“Dale un pez a un hombre y comerá un día. Dale una caña de pescar y comerá el resto de su vida”. Este famoso proverbio chino ha sido la máxima a seguir de la Fundación Elosúa Rojo desde que, en 1990, diera sus primeros pasos. Y es que su fundador, el jesuita Miguel Ángel Elosúa Rojo, siempre se consideró un “cura obrero”.
La fundación nació por la herencia que le dejó su padre al fallecer. Una herencia que Miguel Ángel Elosúa destinó a los más desfavorecidos. Pero no solo para darles ese pez que tanto necesitaban, sino para enseñarles a pescar y que no volvieran a depender nunca de nadie. “Todo lo que se hace sin una contrapartida está condenado al fracaso”, dice Andrés Elosúa, hermano del fundador y presidente de la fundación.
Y es así, a base de gente consciente de la necesidad de ayudarse los unos a los otros, como miles de personas logran tener “una vida digna”. Fue en la localidad de Belo Horizonte, en Brasil, donde nació el primero de los más de 30 proyectos que ha abarcado la fundación, ya es en este país donde Miguel Ángel Elosúa ha estado destinado durante más de sesenta años.
“Cuando Miguel Ángel llegó a Belo Horizonte se dirigió al barrio donde hoy se encuentra el proyecto, un lugar muy marginado, apenas constituido por un conjunto de chabolas”, explica Elosúa. Hoy la situación del barrio es diferente, pero sigue siendo necesaria mucha ayuda.
Ante la situación que encontró, el jesuita creó el que hoy se conoce como Acción Social Técnica, “la obra más querida y emblemática de la fundación”. Un proyecto que conjuga todos esos valores que se desprenden del darle a un hombre una caña de pescar, los mecanismos necesarios para salir adelante y “llevar una vida con dignidad”.
“Desde España colaborábamos para comprar maquinaria para que los chicos pudiesen aprender a manejarla y después pudiesen encontrar trabajo”, señala Elosúa. En definitiva, se pretendía ayudar a los jóvenes “dándoles un conocimiento que les permitiese enfocar una vida laboral con ciertas perspectivas”. Y es que, cuanto más formada está una persona, menos propensa es a caer en trabajos escasamente remunerados, de contratos fraudulentos o en los que no se respeten sus derechos como trabajador.
Pero la labor de Miguel Ángel no quedó ahí. “Como en Belo Horizonte hay varias fábricas automovilísticas se llegó a acuerdos con ellas para que los chicos pudieran entrar a trabajar y practicar las técnicas”, explica. Una suerte de prácticas que a muchos les sirvieron para encontrar un trabajo y una estabilidad económica.
La obra ha ido creciendo y fortaleciéndose con los años, con la ayuda también de la administración de Belo Horizonte, y por ella han pasado “miles de chicos y chicas”. En lo que va de año, casi 200 jóvenes han pasado por las aulas de Acción Social Técnica, donde reciben apoyo y formación por parte tanto de profesional cualificado y contratado por el proyecto como de voluntarios.
“Si no tuvieran la opción que les ofrece Acción Social Técnica, la perspectiva de futuro de estos jóvenes sería realmente preocupante”, señala. Por este motivo, desde la Fundación están intentando establecer vínculos con entidades españolas asentadas en Brasil que puedan colaborar.