Aunque los tribunales pakistaníes finalmente han cedido a las presiones internacionales a la hora de absolver a la cristiana condenada a muerte Asia Bibi, en aplicación de la “ley de la blasfemia”; sin embargo, el calvario no ha concluido. “Asia ya no está en prisión”, con estas palabras su abogado, Saiful Malook, reconoció que finalmente ayer salió de la cárcel y ha sido metida en un avión hacia un destino que ni su abogado conoce.
La condena se remonta a 2010 cuando esta campesina pakistaní se acercó un pozo y bebió agua de una vieja taza de metal que estaba al lado. Acusada por un vecino de romper las normas de purificación del sistema de castas que impera en el Pakistán defendió su fe cristiana nombrando al profeta Mahoma, lo que le llevó a ser acusada de blasfema. Durante estos años ha vivido un intrincado proceso hasta que el que el Tribunal Supremo ha reconocido la falta de pruebas.
Sin embargo, no faltan los enemigos dentro de su propia comunidad. Algunos imanes han ofrecido recompensas por matar a la cristiana o en la cárcel se temió que fuera envenenada. Ahora, finalmente ha abandonado la prisión y las autoridades pakistaníes la han subido a un avión sin confirmar el destino del mismo. El fallo del Supremo ha encontrado la gran oposición de los seguidores del partido Tehreek-e-Labbaik Pakistá, que pide abiertamente la ejecución de Bibi.
Los posibles destinos son varios, ya que la familia ha solicitado asilo en países como el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos o Italia. Precisamente en este país, poco antes de conocerse la liberación, el ministro del Interior, Matteo Salvini, se ofreció a aceptar su petición. La alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, que a través de su cuenta de Twitter ofrecía la ciudad para su acogida, tras su liberación ha señalado que está “emocionada” por la noticia y que “es un gran alivio”. “Gracias a todos los que se han movilizado durante años para hacer posible esta liberación”, concluyó.