Vicente Espluges, misionero de Verbum Dei, ha comenzado su ponencia en el segundo congreso internacional de marketing religioso REinspira lanzando una cuestión que, sobre todo a partir del Sínodo sobre los jóvenes se ha convertido en recurrente: “¿En qué creen los jóvenes?”.
“Vivimos en tiempos inciertos”, ha apuntado, ya que “las categorías de lo que se entendía como normal se han roto”. Unos tiempos en los que el avance tecnológico “es tan veloz que prácticamente no nos da tiempo a analizarlo”. Así, la juventud “ya no es una época de la transición entre la niñez y la madurez, sino un fin en sí mismo”. El llamado “fenómeno Peter Pan”, en el que se retrasa “lo máximo posible” la toma de decisiones.
Por otra parte, Espluges ha señalado que “vivimos la época de la imagen”, en la que se produce una “exposición casi total de la vida en busca de aprobación” en las redes sociales. Sin embargo, resultan un arma de doble filo, ya que no permiten “un acercamiento real al otro”. Ejemplo de ello es que “no nos damos cuenta de lo crueles que pueden llegar a ser los comentarios que lanzamos porque no vemos la reacción de la otra persona de forma física”. En definitiva, esto “nos aleja de la realidad”.
“Subjetividad y relativismo”
“La belleza se persigue como una garantía de éxito, se ha perdido esencia”, ha apuntado, pero esto no quiere decir que los jóvenes sean los únicos responsables, ya que “les pedimos al joven que sea maduro, pero hay que darle herramientas para serlo”.
Y es que los jóvenes viven una época en la que “la emergencia de una pluralidad sin límites fruto de la globalización hace muy complicado el momento de decidir cómo queremos vivir, quiénes quieren ser”. Esto, junto a la “subjetividad y el relativismo”, hace que el camino sea complejo, ya que “antes existía lo bueno o malo, que en cierto modo era muy dual, pero enseñaba por donde ir”.
Por todo esto, y a la luz del Sínodo de los Obispos, Espluges propone “acercarse a los jóvenes de la misma manera que Jesús a los discípulos”, ofreciendo un mensaje “que les de ganas de volver al seno de la comunidad, con el protagonismo que se merecen”. “Nos toca presentar de una forma renovada la fe, la continua llamada a la plenitud, a la santidad, a la mejor versión de sí mismos”, ha subrayado.
Una acogida desde el respeto
Para ello, es necesario “dejar atrás los prejuicios” y sentir a los jóvenes “como propios”, en un proceso “prolongado, paciente y respetuoso”. Y es que es habitual “acercarse a ellos de una forma muy moralizante, olvidando que los jóvenes tienen mucho que enseñarnos”. Esta generación, “mucho más preparada que sus padres”, tiene en “esas cabezas” no solo conocimiento y agilidad, sino también “mucha sensibilidad, mucho don de Dios que hay que escuchar”.
“A los jóvenes hay que ofrecerles acción, no tanta reflexión y adoración”, ha dicho, animando a los presentes a proponerles “cosas que hacer”, como voluntariados o trabajo social. “Hay algo muy característico de los jóvenes, que es que consideran que una persona es digna de ser escuchada cuando habla con sinceridad”, ha explicado. Por este motivo se hace esencial “mostrar pasión, ser amigos antes que maestros, contarles lo que vivimos si queremos que nos cuenten lo que viven”.