Llueve a mares en Roma mientras los frutos el Sínodo ya están “fermentando”. El papa Francisco se ha asomado a las 12:00 horas al balcón del palacio apostólico para dirigirse a los miles de peregrinos que esperaban en la plaza de San Pedro para escuchar el Ángelus tras la finalización de la misa de clausura de la asamblea sinodal sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’.
“Los frutos de este trabajo ya están fermentando, al igual que el jugo de uva en los barriles después de la cosecha. El Sínodo fue una buena cosecha, y promete buen vino”, ha dicho. Pero “me gustaría decir que el primer fruto de esta asamblea debería ser precisamente el ejemplo de un método que hemos tratado de seguir, desde la fase preparatoria. Un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la redacción de un documento, que también es valioso y útil. Sin embargo, más que el documento, es importante que se extienda una forma de ser y trabajar juntos, jóvenes y viejos, en la escucha y el discernimiento, para alcanzar elecciones pastorales que respondan a la realidad”, ha recalcado.
Francisco ha dedicado la oración mariana a reflexionar sobre este mes de trabajos, que ha sido “un momento de consuelo y esperanza, precisamente a través de un trabajo exigente e incluso laborioso”. En primer lugar, “fue un momento de escucha: de hecho, escuchar requiere tiempo, atención, apertura de mente y corazón. Pero este compromiso se transformó cada día en consuelo, sobre todo porque teníamos entre nosotros la presencia animada y estimulante de los jóvenes, con sus historias y sus contribuciones”, ha expresado.
Asimismo, ha reconocido que “a través de los testimonios de los Padres sinodales, la realidad multifacética de las nuevas generaciones ha entrado en el Sínodo, por así decirlo, en todos los lados: desde todos los continentes y desde muchas situaciones humanas y sociales diferentes”.
Y ha proseguido: “Con esta actitud fundamental de escuchar, tratamos de leer la realidad, de captar los signos de nuestros tiempos. Un discernimiento comunitario, hecho a la luz de la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Este es uno de los regalos más hermosos que el Señor hace a la Iglesia católica, es decir, reunir voces y rostros de las realidades más variadas y así poder intentar una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y complejidad de los fenómenos, siempre a la luz del Evangelio”. Entonces, en estos días, “discutimos cómo caminar juntos a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y la sexualidad, el drama de las guerras y la violencia”, ha subrayado.
El Papa ha invocado la intercesión de la Virgen María para que “nos ayude a llevar adelante lo que se ha experimentado, sin temor, en la vida ordinaria de las comunidades. Que el Espíritu Santo haga crecer los frutos de nuestro trabajo con su sabia imaginación, para seguir caminando juntos con los jóvenes de todo el mundo”.
Tras el rezo, el Papa se ha dirigido a la comunidad judía de Pittburgh (Estados Unidos), cuya sinagoga fue ayer atacada. “Que el Altísimo de la bienvenida a los muertos en su paz, consuele a sus familias y apoye a los heridos. En realidad, todos estamos heridos por este acto inhumano de violencia. Que el Señor nos ayude a extinguir los brotes de odio que se desarrollan en nuestras sociedades, fortaleciendo el sentido de humanidad, el respeto por la vida, los valores morales y civiles, y el santo temor de Dios, que es Amor y Padre de todos”, ha mantenido.
También ha dedicado un saludo a Guatemala, en concreto a Morales, que cuenta desde ayer con dos nuevos beatos: José Tullio Maruzzo, religioso de los Hermanos Menores, y Luis Obdulio Arroyo Navarro, quienes fueron asesinados por odio a la fe en el siglo pasado. “Alabamos al Señor y confiamos a su intercesión a la Iglesia de Guatemala, ya todos los hermanos y hermanas que, lamentablemente, aún hoy, en varias partes del mundo, son perseguidos porque son testigos del Evangelio”, ha señalado antes de despedirse pidiendo que rece por él.