“La fidelidad es la característica de las relaciones humanas libres, maduras y responsables”. El sexto mandamiento (‘No cometerás adulterio’) fue el protagonista de la catequesis del papa Francisco durante la audiencia general que celebró este miércoles 24 de octubre en la plaza de San Pedro del Vaticano ante miles de fieles.
El Pontífice advirtió que “no hay auténtica relación humana sin lealtad y fidelidad” y que no se puede amar “solo cuando conviene”. El ser humano, comentó, “necesita ser amado sin condiciones, y cuando no encuentra este amor, el corazón busca llenar ese vacío con sucedáneos, componendas y mediocridades, entregándose a relaciones estériles e inmaduras, con la falsa ilusión de encontrar allí un poco de luz y de vida”.
En su alocución, el Papa afrontó la cuestión de la atracción física. Pidió no “sobrevalorarla”, aunque reconoció que “en sí misma es un don de Dios, pero está orientada a preparar el camino a una relación personal auténtica y fiel”. Para profundizar en esta idea echó mano de la ‘teología del cuerpo’ de san Juan Pablo II y recordó que el ser humano “está llamado a la plena y madura espontaneidad de relaciones” y que todas las personas deben aprender “con perseverancia y coherencia el significado del cuerpo”.
No basta con confiar en que ‘la cosa funcione’
Más adelante en su catequesis, Jorge Mario Bergoglio habló sobre la vida conyugal. Dijo que requiere de “un tiempo de noviazgo para discernir y verificar la cualidad de la relación” y pidió a los novios que “maduren la certeza” de que para acceder al sacramento del matrimonio “no basta solo con la buena voluntad”. “Se han de apoyar en el amor fiel de Dios”, destacó.
“No pueden prometerse fidelidad en la ‘alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y amarse y respetarse todos los día de su vida’ sobre la base de la buena voluntad o la esperanza de que ‘la cosa funcione’. Necesitan basarse en el terreno sólido del Amor fiel de Dios”, destacó Francisco.
En la parte final de su catequesis, el Papa resaltó que la fidelidad es “un modo de ser, un estilo de vida”, por lo que quien la cultiva “en todas las dimensiones” se convierte en una persona “fiel y digna de confianza en cualquier circunstancia”. Para alcanzar este objetivo, el católico debe dirigir su “mirada a Cristo”, para que “sepamos encontrar en Él la fuente de nuestra fidelidad, de nuestra constancia en las relaciones con los demás y de nuestra comunión mutua”.