Para el Papa, el necesitado “no es una opción sociológica, es una exigencia teológica”. Así lo ha manifestó en la eucaristía que presidió esta mañana en la basílica de San Pedro con motivo de la II Jornada Mundial de los Pobres. Durante la homilía, Francisco repasó una a una las principales heridas del mundo de los excluidos a partir del grito de desesperación que san Pedro lanza en medio del mar.
“El grito de los pobres es cada día más fuerte pero también menos escuchado, sofocado por el estruendo de unos pocos ricos, que son cada vez menos pero más ricos”, denunció el Papa que subrayó cómo “la injusticia es la raíz perversa de la pobreza”.
Al igual que Jesús, Francisco pidió “la gracia de escuchar el grupo de los que viven en aguas turbulentas: el grito de los pobres”. A partir de ahí, enumeró diferentes heridas dolientes, comenzando por los niños “que no pueden venir a la luz, de los pequeños que sufren hambre, de chicos acostumbrados al estruendo de las bombas”.
De la misma manera, rezó por los “ancianos descartados y abandonados”, de los migrantes que deben dejar “la casa y la tierra sin la certeza de un lugar de llegada”. También quiso poner sobre el altar, el sufrimiento de “poblaciones enteras, priva das también de los enormes recursos aurales de que disponen”.
Ante esta coyuntura, el Papa destacó que “el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, o con los brazos cruzados, fatalista”. Frente a esto, el Papa apuntó que “el creyente extiende su mano, como lo hace con él. El grito de los pobres es escuchado por Dios, pero, ¿y nosotros? ¿Tenemos ojos para ver, oídos para escuchar, manos extendidas para ayudar?”.
Desde ahí puso el ejemplo de Jesús, que “va contracorriente” para ir “hacia Dios, rezando, y hacia los necesitados, amando”. “Son los auténticos tesoros de la vida: Dios y el prójimo. Subir hacia Dios y bajar hacia los hermanos: aquí está la ruta que Jesús nos señala”, completó.