíz del problema.
Finaliza la carta repitiendo su llamamiento a los obispos y sacerdotes que “saben” que sus “declaraciones son ciertas” y que “están en condiciones de testificar y presentar documentos que resuelvan la situación más allá de cualquier duda”.