Son 30 años los que Jesús Alberto Franco Giraldo, misionero redentorista, ha estado trabajando arduamente en la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, una instancia ecuménica en la que religiosos, religiosas, evangélicos y laicos aúnan esfuerzos en favor del pueblo colombiano para defender sus derechos, sin el uso de la violencia, en zonas de conflicto armado.
Franco Giraldo conversó con Vida Nueva para profundizar en la situación país en tiempos del llamado postconflicto, señalando que “hay muchas cosas que son preocupantes” como el incumplimiento y retraso de los acuerdos de paz, incluyendo el tema de protección. El año 2018 ha dejado cifras rojas en las filas de los líderes sociales con un saldo de más 120 ejecutados hasta la fecha.
Además de los históricos problemas de corrupción en los departamentos más vulnerables como La Guajira y Chocó, las medidas económicas recientemente adoptadas junto con las protestas estudiantiles por más inversión en educación, están creando las condiciones que profundizan más la brecha entre la paz, la reconciliación y el perdón.
El miedo como arma política
PREGUNTA.- ¿Cómo ve y cómo va la paz en Colombia?
RESPUESTA.- Yo creo que hay dos cosas. Por un lado, en lo positivo, creo que la firma del acuerdo, con todo y los incumplimientos y con todo y sus crisis, está significando un cambio en muchas cosas, en muchas discusiones. Yo no le tengo miedo a la polarización, creo que está sacando a la luz muchas cosas que no se habían dicho. Sí hay un sector de extrema de derecha que ha querido polarizar al país y que ha visto una cantidad de problemas donde no los hay, pero eso ha sido histórico y es la manera de evitar hoy un salto cualitativo que el país podría dar. Otro aspecto positivo es que el candidato presidencial venido de las filas de izquierda haya sacado 8 millones de votos. ¡Fue un buen signo!
En lo negativo hay muchas cosas que son preocupantes. Primero en el incumplimiento y el retraso de los acuerdos de paz. El cumplimiento de estos acuerdos tenía previsto el tema de protección, reformas necesarias para la relanzar una democratización del país, el sometimiento de las bandas criminales o neoparamilitares, tenía presupuestada una serie de cosas que eran muy importantes para el país y eso fue lo que se abordó con el plebiscito que fue ganado con mentiras y engaños a la población.
Precisamente en ese entramado de mentiras para las elecciones del congreso como las presidenciales, se usaron dos elementos que vienen marcando la política colombiana, que es el miedo al castrochavismo y a la ideología de género. Son dos temas de los que todo el mundo habló. Entonces se genera una matriz que junto al desconocimiento de muchos colombianos, con el miedo histórico, eso sin duda nos ubica en dónde estamos.
Amenazas a líderes sociales
P.- En otras ocasiones fue amenazado. ¿En esta coyuntura se siente nuevamente amenazado?
R.- Creo que lo que hay que afirmar es que estamos en un tiempo que puede ser muy peligroso, pues el tema del incumplimiento de los acuerdos ha generado la deserción de un número significativo de miembros de las FARC. No todos están [en esta situación], pero hay un riesgo que la disidencia se fortalezca. El incumplimiento del punto 3.4 del acuerdo ya sea la persecución, el estudio, el sometimiento a lo que llamaríamos neoparamilitares, eso sin duda agudizaría el conflicto.
Además del fracaso del acuerdo de la política de sometimiento de más de 5 mil personas del Clan del Golfo o los autodenominados Gaitanistas, esto sumado al bloqueo desde la intencionalidad de ese acuerdo por miedo a la verdad, ha generado un ambiente muy peligroso, porque van a disparar a mucha gente y luego no van a asumir la responsabilidad. Creo que el problema no es personal sino global, especialmente para líderes sociales, trabajadores por la paz, defensores ambientales, gente que esté en este momento desvelando la verdad.
P.- ¿Usted lo plantea de manera colectiva, pero personalmente en este momento se siente amenazado?
R.- Nosotros como Comisión Intereclesial de Justicia y Paz tenemos un esquema de protección colectiva y nos preocupa el ritmo que pueda tomar en este momento el país.
Contra la legitimación de la muerte
P.- ¿Qué es lo más difícil para lograr la paz, el perdón y la reconciliación, incluso después de la visita del Papa?
R.- Lo que pasa es que durante muchos años Colombia ha sido un país donde se han sembrado muchos odios. Matar a un liberal no era un pecado, luego el tema del comunismo, si matar a un liberal no era pecado, entonces los comunistas no tenían derechos; la persecución de los protestantes, la legitimación de la muerte del otro y la descalificación del otro como una manera de actuar.
Sobre esa base viene el miedo a lo otro, el miedo a la verdad y a lo desconocido, entonces ha habido un sector del poder que ha sabido manejar muy bien el odio, ha sabido manejar muy bien el miedo en favor de sus intereses políticos, generando con ello una dificultad muy grande, porque nos vemos no en la dimensión real del ser humano, sino que nos vemos en el estereotipo del otro.
“Se necesita un país incluyente”
P.- ¿Qué mensaje le da al presidente de la república Iván Duque?
R.- Él tendría que revisar el planteamiento ético de su papá (Iván Duque Escobar †) en la discusión con Álvaro Uribe Vélez en los años 80 cuando era director de la aeronáutica civil, y recordar que su papá fue visionario al ver lo que se le venía al país con el tema del desarrollo del narcotráfico y con el poder que estaba tomando en ese momento un sector de la población vinculado a la criminalidad.
Creo que también le toca reconocer que las políticas económicas que este país ha llevado durante mucho tiempo, agudizarán el conflicto. Tenemos uno de los países más inequitativos del mundo y la inequidad aumenta la conflictividad y la violencia y termina perdiendo todo el mundo.
Se necesita un país incluyente y se necesita el cumplimiento de los acuerdos, los cuales no son una concesión, son una ganancia para el país. Cumplirle a las FARC es darle solidez al Estado, cumplirle a las víctimas es sanar heridas y cumplirle a la democracia es restaurar unas reglas del juego que han sido infringidas por la historia que hemos tenido.