“Queremos vivir el Evangelio como lo vivieron Cari y Esther”. Así lo ha expresado esta mañana -3 de diciembre- la madre general de las Agustinas Misioneras, Piedad Pacho Reyero, en rueda de prensa. Y es que el próximo día 8 vivirán un momento de gracia con la canonización de las hermanas Esther Paniagua y Caridad Álvarez, quienes fueron asesinadas por odio a la fe en Argelia.
En 1994 estalló en el país una oleada de violencia que afectó a todos los extranjeros, pero principalmente a los religiosos misioneros. En una situación de extremo peligro, el arzobispo de Argel recomendó a las comunidades religiosas que hicieran un discernimiento para permanecer o abandonar la misión. Tras haber decidido quedarse en el país a pesar de todo, el 23 de octubre de ese año, Cari y Esther recibieron varios tiros que acabaron con su vida cuando acudían a misa.
La celebración en la que serán declaradas beatas tendrá lugar en Orán (Argelia). Así, monseñor Pierre Claverie y otros 16 religiosas y religiosos serán elevados a los altares. Todos ellos son “un ejemplo de amor incondicional a un pueblo al que habían elegido servir aun sabiendo que sus vidas corrían peligro”.
Piedad Pacho ha recordado la reflexión de Esther tras discernir si quedarse o irse del país: “Nadie puede quitarnos la vida, porque nosotras ya la hemos entregado. Para mí, el modelo perfecto es Jesús: sufrió, tuvo que vencer dificultades y acabó con el fracaso de la cruz, del que nace la fuente de la vida”. Por su parte, también ha destacado las palabras de Cari en su proceso de discernimiento: “Estoy abierta y obediente a lo que Dios quiera de mí, y a lo que vean mis superiores. María estuvo abierta al querer de Dios, quizá le costó. Deseo estar en esa actitud frente a Dios en los momentos actuales”.
Para la congregación, esta beatificación significa “un gozo, una alegría, un reconocimiento de la fortaleza, del valor, de la valentía que, a pesar de que sabían que su vida corría peligro, se quedaron allí”, ha dicho la general. “Para nosotras son signo de fidelidad del seguimiento de Jesús, cuyo compromiso les llevó hasta el martirio. Ellas prefieren sacrificar su vida a ser infieles a sus compromisos y convicciones. No hicieron la promesa solo con las palabras, sino que lo sellaron con su vida”, ha añadido.
En el mismo sentido, la general ha explicado que para las Agustinas Misioneras, Cari y Esther “son una luz que nos contagia y enciende el compromiso por revivir nuestro espíritu misionero, porque nosotras también podemos ser mártires cada día en lo que hacemos”. Y ha continuado: “Nosotras estamos dispuestas a morir por los demás y ellas, con su ejemplo de ternura, son una invitación a ser mejores misioneras”.
Por otro lado, María Jesús Rodríguez Muñoz, provincial de la provincia de San Agustín y testigo del martirio, ha relatado cómo vivieron esa tarde del 23 de octubre. “No se podía estar allí, y así nos lo comunicaron. No pasaba nada si nos íbamos, pero nos quedamos pensando en las necesidades del pueblo”, ha remarcado.
Las hermanas salían de dos en dos, como les habían aconsejado en la embajada. “Cari y Esther salieron y 10 minutos después Lourdes y yo”, ha rememorado la provincial. “Cuando estábamos a 100 metros oímos dos disparos. Los niños corrían asustados y los vecinos nos pedían que regresáramos a casa mientras lloraban desconsoladamente. Solo oíamos dos nombres: Cari y Esther”.
Las dos misioneras agustinas fueron recogidas por la ambulancia, pero ambas perdieron mucha sangre, por lo que temían por su vida. “Llamamos a la casa general en Madrid para que avisaran a sus familias”, ha comentado. Luego, morirían en el hospital.
Hasta el centro hospitalario llegó Javier Jiménez Ugarte, embajador de España en Argelia de 1994 a 1997, que también ha estado presente en la rueda de prensa. “En mi carrera diplomática este es un recuerdo que no he podido olvidar. España, en aquellos momentos, dio una lección. Mantuvimos abierta la embajada, siendo un caso único. El mérito es de los religiosos, que decidieron no marcharse después del asesinato de Cari y Esther”, ha indicado. Asimismo, ha subrayado que eran conscientes de la decisión firme de quedarse. “Si ellos hubieran decidido marcharse, yo hubiera recomendado cerrar, como hizo Francia. Solo quedábamos civiles que trabajábamos en la embajada y los religiosos: no podíamos dejarles solos”.