“Para concienciar en una perspectiva de género hay que trabajar, sobre todo, en el ámbito educativo”, dice a Vida Nueva Silvia Martínez, artista interdisciplinar y presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE). Sin embargo, esa educación “debe ser en la equidad, en relación a las diferencias de cada persona, aceptar al otro, sea hombre o mujer, como diferente”.
Las diferencias que esconde cada persona dentro de si y sobre todo acerca de los procesos de cada uno, el cambio y la transformación a lo largo del ciclo vital, es en lo que se ha centrado Martínez a la hora de crear su exposición fotográfica ‘Negro, morado, casi blanco’, que estará desde el 8 hasta el 29 de noviembre en la sala Juana Francés de Madrid.
“Es una reflexión sobre la realidad que tenemos, las dificultades que pasamos, el momento de toma de conciencia de quienes somos“, explica. “Me he centrado un poco en la mujer, sobre todo en lo que tiene que ver con el liderazgo y el momento en el que se toman las riendas de la propia vida”, señala.
Las series fotográficas de las que se nutre ‘Negro, morado, casi blanco’ forman parte de un todo, pero están divididas en tres partes principales: la fase de toma de conciencia, la fase de cambio y la fase de festejo, “ese momento en el que vas descubriendo aspectos personales que son importantes y permites que se desarrollen suponen casi una fiesta, porque el autodescubrimiento lleva a la alegría“.
Una de las series tiene que ver con la libertad, “¿quién decide lo que quiero hacer con mi vida”, y con el empoderamiento, “¿cómo me sitúo yo ante la vida tomando mis propias decisiones?”. Otra serie versa sobre la imagen de las mujeres, sobre “cómo nos miramos a nosotras mismas y cómo nos miran”. Acerca de esto, Martínez explica que “el sistema patriarcal divide a las mujeres, genera miradas críticas de las unas a las otras”.
El mismo sistema se encarga de que “no se alíen, que no estén juntas” creando esa mirada de “tú no encajas en el modelo femenino porque no eres delgada, no tienes el pelo largo o no tienes hijos”. “Es la práctica de la sororidad, el acompañarse en los procesos personales, lo que dota a las mujeres de un empoderamiento mucho más fuerte”, subraya.
En cuanto a su perspectiva de la mujer en la Iglesia, Martínez tiene claro que la mujer tiene mucho que aportar. “Tenemos que buscar espacios donde se nos posibilite hablar, ya que si no hay voz no hay presencia”, apunta. Cree, además, que el momento en el que vivimos es el propicio “para retomar la discusión sobre lo que significa ser iguales y contar con los que no se cuenta, en este caso las mujeres”, tanto socialmente como por el debate abierto con el papado de Francisco. Sin embargo, es consciente de que es un proceso complicado, ya que abarca cuestiones “que tienen que ver con la estructura eclesial, por lo que es todo un reto plantearse un cambio real”. “Se puede, pero es complicado”, dice.