Un repaso por la historia de la sinodalidad en la Iglesia para acabar haciendo un encendido canto a esta propuesta eclesial que no ha sido, sin embargo, demasiado tenida en cuenta en los últimos años. Esta fue la tesis de fondo de la conferencia que, bajo el título ‘Un Sínodo para la esperanza: jóvenes, fe y discernimiento’, pronunció en la tarde del 15 de noviembre el cardenal Carlos Osoro en una nueva edición de ‘Los Jueves del ITVR’, que organiza este reputado centro de estudios de los claretianos en Madrid.
Presentado por su director, Carlos Martínez Oliveras, el arzobispo de Madrid comenzó afirmando que “este Sínodo sobre los Jóvenes ha comenzado a hacer verdad la sinodalidad, que se ha incorporado a la manera de hacer, actuar y de vivir la Iglesia. Un tema que para san Pablo VI era una pasión, pero que no se había incorporado a la vida de la Iglesia, y que, con el papa Francisco, comienza un hito nuevo en la historia, un concepto que cambia la vida de trabajar en la Iglesia”.
En su ponencia, Osoro recalcó lo que sí debe ser una asamblea sinodal: “El Sínodo -afirmó- es moverse, caminar juntos y ponerse de acuerdo para encontrarse con alguien, para hablar, escuchar y reflexionar, porque sin caminar no hay encuentro ni posibilidad de escuchar a nadie. Lo más difícil en este camino es la escucha. Francisco, desde el primer día, nos indicó que cada cinco participantes que hablásemos, tendríamos tres minutos de escucha para interiorizar lo que habíamos escuchado”.
“Y la Iglesia, si hace este encuentro, escucha y reflexión, es bendecida, aunque hay tres tentaciones en el camino que el Papa ha señalado” y que el purpurado repasó con detenimiento: el clericalismo, la mundanidad espiritual y el chismorreo. “El clericalismo, que es una perversión, es un peligro grave en la vida de la Iglesia, así como la mundanidad espiritualidad, que es vivir de cara a la galería y no con los valores cristianos que el Señor nos revela. Y en cuanto al chismorreo, es como un sarampión, y en Madrid es terrible”.
Estos peligros, Osoro ofreció cambiarlos “por unas seguridades que nos hacen vivir la sinodalidad con las siguientes actitudes. Primera, las Bienaventuranzas. Tenemos que meternos en su espíritu y no solo saberlas de memoria. Luego, la caridad, buscar cómo hacer llegar el amor de Dios a los hombres. Y, finalmente, orar como Jesús nos enseñó, los unos por los otros, por los que están en camino, por los que caminan mal y por los que están lejos”.
“El Sínodo que hemos vivido, ha sido un intento de querer vivir esos días el Evangelio y de anunciarlo, un reto no solo para los que asistíamos, sino para todo el Pueblo de Dios”, señaló, pues “en las diócesis hemos hechos muchos sínodos, pero no escuchábamos a todos, sino solo a los sinodales”, afirmó el miembro de la Secretaría del Sínodo.
Y para esa escucha, exhortó a “descubrir el Vaticano II, donde se gesta la sinodalidad. También es necesario estar en estado permanente de misión, como nos dice la ‘Evangelii gaudium’ del papa Francisco, así como tener presente la dimensión ecuménica y el compromiso por edificar esta Iglesia, donde el proceso sinodal es permanente”.
Del Sínodo clausurado a finales de octubre, el cardenal de Madrid alabó la voluntad de escuchar a los jóvenes, con la encuesta que se les remitió, “un Sínodo en donde ningún joven pudiera sentirse excluido, como pidió el Papa”. “Este Sínodo ha sido un tiempo para la participación, para enseñarnos a hablar con valentía y parresía, intentando hacerlo con verdad, libertad y caridad, como nos pedía el papa Francisco. Una crítica honesta y transparente es útil dicha allí, pero que te pongan verde fuera no sirve para nada y es destructiva. Todos tienen el derecho a ser escuchados, lo mismo que todos han de tener el derecho a hablar. Y así hemos estado un mes entero, que se dice pronto”, apostilló el arzobispo.
“El documento final del Sínodo nos convoca a hacer una pastoral con los jóvenes, no para los jóvenes, lo que es muy distinto, porque ellos muchas veces no se sienten aceptados, incluso se sienten rechazados. Y el camino de esta sinodalidad que nos plantea el Papa es una oportunidad para la Iglesia”, reiteró.
Igualmente, Osoro, ante la atenta mirada del neocardenal claretiano Aquilino Bocos, aseguró que “una Iglesia que no escucha se muestra cerrada a la sorpresa de Dios y no será accesible a los jóvenes, que se alejarán cada vez más de la Iglesia. Por eso el Sínodo nos ayuda a huir de estereotipos y prejuicios”.
Finalmente, el pastor madrileño invitó a hacer “propuestas pastorales concretas que hagan florecer esperanzas, venden heridas, tejan relaciones y resuciten la esperanza, aprendiendo unos de otros y creando imaginarios colectivos llenos de la alegría de un Evangelio que sigue siendo válido para todos los hombres”.