Tarancón, hace 40 años: “Quisiéramos que la Constitución fuera la base firme de la convivencia fraternal”

  • Semanas antes del referéndum del 6 de diciembre de 1978, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal hacía una llamada a la libertad de conciencia
  • Vida Nueva respaldó, frente a los nostálgicos, los principios conciliares y que los obispos no dijesen a los fieles qué tenían que votar

Tarancón, hace 40 años: “Quisiéramos que la Constitución fuera la base firme de la

Aunque las (imprescindibles) ‘Confesiones’ (PPC, 2005) del cardenal Tarancón se cierren con la homilía en los Jerónimos y la renuncia del rey Juan Carlos al privilegio de la presentación de obispos… las 900 páginas podrían continuar con nuevas estampas de la historia de la Transición más allá de la coronación real. La trastienda de la Constitución sería uno de esos ejemplos.

Los obispos celebraron su 30ª Asamblea Plenaria a pocas semanas del referéndum que aprobaría definitivamente la Carta Magna. Una reunión que comenzaba precisamente el 20 de noviembre de 1978. Tras un verano intenso en las negociaciones constitucionales y muy movido en los eclesial, ya que tres papas se habían sucedido en la cátedra de san Pedro desde la plenaria anterior: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.

Una nueva forma de hacer

La Iglesia española del 78 ya había vivido algunas negociaciones en los tiempos de la democracia, suponiendo una prueba de fuego en la aplicación de los principios conciliares y dejando atrás una mentalidad de cruzada y cristiandad. Así, muchos obispos habían enfocado su papel de orientación de cara al referéndum constitucional en otra clave. Muestra de ellos son la conferencia de Elías Yanes en el Club Siglo XXI sobre “Qué esperaría un cristiano leer en una Constitución democrática” el 24 de noviembre de 1977 o las pastorales de Vicente Enrique y Tarancón, obispo de Madrid-Alcalá, sobre la Constitución entre el 8 de octubre y el 5 de noviembre de 1978.

También algunos órganos de la Conferencia Episcopal habían emitido dos notas durante los últimos meses del debate constitucional en las Cortes. Comunicados que subrayaban los valores de fondo pero que no hacían campaña ni por el sí o por el no –ni siquiera por la abstención, opción de algunos prelados– sino que apelaba a la conciencia personal y, por lo tanto, eran atacados por pasarse o por quedarse cortos.

Así Tarancón comenzó la Plenaria de noviembre, mientras ETA cometía un nuevo atentado en Basauri (Vizcaya), deseando que la “Constitución fuera la base firma de esa convivencia fraternal” que debe dejar atrás incomprensiones y luchas. El presidente de los obispos, en su discurso inicial, resaltó la “autonomía e independencia de la comunidad política” frente a quienes se habían acostumbrado a los privilegios eclesiales o a las constituciones confesionales.

También el nuncio, Luigi Dadaglio, definía el momento como un “tiempo excepcional”. Antes los cambios sociales, “no son tiempos de silencios ni de omisiones, de enfeudamientos ni quietudes, de permisivismos ni lugares comunes”… Por ello pidió que las asambleas de obispos “sean de verdad eslabones de una Iglesia que se renueva, que se rejuvenece, que se hace cada día más auténtica, más Iglesia de Cristo”.

El respaldo de ‘Vida Nueva’

No todos simpatizaban con el enfoque conciliar de Tarancón. El caso más elocuente es el del obispo de Cuenca, José Guerra Campos que, siendo procurador en Cortes, en 1976 fue de los que se opuso a la abolición de los Principios Fundamentales del Movimiento para dar paso a la Ley de la Reforma Política. De hecho, una vez más, el prelado no se presentó en la Plenaria.

Vida Nueva se hacía eco de las palabras de Tarancón ofreciendo íntegros los 15 folios del discurso inaugural y buceaba en el trasfondo de los principios defendidos ante los obispos por su presidente. Las reacciones a las notas de la Conferencia eran claras: “Algunos políticos han llamado ambiguos a los obispos y otros les han llamado traidores” se lee en el editorial “Los votantes del 6 de diciembre”. ¿El motivo? Por fin de ponía en juego el Vaticano II y se apelaba de forma confiada a la “libertad de conciencia” al tratarse el voto de una cuestión política. Frente a los temores, la revista hacía frente con Tarancón a quienes transitan “la caverna entenebrecida del miedo” o la “improvisada torre del grito” para hacer de la Constitución un “punto de partida” sobre el que ser más libres.

“El día 6 de diciembre no se acaba el mundo caduco y empieza el paraíso. El 6 de diciembre, simplemente, pasamos la página del libro. Pero hay que seguir leyéndolo”, concluía el editorial.

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