En la historia reciente de América Latina, pocas contiendas electorales han sido objeto de tanta polémica y polarización, como la que hoy convoca a las urnas al pueblo brasileño para decidir, en segundo turno, quién será el nuevo presidente de la República, entre el candidato de la ultraderecha Jair Bolsonaro y el progresista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores
Desde la primera vuelta –el pasado 7 de octubre–, cuando Bolsonaro logró el 46,03% de los votos, mientras que Haddad alcanzó el 29,28%, no han cesado las manifestaciones de adhesión a uno y otro candidato, así como los cuestionamientos y la confrontación abierta entre sus seguidores, alcanzando niveles álgidos de intolerancia y amenazas contra la integridad y honra de personas e instituciones, valiéndose, incluso, de estrategias basadas en fake news.
La propia Conferencia Nacional de Obispos Brasileños (CNBB) y el Consejo Indigenista Misionero (CIMI) fueron objeto de insultos por parte de Bolsonaro, quien llegó a afirmar que “son la parte podrida de la Iglesia católica” en un video que se viralizó hace algunas semanas por WhatsApp y a través de las redes sociales.
Por su parte, la CNBB ha hecho un llamado severo a “deponer las armas del odio y de la venganza que ha generado un clima de violencia, estimulado por noticias falsas, discursos y posturas radicales, que ponen en riesgo las bases democráticas de la sociedad brasileña”. De este modo, a través de una nota divulgada con ocasión de la segunda vuelta electoral, el Consejo Episcopal Pastoral del máximo organismo de la Iglesia católica, ha apelado a los valores del Evangelio y, en particular, al amor y a la reconciliación, para pedir que “toda actitud que incita a la división, a la discriminación, a la intolerancia y a la violencia, debe ser superada”.
Para el episcopado brasileño, es claro que “las elecciones son un ejercicio de democracia que requiere de los candidatos propuestas y proyectos que apunten a la construcción de una sociedad en la que reinen la justicia y la paz social”. Por este motivo, como defensores de los derechos de los pobres, los obispos han reiterado lo dicho en el mes de abril en su 56ª Asamblea General: “no podemos callar cuando la vida es amenazada, los derechos irrespetados, la justicia corrompida y la violencia instaurada”, insistiendo, sin embargo, que “cabe a la población juzgar, en libertad de conciencia, el proyecto que mejor responda a los principios del bien común, a la dignidad de la persona humana, al combate a la corrupción, al respecto a las instituciones del Estado democrático de derecho y a la observación de la Constitución Federal”.
En esta misma perspectiva, el arzobispo de Porto Velho y presidente del CIMI, Roque Paloschi, en diálogo con Vida Nueva, no dejó de manifestar su preocupación ante el recrudecimiento de la violencia contra los pueblos indígenas, advirtiendo que “los discursos de odio y violencia los hacen ver como si ellos ‘bloquearan’ el desarrollo del país. Pero, la pregunta es: ¿desarrollo para quién? ¿a qué costo?”.
Paloschi también ha advertido que “existen muchos intereses en juego y el capital económico actúa ávidamente para conquistar hasta el último rincón de este país, sin tener en cuenta la vida de la población indígena ni sus proyectos de vida que son marcados por el ‘bien vivir’”.
Frente a este complejo escenario, se entiende por qué los grandes conglomerados empresariales que se lucran con la explotación de la tierra y del agronegocio, han expresado su apoyo a Bolsonaro, lo mismo que los sectores afines al empoderamiento de las fuerzas militares y algunos líderes religiosos –especialmente evangélicos y neopentecostales– que confían en un eventual mesianismo con ‘mano dura’. Prácticamente la bancada de las ‘tres B’, boi (res), bala y Biblia, apalanca las adhesiones al exdiputado ultraderechista quien no solo ha sido incendiario en sus posiciones contra los afros, indígenas y LGTBI –además de varios grupos minoritarios–, sino que se muestra nostálgico de la dictadura que vivió el país entre 1964 y 1985.
En el caso del exalcalde de São Paulo y exministro de educación, en las últimas semanas ha buscado sobreponerse al peso de la campaña antipetista, para lo cual ha enarbolado las banderas de la democracia, la educación y la defensa de los derechos conquistados por los movimientos sociales. Aun así, si bien es cierto que el pasado jueves (25 de octubre), una encuesta de Datafolha anunciaba que Haddad había recortado la diferencia a 12 puntos de su contendor, abriéndose con ello una luz de esperanza, habrá que esperar los resultados de hoy para saber si la campaña del #ViraVoto (cambia el voto) y la conquista de los indecisos le permite superar al candidato de la ultraderecha. Un día decisivo para el futuro del ‘gigante latinoamericano’.