“No se deben encubrir los abusos ni darles una respuesta equivocada”. Así lo ha expresado el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Ricardo Blázquez, en su discurso de apertura de la 112ª Asamblea Plenaria de los obispos en los 51 años de historia de la Conferencia, que ha arrancado esta mañana –19 de noviembre– y concluirá el próximo día 23. Al mismo tiempo, ha recalcado que “no es legítimo abrigar sospechas sin fundamento”. Y ha añadido: “La Iglesia reconoce abiertamente los abusos de diversa índole y tiene la firme decisión de erradicarlos”.
El también arzobispo de Valladolid se ha detenido, en el segundo de los tres grandes temas que ha tratado, en denunciar los abusos a menores en el seno de la Iglesia. Y lo ha hecho citando los puntos del Documento final del Sínodo de los Obispos sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’ relativos a este asunto, porque “es una cuestión que nos viene ocupando y preocupando”, además del “comprensible escándalo que han suscitado”.
En los extractos del Documento, el cardenal Blázquez ha querido hacer hincapié en la importancia de reconocer y reaccionar ante los abusos, la raíz de la cuestión y el agradecimiento a quienes han tenido la valentía de denunciar. Asimismo, ha aseverado que “los pecados, que en ocasiones son también delito, deben ser reconocidos humildemente ante Dios y sin pretextos ante los hombres”, porque “el pecado, además de poseer una dimensión individual, hiere a la Iglesia y causa daño a otras personas”. No obstante, ha querido dejar claro que en España hay más de 18.000 sacerdotes que viven una “vida servicial y sacrificada”.
Por otro lado, ha puesto en valor la Constitución, cuando se cumplen 40 años de su proclamación, puesto que “selló un consenso entre todos los españoles al terminar el régimen”. “A la inquietud sucedió la esperanza y con la generosidad de todos hemos vivido un largo periodo de paz”, ha indicado. Asimismo, ha querido señalar el papel de la Iglesia, que, “en vías de renovación por el Concilio Vaticano II, colaboró eficazmente en aquel singular periodo de nuestra historia”, como se ha señalado en el Congreso organizado por los obispos y la Fundación Pablo VI en octubre ‘La Iglesia y la sociedad democrática’.
“Los católicos estamos satisfechos de haber prestado la ayuda que estaba en nuestras manos –ha continuado–, nos sentimos bien integrados en el sistema democrático y es nuestra intención continuar participando, desde nuestra identidad, en la justicia, la solidaridad, la paz, la convivencia y la esperanza de nuestra sociedad”. Y ha matizado: “Ni deseamos ponernos medallas ni queremos ser preteridos. Por esto saludamos el diálogo entre todos. Todos nos debemos al bien común, del que nos beneficiamos todos”.
Otro acontecimiento del mes de octubre que Blázquez ha querido destacar es la canonización de Pablo VI, junto a monseñor Romero y Santa Nazaria Ignacia. La fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia “bajó a la calle haciéndose eco anticipado de la invitación del papa Francisco a ‘no balconear'”, ha señalado antes de adentrarse en la figura del papa Montini. “Los años del pontificado de Pablo VI coincidieron en gran medida con el último tramo del régimen anterior. Conocemos las dificultades en la relación entre el Gobierno de España y la Santa Sede; aunque España poseía una gran vitalidad católica y el Papa amaba profundamente a los españoles, se notaba el desajuste, que fue causa de malentendidos y de sufrimientos probablemente para todos”.
El cardenal ha afirmado que “el diálogo es una palabra que entonces escaseaba y ahora goza de favor”. “Pablo VI aprende lo que es el diálogo en la historia de la salvación –ha añadido–; en el diálogo los interlocutores se acercan y mutuamente se ofrecen respeto y estima; el diálogo muestra el aprecio del otro, que no es considerado adversario ni como inexistente por la indiferencia. El diálogo no es una imposición disimulada ni un recurso cómodo para ganar imagen, ni una expresión hueca y sin contenido. El diálogo debe ser la manera a que inclina la dignidad personal en la relación de unos ciudadanos con otros y exige el trato democrático de sus representantes. El diálogo requiere unas actitudes de apertura en los interlocutores para discutir las cuestiones sobre las que tienen competencia y dentro de un marco general compartido”.
Al mismo respecto, Blázquez ha considerado que “no es exagerado afirmar que el diálogo, impulsado por Pablo VI, y la etapa singular de nuestra Transición política emiten en la misma longitud de onda. Sintonizan en la apertura al otro, al distinto, al distante, al que venía de lejos, al conviviente y quizás desconocido. El diálogo fomenta la concordia y es el procedimiento digno de las personas para buscar y encontrar la solución a los problemas planteados”. Por esto, “debemos renovar el espíritu de la Transición y animados por él afrontar las cuestiones que el tiempo nos va encomendando. La Constitución, gestada y elaborada en un clima de consenso, aprobada por las Cortes y por los ciudadanos, es un monumento señero en nuestra historia, expresión de la magnanimidad de todos, convergencia de las legítimas diferencias, apuesta por un futuro con todos y para todos”.
Sobre los cambios en la misma, el presidente de los obispos ha mantenido que la propia Constitución “ha previsto el procedimiento para que el texto fijado no se petrifique sino esté abierto a las oportunas reformas y actualizaciones. La Constitución ha tenido vigencia durante varios decenios; unas generaciones ejercieron entonces la responsabilidad primera; pero su alcance se extiende a las generaciones presentes y futuras”.
En relación al Sínodo, ha aplaudido la Constitución Apostólica de Francisco que “marca un cambio importante”, al pasar del Sínodo como “evento” a ser un “proceso”. También ha mostrado su gratitud con el Papa por haber permitido que los jóvenes “hablaran y fueran escuchados en la preparación de la Asamblea”, porque “tienen mucho que decir y mucho que aprender, como todos nosotros”. Y “no es de recibo ni el paternalismo ni el autoritarismo”.
En otro orden, Blázquez ha reconocido la labor en la secretaría de José María Gil Tamayo, recientemente nombrado obispo de Ávila. “Todos hemos podido disfrutar de su cercanía, de su entrega generosa y de su ayuda, y se lo agradezco sinceramente”, ha afirmado. Al mismo tiempo, ha querido recordar al fallecido Anastasio Gil, director nacional de Obras Misionales Pontificias, que “durante tantos años ha trabajado en esta casa y tan notable ha sido su entrega por la animación misionera y los misioneros españoles. ¡Descase en paz y que el Señor premie a este trabajador infatigable del Evangelio!”.
Al concluir su discurso, el cardenal le ha cedido la palabra al nuncio en España, Renzo Fratini, a quien le ha pedido que le traslade al Papa la “plena comunión con su persona y magisterio”. Fratini les ha mostrado su aliento en la redacción de los estatutos. Sobre el secretario general quiso recordar que su “más delicada” misión es ser “la voz de la Iglesia ante la realidad que afecta a la sociedad”.
En relación a la formación de sacerdotes, ha hecho hincapié en la evaluación psicológica de los seminaristas. Pero ha remarcado que “la vocación no la deciden los psicólogos”.
Los obispos elegirán durante esta semana al futuro secretario general de la CEE, tratarán el estudio de la elaboración de la Ratio Fundamentalis nacional de la formación de los futuros sacerdotes, la aprobación del proyecto de reforma de la Conferencia Episcopal o la puesta en marcha de medidas tras el Sínodo. Así, también dedicarán un espacio a los temas de abusos en la Iglesia, como han confirmado a Vida Nueva varios prelados.