La paz en México es posible, pero para ello es necesario cambiar el principio rector de la sociedad moderna, que hasta el día de hoy es el económico, pues éste es responsable de la desvinculación social que vive el país, y por lo tanto, de la violencia. Y es que, de acuerdo con la Compañía de Jesús, el principio económico detona la envidia, la ambición y el deseo de poder y, como consecuencia, la violencia.
A partir de este concepto fue como surgió en los jesuitas la idea de promover el principio del “buen convivir” en algunas comunidades del país, a través del Programa de Reconstrucción del Tejido Social, una iniciativa del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) Jesuitas por la Paz.
A lo largo de tres años, este programa se ha implementado con éxito en ocho municipios de cuatro entidades federativas, y próximamente se aplicará en otras más.
El “buen convivir”
En entrevista para Vida Nueva, el sacerdote Jorge Atilano González Candia, director del CIAS, explica que para construir la paz, primero necesitamos comprender la situación de violencia, que en el caso de México, tiene que ver con una fractura social que se ha generado a partir de tres debilitamientos: de la identidad, del vínculo social y de la institucionalidad, lo cual ha deteriorado las relaciones personales e institucionales, generando condiciones apropiadas para la violencia.
Ante esta realidad, el religioso considera fundamental construir una nueva narrativa que permita a los mexicanos verse como una familia, como una comunidad, como un pueblo; “necesitamos realizar procesos para fortalecer estos tres aspectos”.
En este sentido, lo que ha hecho el CIAS es articular actores, pues la violencia tiene que ver con un fenómeno sistémico; es decir, no hay un único responsable. Estos actores –explica– son las iglesias, las escuelas, el gobierno, los empresarios y las familias.
“La articulación consiste en compartir nuestros diagnósticos y diseñar un proyecto común. Creo que como sociedad nos hemos visto de manera fragmentada, y eso no ha ayudado en la construcción de la paz; entonces necesitamos ubicar cuál es la función de cada uno de estos actores para que podamos valorar el aporte del otro y ver cómo podemos construir juntos, condiciones para la paz”, dice.
El origen de la violencia
Después de comprender la situación de violencia que sufre una comunidad, el siguiente paso –explica González Candia– es encontrar el origen de la misma, “porque para unos tiene que ver con la corrupción, para otros con el crimen organizado, para otros más con la violencia intrafamiliar, y tenemos que compartirlo, porque esto es muy complejo; entonces se tiene que entender lo que pasa para diseñar un proyecto”.
El tercer paso consiste en crear metodologías para el mejoramiento de la convivencia: “aquí los actores se comprometen y ven de qué manera, desde donde están, pueden colaborar en la construcción de una cultura que lleve al buen convivir”.
Los beneficiados
El Programa de Reconstrucción del Tejido Social inició en el año 2015 con una investigación sobre cómo detonó la violencia en México, y eso sirvió como base del programa. Los primeros equipos que aplicaron el programa fueron enviados en el 2016 a Cherán y Tancítaro, en Michoacán; actualmente se llevan a cabo en Celaya, Guanajuato; Parras, Coahuila; Tangancícuaro, Michoacán; Huatusco, Veracruz; y Chilón y Sitalá en Chiapas.
“En el 2019 vamos a abrir el programa en los municipios de León y Celaya, en Guanajuato, así como en Chalco, Estado de México”, añadió.
El número de personas beneficiadas varía, pero “de acuerdo a los conteos de los equipos que imparten los talleres, de manera directa se ha capacitado en Cherán, a 800 personas; en Tancítaro, a 6.000; en Tangancícuaro, a 500 y en Chiapas, a 1000”.
“La paz necesita construirse desde lo local; un problema estructural de violencia, de corrupción, es clave para el proceso, pero si no atendemos lo local, no atenderemos las causas profundas de la violencia”, sentenció.