Entrevistas

Fernando de Haro: “China ha fracasado creando una Iglesia Nacional y el acuerdo con la Santa Sede lo certifica”

  • El periodista estrena el documental ‘Good Plan’, con testimonios sobre cómo viven los cristianos del gigante asiático en un sociedad sin libertades
  • “Es una Iglesia que sigue siendo del silencio, hay como una especie de ‘status quo’ en la que uno celebra clandestina o abiertamente la fe, pero no se habla de ello”, señala





El periodista Fernando de Haro ha presentado ayer, gracias al Instituto CEU de Estudios Históricos y la Fundación Ignacio Larramendi, un nuevo documental sobre las difíciles situaciones que los cristianos viven en diferentes partes del mundo. En este caso, el punto de mira han sido los cristianos de China. El título del proyecto es ‘Good Plan’ y se ha estrenado después de que el pasado mes de octubre la Santa Sede y el Gobierno de Pekín hayan llegado a un histórico acuerdo para la designación de obispos.

Una primavera cristiana china

PREGUNTA.- ¿Cuál es la peculiaridad de este documental respecto a los 6 anteriores con temáticas similares? ¿En qué se diferencia la realidad china de otros lugares donde la persecución religiosa toma otras formas?

RESPUESTA.- Estamos ante un fenómeno de restricción de libertades por parte del Estado, frente a los casos del islamismo o hinduismo radical. Y aunque es verdad que en este momento no hay propiamente una persecución cruenta en China –como sí hubo en su momento durante la época de Mao, la Revolución Cultural…–, aunque sí que hay destrucción de iglesias sobre todo en la ciudad de Wenzhou –que es la gran Jerusalén china–.

Como el cristianismo se extiende rápidamente en China, parece que ahora mismo 100 millones de chinos son cristianos aunque no hay datos oficiales y el protestantismo está creciendo muy rápidamente en los ambientes urbanos; frente a eso hay una reacción del gobierno de Xi Jinping que pretende retomar el control a partir del Partido Comunista de todos los ámbitos de la vida social, lo que provoca que esta expansión –hay quien habla de una “primavera cristiana china”– provoque el recelo del Gobierno que utiliza diferentes fórmulas para limitar esa libertad. Una de ellas es la destrucción de iglesias o la retirada de las cruces en las ciudades.

También hay un control absoluto, todo es grabado, registrado y toda la información es procesada. Por ello los que defienden a los cristianos, como algunos abogados defensores o gran parte de la disidencias, son encarcelados. Desde febrero de 2018 se ha puesto en marcha una nueva regulación para la ‘chinización’ de todas las religiosas, lo que significa que se ha incrementado la repulsa a los elementos religiosos externos.

P.- Además está el encaje entre la iglesia llamada patriótica y la tradicional.

R.- Sí, una cuestión que afecta especialmente a los católicos es que sigue en vigor la asociación patriótica con la función de controlar todo. Por eso es tan importante el acuerdo provisional del Vaticano para el nombramiento de obispos porque supone que, de alguna manera, el nombramiento de obispos –que ya se había reducido considerablemente– no acordados con la Santa Sede disminuye. Aquí, el Partido Comunista ha querido crear una Iglesia Nacional Comunista y lo sorprendente –¡y lo bonito!– es que dentro del mundo católico no hay dos iglesias, hay una iglesia presente en la vía pública la llamada “oficial” pero esta es plenamente leal a Roma y cumple con la función de estar identificable y cada vez menos existe una iglesia “subterránea”. La gran cuestión es que ha fracasado la pretensión de crear una Iglesia Nacional y este acuerdo con la Santa Sede lo certifica.

Aunque sigue habiendo detenciones, sí que hay un control por parte del Estado en estos frentes, hay algunas torturas o internamientos en prisión con violencia… pero no estamos ni ante el extremismo yihadista ni el hinduista, sino con un Estado que pretende controlar todo y que busca sofocar ya que no hay libertad y pretende frenar la expansión de un cristianismo en el que muchos chinos están encontrando un sentido a su vida.

La Iglesia del silencio

P.- En el documental se da voz a los propios cristianos de China. ¿Cómo están viviendo estos últimos movimientos políticos y sociales?

R.- En China domina absolutamente la desinformación. En el documental se recoge el testimonio de un seminarista del Seminario Central de Pekín –controlado por el gobierno– que no sabe si el obispo de Shanghái está recluido o no. La información no existe prácticamente, por lo que la relación de los católicos es muy directa con el obispo o el sacerdote responsable de cada comunidad, no pueden tener una visión global. Y, además, ellos siguen viviendo con mucho miedo. Hemos notado la presión del gobierno cuando no hemos podido entrevistar a gente con la que habíamos quedado… Es una Iglesia que sigue siendo del silencio, hay como una especie de ‘status quo’ en la que uno celebra clandestina o abiertamente la fe, pero no se habla de ello.

También en los testimonios se recoge como hay gente que llega a la fe sin saber nada. Uno de los protagonistas fue buscando una iglesia después de haberla visto en una serie americana, ‘Mujeres desesperadas’, y preguntarse cuál es esa religión en la que se confiesa… hay muchos jóvenes que no conocen la Iglesia y se quieren acercar. Por otra parte, hay una fe que se va reencontrando después de años en los que no era visible y se mantiene silenciada por las dificultades a expresarla públicamente y que han mantenido la fidelidad después de años tan oscuros.

P.- ¿Por qué precisamente este título de ‘Good Plan’, de dónde viene?

R.- Entrevisto a un jesuita que vive en Shanghái y debatimos sobre el plan que Dios tiene para China y él acaba este debate diciéndome: “Tú no puedes juzgar el plan de Dios para los cristianos chinos, a pesar de todas las apariencias es un buen plan”. Es sorprendente este testimonio después de todo lo que se presenta en la película. Él que es una persona con una gran fe confiesa: “No soy yo quien decide en qué circunstancias tengo que vivir, pero toda circunstancia es favorable”. Es el contrasta entre todas las dificultades y una fe confiada en Dios.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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