“En algunas ocasiones, las tensiones sociales desencadenan hechos de violencia que afectan a la dignidad e integridad de personas concretas. No nos puede dejar indiferentes la violencia que estalla a veces en La Araucanía, provocando dolor y sufrimiento en muchas personas”, fueron las tibias palabras con las que los obispos de Chile, en declaración al término de su asamblea plenaria, aludieron al conflicto en esa región que dos días antes había significado la muerte de un mapuche por una bala de Carabineros.
Nieto de un histórico lonco de la zona e hijo de un dirigente actual, Camilo tenía 24 años, una hija pequeña y su mujer embarazada. Su muerte ocurrió cuando un comando de policía allanó una comunidad mapuche en el sector Temucuicui, cercano a Ercilla, 600 kilómetros al sur de Santiago, en la región de La Araucanía. Los policías hicieron disparos que alcanzaron por detrás al tractor en que viajaban Camilo y un amigo, una de ellas hirió de muerte a Camilo. El vehículo recibió 23 balas en su parte posterior, según constató Consuelo Contreras, directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos, quien presentó tres querellas por ese hecho.
“Estas querellas, explicó la directora, se fundan en que se ha constatado que en el caso de Camilo Catrillanca no hubo oposición, ya que todos los disparos se encuentran en la parte de atrás del tractor. Ambos estaban desarmados. Las balas no fueron solo una, sino que son 23 balas las que tiene el tractor”. Además, aseguró que los funcionarios cambiaron de balines de goma a balas y que eran una “fuerza especializada, profesional, de la materia, por lo que sabe cuál es el impacto que puede tener el tipo de bala que usan”, concluyó.
El hecho ha provocado conmoción en el país que se ha expresado en manifestaciones masivas en varias ciudades, ‘caceroleo’ ruidoso a horas anunciadas por redes sociales y fuerte presión política que ha llegado a provocar la salida del Intendente Regional de La Araucanía.
El martes 20, en Temuco capital de la misma región, la selección chilena de fútbol enfrentó a su equivalente de Honduras en un partido amistoso. No les fue permitido tener un minuto de silencio oficial antes del encuentro, pero los jugadores de ambos equipos formaron un círculo al centro de la cancha, se abrazaron y mantuvieron silencio provocando un estruendoso aplauso del público presente.
Esa misma noche del martes, en el centro de Santiago, el templo de san Ignacio recibió a cientos de hombres y mujeres reunidos para orar por la paz en La Araucanía. Uno de los presentes, el jesuita Pablo Castro, quien vivió 12 años en Tirúa, zona mapuche, dijo que “tenemos que atrevernos a ponerle a Cristo el rostro de los que hoy son violentados, el rostro de Catrillanca, de las mujeres maltratadas, son rostros de hombres y mujeres que también están crucificados, estamos invitados a reconocer allí también el anuncio de Jesucristo”.
La religiosa Nelly León, capellana de la Cárcel de mujeres, también presente en el acto, expresó que “el tiempo se ha cumplido, no podemos como católicos seguir replegados y no hacernos presentes en la lucha por la verdad y la justicia, especialmente en nuestros hermanos mapuches y para luchar contra todo tipo de violencia”.
Al término de la celebración se encendió el cirio pascual del cual todos los asistentes encendieron su propia vela y salieron al atrio del templo donde se leyó una declaración firmada por 61 representantes de organismos de pastoral mapuche de Argentina (Neuquén y Chubut, principalmente) y de 3 regiones chilenas: Araucanía, Biobío y Santiago.
“Como mujeres y hombres de Iglesia que colaboramos en territorio mapuche y solidarizan con el sentir del pueblo queremos expresar nuestras condolencias, cercanía y apoyo a la familia y comunidad de Camilo Catrillanca, como también a todo el Pueblo Mapuche en esta nueva hora de dolor e injusticia a manos de la violencia estatal”, inician la declaración.
Más adelante expresan: “Pedimos el fin de la actual política indígena de gobierno, que valida y fortalece una vía represiva con un triste historial de vulneración de derechos en el territorio contra mapuche, desencadenando una larga lista de injustos y lamentables episodios como la muerte de Camilo Catrillanca. Por esta vía política represiva es imposible solucionar el conflicto que el Estado chileno tiene con el Pueblo Mapuche”.
“No se puede continuar dilatando el abordaje de las demandas políticas del Pueblo Mapuche, agrega la declaración, pues son el único camino para encontrar la paz en base a la justicia. La actual política indígena se equivoca al empeñarse en una vía cultural sin reconocimientos políticos; en una vía represiva, que solo ha traído dolor y muerte; y una vía empresarial, que desconoce el desarrollo mapuche y genera más presión en el territorio”.
Finalmente llaman “a nuestras iglesias y sus autoridades a solidarizar no solo con el dolor del Pueblo Mapuche, sino también con sus luchas por legítimos derechos, a respetar y aprender humilde y sinceramente de su cultura y su religión, de modo que entre todos y todas ensanchemos las fuentes de sabiduría y vida que permitan un Buen Con-Vivir a todos y todas”.
El jesuita Carlos Bresciani es el actual superior de la comunidad que vive en Tirúa hace más de 10 años, compartiendo el modo de vivir mapuche. Consultado por La Tercera sobre el estado actual de la confianza entre las comunidades y las autoridades, dijo que “si estaban débiles, esto viene a quebrarlas mucho más. Cómo confiar en las políticas de gobierno que por un lado te ofrece zanahoria y por otro garrote. Es difícil, pero creo que hay que hacer gestos muy importantes para devolverla y esto pasará por habilitar como sujeto político al pueblo mapuche, a sus dirigentes. Tomará tiempo, pero es necesario. Ciertamente requerirá abandonar la lógica de los réditos políticos. Implicará de verdad tomar en cuenta las demandas políticas del movimiento social y político mapuche”.