“Los acuerdos Iglesia-Estado, que necesitan una adaptación, solo deberían ser revisados con el mismo espíritu de hace 40 años: cuando haya un clima de consenso que acepte la valoración y el reconocimiento del hecho religioso, como un elemento que contribuye a la sociedad, por lo tanto, digno de protección”. Esta es la recomendación que realizó Eugenio Nasarre, ex director general de Asuntos Religiosos, durante la mesa redonda celebrada en el marco de la jornada ‘Libertad religiosa y educación’ Convocada en Madrid por la Fundación SM y la Universidad Pontificia de Comillas.
“Es el mejor modo de hacer una decente conmemoración de los acuerdos. Esa conciencia hay que tenerla para promover un encuentro en el que todos estamos abocados para salir adelante en esta crisis histórica de envergadura que vive el país”, añadió, a la vez que recordó que “cuarenta años después de su firma, la sociedad española ha cambiado muchísimo y la secularización se ha acelerado más de lo previsible y el catolicismo es hoy una minoría”.
El liderazgo de Tarancón
En una mesa redonda centrado en el “Pasado, presente y futuro de los acuerdos de 1979” moderada por el director del Centro de Innovación del Derecho de ICADE, Federico de Montalvo; Nasarre compartió mesa con el catedrático de Derecho Constitucional de la UNED, Carlos Vidal; así como de Carlos García de Andoain, director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao.
Echando la vista atrás, Nasarre elogió el papel del cardenal Tarancón para culminar estas relaciones entre la Iglesia y el Estado: “Tarancón tenía muy claro que después de la muerte de Franco había que sentar las bases de la nueva situación”, aplaudió sobre su “liderazgo indiscutible que fue creciendo en la Iglesia”, de la mano del nuncio Dadaglio y con el respaldo de Pablo VI. “De forma acertada su tesis triunfó: era mejor una Iglesia sin hipotecas, libre, sin ataduras, para promover la reconciliación”, subrayó.
La independencia respecto a la política
Nasarre también puso sobre la mesa el papel de Juan Carlos I y de Adolfo Suárez para lograr “el empeño de Pablo VI que no logró con Franco: la independencia de la Iglesia respecto al poder político”. Así, el primer Consejo de Ministros de Suárez ya se consiguió, a instancias del Rey, el primer preacuerdo “que desbrozó todo el camino para labrar unas nuevas relaciones Iglesia-Estado”. De la misma manera, acordaron no firmar los acuerdos hasta que no estuviera firmada la Constitución.
“Los acuerdos no son tótem ni tabú. No son intocables ni sagrados”, quiso dejar claro García de Andoain, que llamó a no tener “actitudes agresivas ni defensivas, hay que aflojar”. El que fuera asesor de Fernández de la Vega y Jauregui, negó que los acuerdos sean “anticonstitucionales o predemocráticos, forman parte del conjunto de pactos que alumbraron la nueva sociedad democráticas. Por lo tanto, son acuerdos y no concordatos”.
Punto de inflexión sociológica
Para el cristianos socialistas “2012 marca un cambio capital de inflexión en la sociología religiosa” en tanto que las estadísticas hablan de un secularismo y un pluralismo religioso. “La Iglesia católica está dejando de ser la Iglesia de todos o de la mayoría, para ser un grupo dentro de ellos, que ya es minoritario entre los jóvenes. La Iglesia no podrá construirse como una corporación pública en régimen de biteralidad con el Estado”, planteó.
“Lo fundamental es que jurídicamente debe haber una legislación marco de todas las creencias y opciones de conciencia que debe prevalecer sobre los acuerdos, frente a la asimetría actual”, propuso García de Andoain. Fue más allá para anunciar que “si en este momento hay una ley de libertad religiosa corta y unos acuerdos largos, pienso que debería haber una ley de libertad de conciencia y religiosa larga y unos acuerdos cortos”.
Por una laicidad positiva
“No podemos negar que España sea un Estado aconfesional, pero hay que enmarcarla desde una laicidad positiva”, defendió Vidal. “En la opinión pública española no se tolera la defensa de la vida prenatal o la libre elección de centros escolares, porque se entiende como una injerencia de lo sagrado, de lo privado con lo público”, apuntó el experto en Derecho, dejando caer que “al final vamos a tener que salir del armario los católicos”.
“Hay que evitar el fundamentalismo laico que busca la purificación social”, advirtió a la vez que señaló que no es partidario de modificar el artículo 16.3 de la Constitución: “Hay que cambiar las actitudes para modificar con sentido los acuerdos. La clave es ver cómo el Estado puede desarrollar hoy esos acuerdos con la Santa Sede”. “Hoy quizá España haya dejado de ser un poco más católica. Pero no se puede negar que, aun siendo minoritarios, seguimos siendo los mayoritarios”, añadió.