El pasado fin de semana el Centro de Estudios Catequéticos (CEC) celebró 50 años de vida. Impulsado por los salesianos, el centro fue la referencia en Andalucía de la formación de laicos según el espíritu del concilio Vaticano II. En un acto académico participaron Santiago Gómez Sierra, Obispo auxiliar de Sevilla y miembro de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis; Juan Carlos Pérez Godoy, presidente nacional de Escuelas Católicas y antiguo director del centro; Carlos Ruiz, Secretario general de Escuelas Católicas Andalucía o Ángel Asurmendi, provincial salesiano de la Inspectoría María Auxiliadora de Sevilla.
El actual director del centro, el salesiano Miguel Canino Zanoletty repasa para Vida Nueva algunos de los hitos de esta propuesta formativa que lleva en marcha en la capital hispalense desde el curso 1968-1969, del que surgió la primera promoción.
En la efervescencia conciliar
PREGUNTA.- ¿Qué supuso la puesta en marcha del CEC hace 50 años?
RESPUESTA.- En plena efervescencia posconciliar el CEC significó una apuesta decidida por una formación seria y renovada de los agentes de pastoral y de los futuros profesores de religión. En coherencia con los nuevos principios de la pastoral y la catequesis del momento el Centro de Estudios fue capaz de consolidar, en muy poco tiempo, una oferta formativa de calidad que enseguida interesó a numerosas personas e instituciones de la Iglesia. Además, puso de manifiesto la opción de la Congregación salesiana por este campo de la formación, dedicando recursos, personas, espacios y tiempo para esta labor.
El CEC, desde sus inicios, también se ha caracterizado por ser una institución con una clara identidad y vocación eclesial, algo que se ha mantenido en el tiempo, consolidando un fuerte vínculo de unión con la archidiócesis de Sevilla y con otras diócesis andaluzas.
P.- En esta historia ha habido muchas experiencias pioneras y grandes proyectos eclesiales. ¿Qué balance hace de ellos?
R.-Ciertamente, en muchos aspectos, el CEC fue pionero. No podemos olvidar que, a principios de los años 80, Andalucía tenía solo tres centros de estudio de estas características aprobados por la Conferencia Episcopal Española, uno de ellos el CEC.
El balance que hacemos de todos estos proyectos es muy positivo. Cincuenta años dan para mucho. Ellos evidencian la vitalidad de una institución que no se conforma con aquello que tiene sino que busca ampliar al máximo sus horizontes.
Entre otras iniciativas de los primeros tiempos, destacaría la “semana catequística” o las experiencias formativas “volantes”, que llevaba al CEC a diversos lugares de la geografía andaluza. De manera particular nuestro centro también destacó por su labor en el campo de lo hoy denominaríamos las nuevas tecnologías, dedicando importantes recursos a este sector.
En las últimas décadas destaca con luz propia la puesta en marcha de las jornadas de pastoral juvenil y, sobre todo, la creación de un máster universitario en pastoral juvenil que, en colaboración con el Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, situó al Centro de Estudios a la vanguardia de la reflexión pastoral en nuestro país.
Al ritmo del Sínodo
P.- En este tiempo la pastoral juvenil y la catequesis han ido teniendo distintos acentos, ¿cómo ha ido evolucionando la propia institución?
R.-Una de las características permanentes del CEC ha sido la capacidad de adaptación a los diferentes contextos y momentos históricos vividos. En este sentido el Centro de Estudios siempre se ha planteado cual era la mejor respuesta que podía ofrecer en el campo de la formación de los agentes de pastoral y profesores de religión. Han cambiado las personas, los espacios, las iniciativas pero la vocación y la misión inicial permanece.
P.- Tras el Sínodo de los jóvenes, ¿cuál es la perspectiva actual del centro?
R.-La feliz coincidencia de la celebración de los 50 años del CEC con el sínodo de los jóvenes nos ha permitido iluminar nuestra reflexión sobre el futuro y las iniciativas que estamos gestando.
Además de los cursos para la capacitación del profesorado de religión, en estrecha colaboración con la Delegación de Pastoral Juvenil Salesiana, hemos puesto en marcha un curso de acompañamiento personal, que creemos responde perfectamente a lo que el sínodo nos pide. Por otro lado, el trato directo, durante muchas horas, con numerosos universitarios permite que esta experiencia formativa ayude a estos jóvenes a revitalizar aspectos fundamentales de su ser cristiano.
P.- El centro ofrece la aportación de la pastoral salesiana. ¿Qué impronta deja en los alumnos?
R.-La verdad es que es uno de los aspectos más valorados por nuestros alumnos. Algo que podemos constatar en las evaluaciones que cada curso realizan. Se valora especialmente el estilo y la cercanía, al mismo tiempo que muchos reconocen que la experiencia formativa ha tocado aspectos significativos de su vida personal y de fe.