Gratitud, esperanza y pasión. Así ha resumido Mariña Ríos, presidente de CONFER, los 25 años caminando juntos como una única CONFER de hombres y mujeres en el marco de la XXV Asamblea General que se celebra desde hoy, 13 de noviembre, al próximo día 15 en Madrid. Y se trata de un momento “significativo para mirar y gestar juntos el futuro con esperanza, enraizados en el presente y agradecidos por el camino recorrido hasta aquí”.
En primer lugar, “en estos días queremos mirar al pasado con gratitud: releer cómo la semilla de los comienzos, que dio lugar a la CONFER unificada, ha ido después creciendo y desarrollándose; recordar la trayectoria vivida y redescubrir la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que han impulsado esta historia; tomar conciencia de la creatividad que se ha desplegado, las dificultades que se han tenido que afrontar y cómo fueron superadas”, porque “recorrer la propia historia es alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones”, ha reconocido.
La presidenta también ha indicado su intención de “abrirnos juntos a la promesa de Dios y abrazar el futuro con esperanza. Una esperanza que nos permitirá seguir escribiendo una historia en el futuro, al que podemos confiadamente mirar, porque es hacia él a donde nos conduce el Espíritu para continuar haciendo cosas grandes con nosotros, como hizo en María. Un futuro en el que seguir soñando con una CONFER al servicio de la realidad de nuestros institutos para estar así al servicio de nuestro mundo”.
Memoria agradecida
Por otro lado, “el pasado y el futuro se entrelazan con y en el hoy: la memoria agradecida del pasado nos invita a vivir el presente con pasión acogiendo el momento actual como ‘tiempo de Dios’, afrontándolo con lucidez y responsabilidad, disponibles a la novedad que crea la apertura al Espíritu, desde la certeza de que el futuro está en manos de Dios (en buenas manos) y de que lo único que hemos de buscar y realizar, juntamente con Él, es lo que genera vida para el Reino”.
Asimismo, Mariña Ríos ha recalcado que “nuestra esperanza no es ingenua”. “Sabemos bien de las dificultades de la vida, no solo para nosotros sino para tantos hermanos y hermanas para quien la vida es dura y difícil. Sabemos bien de la complejidad de nuestro hoy, que no podemos afrontar de modo simple, que nos pide ser hombres y mujeres ‘recios’, que se van dejando configurar progresivamente por el Señor Jesús, para tener sus sentimientos, sus modos, su mirada…”, ha añadido.
Ríos ha señalado que “sentimos y experimentamos como vida religiosa limitaciones y dificultades que, en nuestro contexto, se manifiesta por ejemplo en la disminución numérica, con el incremento de la media de edad correspondiente y la disminución de fuerzas para llevar adelante algunos proyectos apostólicos. Aunque, como nos alertaba el Papa Francisco: ‘No hay que ceder a la tentación de los números y de la eficiencia, y menos aún a la de confiar en las propias fuerzas…”.
Respuestas frente a las limitaciones
En ese sentido, esta realidad “difícil, compleja, con limitaciones… nos adentra en el misterio del Dios de la historia y, vivida desde Él, nos abre a posibilidades nuevas que nos han hecho y nos hacen crecer en humildad, verdad, fraternidad, en comunión eclesial, intercongregacional y dentro del propio instituto; que nos hacen desplegar la creatividad evangélica que nos lleva a dar respuestas nuevas a las necesidades de nuestro mundo y a gestar proyectos comunes que hablan de entrega hasta el final, de ser humildemente levadura y sal al servicio del Reino”.
“Nuestra esperanza no es, tampoco, optimismo -ha continuado-, sino que es experiencia más honda y que apunta más allá”, porque “es Dios mismo quien nos dará ‘un futuro lleno de esperanza’; nosotros no nos lo podemos dar, es don gratuito de Dios”. Según sus palabras, este futuro que “Dios nos regala, que no es solo para nosotros, que no es pequeño ni raquítico, que no nos cierra… es un futuro para este mundo, para tantos hermanos y hermanas nuestras que sufren; por ahí camina nuestra esperanza”.
Por su parte, el obispo de Málaga y presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, Jesús Catalá, ha señalado en su intervención que, pese a que “la práctica religiosa ha disminuido, muchas comunidades se están fusionando, disminuye el número de consagrados y aumenta la edad de los mismos, el Señor promete esperanza”.
“La vida consagrada tiene vitalidad”
Catalá ha explicado que cuando le preguntan cómo está la vida consagrada, él siempre contesta lo mismo: “Muy bien, con vitalidad. Otra cosa es que pierda instituciones o medios, pero tiene vitalidad”. No obstante, el mitrado ha criticado los “intereses de algunos de silenciar a la Iglesia, porque piensan que si nos quitan la voz molestaremos menos”.
El prelado ha felicitado a los religiosos por hablar hoy de esperanza “aunque no parezca muy realista”, porque “en el momento histórico que vive nuestra sociedad es muy importante”. De hecho, ha afirmado que “nuestra sociedad sería un caos si desapareciera la vida consagrada”. Así, les ha pedido que renueven “la confianza en el Señor, porque no podemos confiarla en los instrumentos, ya que muchos vamos a perderlos, pero no importa porque hay confianza en el Señor”.