El nombramiento, el pasado mes de julio, de Paolo Ruffini como prefecto del Dicasterio para la Comunicación calmó algo la tensa situación generada tras la renuncia de Dario E. Viganò. Un laico con una sólida carrera en diferentes medios italianos lidera el proceso de convergencia de los medios vaticanos.
PREGUNTA.- Su último reto como prefecto han sido los informes diarios del Sínodo de los jóvenes. ¿Qué tal ha ido la experiencia?
RESPUESTA.- Para mí, el Sínodo ha sido un experiencia extraordinaria, porque he podido vivirlo desde dentro y he tenido que contar lo que he visto, sin esconder opiniones diversas pero que contribuyen al discernimiento comunitario. Ha sido un momento de gracia para reflexionar sobre los jóvenes, con ellos y a través de ellos sobre cómo podemos ser más significativos en nuestro tiempo. Ha sido extraordinario ver que los jóvenes que han participado en el Sínodo, solo con su presencia, han despertado en todos los Padres sinodales la propia juventud y la de la Iglesia. A pesar de la complejidad del momento que estamos viviendo, el Sínodo ha estado cargado de futuro, de pasión, de optimismo.
P.- Las redes sociales han sido algo planteado por los jóvenes. ¿Qué pueden aportarnos?
R.– Los jóvenes son muy conscientes de ello porque viven en el ambiente digital, donde se generan tantos rechazos y amistades. Saben que el mensaje cristiano puede cambiar la perspectiva de un mundo que está generando caminos de aislamiento y de odio. Es un reto para el Dicasterio encontrar nuevas vías que hablen el lenguaje de nuestro tiempo.
P.- Desde su nombramiento se encarga también de los medios de la Santa Sede. ¿Cómo va el proceso de reforma de las estructuras comunicativas?
R.- Va bien, aunque seguimos trabajando para que crezca la conciencia de que nuestra tarea es la de poner en red toda la comunicación de la Iglesia, hacer emerger la belleza de la unión y la comunión. Esto requiere construir procesos que hablen todos los lenguajes y todos los medios, y que creen unas relaciones de equipo entre quienes desarrollan diferentes tareas, y abriendo canales de comunicación de ida y vuelta entre Roma y las diócesis de todo el mundo.
Creo que lo que estamos intentado hacer encuentra buen eco, pero no quiero esconder que también hay momentos de tensión y dificultades a superar. Lo importante es el espíritu con que lo afrontamos, un espíritu de comunión, fraternidad y pensando en el futuro. Así se superan los problemas.
P.- Entre las palabras y gestos del Papa que difunden, de los más repetidos es su petición de perdón por los casos de abusos. ¿Cómo se maneja ese mensaje de arrepentimiento?
R.- La comunicación funciona si es veraz; si, en cambio, es hipócrita o no facilita el contexto necesario para comprender, no sirve. A la hora de comunicar lo que dice el Papa o la Iglesia sobre temas que puedan ser difíciles, que generen sufrimiento o sobre la culpabilidad de la Iglesia, lo que tenemos que hacer –y estamos haciendo– es ser sinceros como lo es el Papa, veraces como lo es el Papa, no esconder nada sino ofrecer la verdad sabiendo que, como dice el Papa, en lo que se refiere a las culpas que cualquiera de nosotros puede tener –a veces terribles, porque no son solo pecados sino crímenes–, debemos conservar la capacidad de distinguir entre la Iglesia y la culpabilidad individual, entre la justicia y la misericordia. Todo por la senda de la verdad y jamás escondiendo o encubriendo. Si hacemos esto, creo que seremos comprendidos.