Martina Viktorie Kopecká ha sido la ‘rara avis’ del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. La presencia femenina era escasa (poco más del 10% de participantes), pero solo había una persona en la asamblea que a su condición de mujer uniera el hecho de haber recibido la ordenación sacerdotal. De 32 años y miembro de la Iglesia husita checoslovaca, una pequeña comunidad reformista formada por unos 100.000 fieles que permite el sacerdocio femenino desde 1947, Kopecká acudió al Sínodo como delegada fraterna en representación del Consejo Mundial de Iglesias.
PREGUNTA.- ¿Cómo le ha ido en el Sínodo?
RESPUESTA.- En las sesiones de la primera parte, me di cuenta de que había obispos muy capaces y expertos en jóvenes. Ofrecieron experiencias de lugares muy diversos, estudiaron el asunto adecuadamente. Lo conocían bien gracias a los sondeos y al trabajo de sus diócesis. Era un debate teológico al más alto nivel, que incluía también criterios sociológicos, psicológicos y éticos. La atmósfera era de mucha apertura de mente. Los padres sinodales tocaron muchos temas sensibles, aportando historias sobre sus países. No ha sido un debate teórico, sino sobre la vida real y el sentido de compartir. En los ‘círculos menores’ en los que trabajamos el ‘Instrumentum laboris’, me sentí muy bien acogida. Se me pidió que compartiera mis experiencias y debatiera.
P.- ¿Cómo reaccionaron los padres sinodales ante una mujer sacerdote en el aula?
R.- Al principio estaban tal vez sorprendidos. Algunos coincidieron conmigo en la Casa Internacional del Clero donde nos alojábamos, pero no se sentaron conmigo a cenar. Estaba sola en una mesa, pero, luego, uno me preguntó de dónde era y empezamos a hablar. Todo cambió. Me sentí aceptada como miembro de una familia. Con otros compartimos historias sobre la vocación, experiencias de otros países y culturas, alegrías y heridas de nuestras Iglesias… No ha sido una reunión de instituciones, sino de personas. Por supuesto que ha habido muchas diferencias, y las acepto. Mis opiniones sobre las otras Iglesias son muy moderadas, creo que podemos enriquecernos y compartir nuestras diferencias. El movimiento ecuménico no busca la unificación, sino el respeto mutuo, el apoyo y la oración conjunta para seguir adelante.
P.- ¿Se ha hablado suficientemente de la mujer en la Iglesia?
R.- Depende de las expectativas. Se ha hablado del papel de la mujer y sus capacidades. Su voz se ha escuchado con interés, pero no me gusta crear departamentos estanco: mujeres-hombres, laicos-ordenados… La Iglesia debe escuchar a todo el mundo, todas las personas son valiosas y pueden cambiar la realidad. La escucha verdadera es tolerante, lo que no significa que sea ignorante. La tolerancia va ligada al respeto y el apoyo. La Iglesia puede ser el lugar donde el potencial de cada cual se desarrolle y las hermanas y hermanos compartan sus dones.