Francisco ha comenzado su mensaje a los participantes de la Conferencia Internacional ‘La gestión de un bien común: el acceso al agua potable para todos’, que se ha desarrollado hoy, 8 de noviembre en Roma, recordando a los presentes que “en muchas partes del mundo” las personas “no pueden tener una vida digna” como consecuencia de no tener “acceso al agua potable”.
“Las dramáticas estadísticas de la sed, especialmente la situación de aquellas personas que se enferman y que a menudo mueren a causa del agua no saludable, es una vergüenza para la humanidad del siglo XXI”, ha señalado el Papa. Una situación que “desafortunadamente” es habitual “en muchos países”, y a estas poblaciones que no tienen acceso regular al agua potable “no les falta el suministro de armas y municiones que continúan deteriorando la situación”.
“La corrupción y los intereses de una economía que excluye y mata con demasiada frecuencia prevalece sobre los esfuerzos que, en solidaridad, deberían garantizar el acceso al agua”, ha denunciado Bergoglio, ante lo cual considera que hace falta “voluntad y determinación, y todos los esfuerzos institucionales, organizativos, educativos, tecnológicos y financieros no pueden fallar” para acabar con esta situación.
Voluntad para aportar soluciones
Francisco indicó a los presentes que ya había propuesto “algunas consideraciones sobre este tema en la Encíclica ‘Laudato si’’, así como en el mensaje reciente con motivo del Día de Oración por la Protección de la Creación”. El Papa ha expresado la urgencia de que los participantes mostrasen “la voluntad y la necesaria determinación en sus campos profesionales y políticos” para aportar soluciones, así como el firme compromiso de la Santa Sede para que “el agua potable llegue a todos”.
“Este compromiso se manifiesta en muchas iniciativas, como la creación de infraestructuras, capacitación, defensa, asistencia a poblaciones en peligro de desaparición cuyo suministro de agua está comprometido, incluidos los migrantes”, ha dicho, subrayando la importancia de asumir y aplicar “los principios que brotan del Evangelio y de una antropología saludable”.