El papa Francisco ha dedicado el rezo del ángelus de este domingo 21 de octubre a comentar el Evangelio del día, Mc 10, 35-45, donde, camino de Jerusalén para su pasión, muerte y resurrección, Jesús experimenta cómo dos de sus discípulos más cercanos, los hermanos Santiago y Juan, le hacen una petición marcada por el afán de poder: “Concédenos que nos sentemos, en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Bergoglio ha comentado que “Jesús sabe que Santiago y Juan están animados por un gran entusiasmo por él y por la causa del Reino, pero también sabe que sus expectativas y su celo están contaminados por el espíritu del mundo. Por lo tanto, responde: ‘No sabéis lo que estáis pidiendo’. Y mientras ellos hablan de ‘tronos de gloria’ sobre los cuales sentarse junto a Cristo Rey, Él habla de una ‘copa’ para beber, de un ‘bautismo’ para ser recibido, es decir, de su pasión y muerte”.
El Papa ha explicado que, aunque los dos apóstoles confirman al Maestro que sí son capaces de soportar las pruebas que les vengan, lo hacen “por los privilegiados esperados”, siendo su respuesta impulsiva, pues “realmente no se dan cuenta de lo que dicen”. Jesús les asegura que, como sus compañeros, “participarán de su cruz”, pero “cuando llegue el momento”. Y a continuación les advierte: “Sentarse a mi derecha o a mi izquierda no lo puedo conceder yo; son lugares para aquellosa quienes está ya reservado”. Con esto, ha enfatizado Francisco, Jesús les viene a decir: “Ahora, síganme y aprendan el camino del amor”. Un camino que, ha improvisado sobre el texto previsto, “significa dejar atrás el egoísmo y la autorreferencialidad”.
Consciente entonces de que los otros diez apóstoles están enfadados con Santiago y Juan, “demostrando así que tienen su misma mentalidad mundana”, es cuando Jesús les llama a todos a que se diferencien de “los líderes que los oprimen” y les recuerda que “el que quiera ser el primero de vosotros, que sea esclavo de todos”. Una imagen que el Santo Padre ha ensalzado como modelo plenamente vigente hoy: “Mientras los grandes de la Tierra se construyen tronos para su propio poder, Dios elige uno incómodo, la Cruz, desde donde reina dando la vida“.
“El camino del servicio -ha proseguido- es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros lugares, que infecta a muchos contextos humanos y tampoco protege a la Iglesia. Y aquí ha vuelto a improvisar: “Ni siquiera a la jerarquía eclesial”. Desde aquí, ha pedido “dar la bienvenida a este Evangelio como una llamada a la conversión, a dar testimonio, con coraje y generosidad, de una Iglesia que se inclina a los pies de los últimos para servirles con amor y sencillez”.
Antes de retirarse, el Papa ha saludado a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro. Y aquí ha tenido un recuerdo emocionado para Tiburcio Arnáiz, el jesuita fundador de las Misioneras de las Doctrinas Rurales que fue beatificado ayer en Málaga: “Agradecemos al Señor el testimonio de este celoso ministro de la reconciliación e incansable anunciador del Evangelio, especialmente entre los humildes y los olvidados. Su ejemplo nos impulsa a ser agentes de misericordia y misioneros valientes en todos los ambientes”. Tras recordar que “su intercesión apoya nuestro camino”, ha pedido un aplauso, correspondido por todos los peregrinos.
Al recordar que hoy celebramos la Jornada Mundial de la Misión, el Domund, ha ligado esta al Sínodo, apuntando a los jóvenes que “¡este es el camino!”. Algo que percibe en el aula sinodal: “Es la realidad que, gracias a Dios, estamos experimentando en estos días del Sínodo dedicado a ellos. Escuchándolos e involucrándolos, descubrimos tantos testimonios de jóvenes que encontraron en Jesús el significado y la alegría de la vida. Y a menudo lo conocían gracias a otros jóvenes, ya involucrados en la compañía de hermanos y hermanas que es la Iglesia. Oramos para que las nuevas generaciones no se pierdan el anuncio de la fe y la llamada a colaborar en la misión de la Iglesia”.
Aquí, Francisco ha ensalzado, desde una honda “gratitud”, el testimonio de tantos misioneros “que han dedicado su vida a anunciar el Evangelio”, pidiendo a todos los fieles rezar en ese momento un Avemaría por ellos.
Francisco ha concluido sus palabras saludando a la peregrinación de Caritas Internationalis, encabezada por su presidente, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, que, junto a varios obispos y voluntarios de todo el mundo, están hoy en Roma para concienciar en una marcha sobre la realidad de los migrantes. Algo que el Pontífice ha alabado como un modo de “expresar el deseo de caminar juntos y así aprender a conocernos mejor”. “Aliento -ha concluido- esta iniciativa de compartir el viaje, que se promueve en muchas ciudades y que puede transformar nuestra relación con los migrantes. ¡Mil gracias a Cáritas!”.