Antes de llegar a la plaza frente a la capilla del cementerio Laurentino de Roma, donde cientos de personas le esperaban en la tarde de hoy, 2 de noviembre, para la celebración de la eucaristía en memoria de los difuntos, el papa Francisco se detuvo frente a la zona del camposanto reservada para los niños. Aquellos que habían fallecido prematuramente como causa de una enfermedad, de un accidente y de los no natos, y que ahora descansan en el llamado ‘Jardín de los Ángeles’. Allí dejó un ramo de rosas blancas, rezó y saludó, antes de continuar su camino, a los familiares de los pequeños que se encontraban presentes.
“En este cementerio están las tres dimensiones de la vida”, ha dicho Francisco durante la homilía. Unas dimensiones “que incluso los niños entienden, y que son el pasado, el futuro y el presente”. El Papa señaló que “en lo que se refiere al pasado, hoy es un día de memoria, para recordar a aquellos que caminaron entre nosotros, que nos han acompañado y que nos han dado la vida”.
“Recordar”, subrayó, “es hacer memoria” y hacer memoria es sentirse parte de algo, es “lo que hace fuerte a un pueblo, porque se siente enraizado en un camino, en una historia”. Sin embargo, “no es fácil hacer memoria”, ya que muchas veces resulta “agotador mirar hacia atrás y pensar en lo que ha ocurrido” tanto en uno mismo como en su familia y las personas de su alrededor.
“Pero hoy también es un día de esperanza”, apuntó Bergoglio. “En la segunda lectura hemos visto lo que nos aguarda”, afirmó en referencia al texto del Apocalipsis leído durante la eucaristía, “un cielo nuevo y una tierra nueva, una ciudad santa de Jerusalén nueva y hermosa”. “Nos espera la belleza”, subrayó el Papa.
“Memoria y esperanza”, prosiguió. “La esperanza de encontrar ese amor que nos ha creado, el amor que nos espera, el amor de un padre”, pero antes de hallarlo estamos en esa “tercera dimensión, la del camino que debemos recorrer”. Un camino en el que es difícil no “equivocarse”. “Las bienaventuranzas”, dijo Francisco, “son el ‘navegador’ que nos ha dado Jesús en el Evangelio” para no perder el rumbo.
“La pobreza de espíritu, la justicia, la misericordia, la pureza de corazón… son las luces que iluminan nuestro presente”, afirmó. “Pidámosle al Señor no perder nunca la memoria como persona, como familia, como pueblo”, concluyó Bergoglio, a lo que añadió también la petición de “saber esperar, vislumbrar siempre el horizonte que nos espera” y saber identificar “cuales son las luces que nos acompañan para no perdernos en el camino hacia el lugar en el que se nos espera con tanto amor”.