Este domingo 18 de noviembre se celebra la II Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el papa Francisco al finalizar en 2016 el Año de la Misericordia, y que está organizada por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, que preside el cardenal Rino Fisichella.
Con este motivo, las diócesis de todo el mundo han organizado actos para celebrar una jornada para la que Francisco ha reservado huecos muy destacados en su agenda de esta mañana, como una misa, a las 10:00 horas, en la Basílica de San Pedro, en la que participarán unos 6.000 pobres y voluntarios, y, posteriormente, una comida con 3.000 indigentes.
Una jornada que estará vertebrada por el mensaje que Bergoglio publicó con este motivo bajo el título de ‘Este pobre gritó y el Señor lo escuchó’, y del que se pueden extraer cinco claves fundamentales para vivir conforme a lo que pide el Papa.
Francisco nos invita al “silencio de la escucha” para poder reconocer la voz de los pobres. “Estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta de si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres”, dice. Y añade: “Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos (…) Estamos tan atrapados por una cultura que obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que pensamos que basta un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos sin tener que comprometernos directamente”.
“Lo que no necesitan los pobres –señala el Papa en su mensaje– es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia –que es necesaria y providencial en un primer momento–, sino que exige esa ‘atención amante’ (exhortación apostólica ‘Evangelli gaudium’, 199), que honra al otro como persona y busca su bien”.
Según Francisco, “la salvación de Dios adopta la forma de una mano tendida hacia el pobre, que acoge, protege y hace posible experimentar la amistad que tanto necesita. A partir de esta cercanía, concreta y tangible, comienza un genuino itinerario de liberación” en el que cada cristiano y comunidad están llamados a ser “instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad”.
“Para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta de su corazón y de su vida, los hacen sentir familiares y amigos”.
Francisco invita en este día a encontrarse y compartir con los pobres, a comer con ellos como él mismo hizo el año pasado y hará también hoy. “Quisiera que también este año, y en el futuro, esta Jornada se celebrara bajo el signo de la alegría de redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos en comunidad y compartir la comida en el domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana”.