“La construcción de una iglesia o su nuevo destino no son operaciones que solo pueden ser tratadas técnica o económicamente, sino que deben evaluarse de acuerdo con el espíritu de la profecía: a través de ellas, de hecho, pasa el testimonio de la fe de la Iglesia, que acoge y da la bienvenida”. Así lo ha expresado el papa Francisco en su mensaje a la conferencia ‘¿Ya no vive Dios aquí? El adiós de los lugares de culto y la gestión integrada del patrimonio cultural de la Iglesia’, organizada por el Pontificio Consejo para la Cultura –en colaboración con la Pontificia Universidad Gregoriana y la Conferencia Episcopal Italiana–, que tiene lugar en Roma desde hoy, 29 de noviembre, hasta mañana día 30.
En un mensaje leído por el cardenal prefecto Gianfranco Ravasi, el Papa echó la vista atrás para recordar a Pablo VI y Juan Pablo II y su Magisterio sobre el patrimonio cultural. En este sentido, “siguiendo el pensamiento del Magisterio eclesial, podemos elaborar casi un discurso teológico sobre el patrimonio cultural, considerando que forman parte de la liturgia sagrada, la evangelización y el ejercicio de la caridad”. “Ellos, de hecho –ha proseguido–, en primer lugar se encuentran entre esas ‘cosas’ que son (o han sido) herramientas del culto, ‘signos sagrados’, en palabras del teólogo Romano Guardini. Y el sentido común de los fieles percibe los entornos y objetos destinados a adorar la permanencia de un tipo de impresión que no termina incluso después de haber perdido ese destino”.
Además, ha explicado que “los bienes culturales eclesiásticos son testigos de la fe de la comunidad que los ha producido a lo largo de los siglos y, por este motivo, son, a su manera, instrumentos de evangelización que están flanqueados por los instrumentos ordinarios de proclamación, predicación y catequesis”. Pero “su elocuencia original puede conservarse incluso cuando ya no se usan en la vida ordinaria del pueblo de Dios, especialmente a través de una exposición de museo correcta, que no los considera solo documentos de la historia del arte, sino que les devuelve una nueva vida para que puedan continuar realizando una misión eclesial”, ha continuado.
Jorge Mario Bergoglio también ha recordado que los bienes culturales se destinan a las actividades caritativas realizadas por la comunidad eclesial. Citando a San Lorenzo, ha mantenido que “mientras la Iglesia inculca el deber de protección y conservación de los bienes, y en particular del patrimonio cultural”, la realidad es que “no tienen un valor absoluto, pero, en caso de necesidad, deben servir al mayor bien del ser humano y especialmente al servicio de los pobres”.
El Pontífice ha indicado que tras “la observación de que muchas iglesias hasta hace algunos años eran necesarias y ahora no –debido a la falta de fieles y del clero o a una distribución diferente de la población en ciudades y áreas rurales– debemos acogerlo sin ansiedad, como un signo de los tiempos que nos invita a la reflexión y nos obliga a adaptarnos”. Francisco ha celebrado que esta reflexión, “iniciada desde hace mucho tiempo a nivel técnico en lo académico y profesional, ya ha sido abordada por algunos episcopados”.
Asimismo, ha recalcado que “la contribución de la presente conferencia es, sin duda, hacer que las personas perciban la amplitud de los problemas, pero también compartir experiencias virtuosas, gracias a la presencia de los delegados de las Conferencias Episcopales de Europa y algunos países de América del Norte y Oceanía”. “Les recomiendo encarecidamente que cada decisión sea el resultado de una reflexión coral llevada a cabo dentro de la comunidad cristiana y en diálogo con la comunidad civil –ha añadido–. La eliminación no debe ser la primera y única solución en la que pensar, ni tampoco debe llevarse a cabo con un escándalo de fieles. Si fuera necesario, debería insertarse a tiempo en la planificación pastoral ordinaria, ir precedido de información adecuada y compartirse en la medida de lo posible”.