Francisco ha comenzado la oración del ángelus en la mañana de hoy, 9 de diciembre, recordando que, si bien la liturgia del primer domingo de Adviento “invitaba” a vivir este tiempo “con actitud vigilante y desde la oración”, en este segundo domingo “se nos invita a dar sustancia a esta espera emprendiendo un camino de conversión” por medio de la figura de Juan el Bautista. De la misma manera, ha invitado a los presentes en la Plaza de San Pedro a “pensar qué se puede cambiar” de la propia actitud “para preparar el camino del Señor”.
“El Bautista recorrió toda la región del Jordán anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”, continuó el Papa, añadiendo las palabras del profeta Isaías que recogidas en el evangelio de San Lucas para describir la misión del Bautista: “Una voz grita en el desierto: ¡Preparad el camino al Señor! Cada valle será rellenado, cada monte será aplanado”.
Asimismo, Bergoglio ha señalado que, “para preparar el camino al señor que viene”, es necesario “tener en cuenta las exigencias de conversión a las que nos invita el Bautista”, por las cuales “estamos llamados a rellenar los valles producidos por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos que Jesús”, es decir, con una “cordialidad y atención fraterna” capaz de hacerse cargo de “las necesidades del prójimo”. “Es decir”, continuó Francisco, durante este tiempo de Adviento “hay que ir aplanando todo lo que conlleva la frialdad”, ya que “no se puede tener una relación de caridad y fraternidad con el prójimo si hay huecos, espacios, igual que no se puede ir por una carretera con muchos hoyos”. Por este motivo “hay que aplanar calles, hay que cambiar de actitud”.
El Papa ha explicado que este cambio de actitud al que se llama a los cristianos durante el Adviento “hay que hacerlo con una mirada especial por los mas necesitados”, de la misma manera que hay que “rebajar tantas asperezas causadas por el orgullo y la dureza”. “Cuánta gente, sin saberlo, es áspera, soberbia, dura, no tiene esa relación de cordialidad”, ha dicho Bergoglio.
“Hay que superar” la falta de cordialidad con “gestos de reconciliación con nuestros hermanos”, que se traducen en ser capaces de “pedir perdón por nuestras culpas”. Algo que Francisco ha reconocido que “no es fácil”, sobre todo sin pensar “quién dará el primer paso” a la hora de disculparse. Sin embargo, ha apostillado que “el Señor nos ayuda si tenemos buena voluntad”.
“La conversión es completa si nos lleva a reconocer nuestros errores”, ha subrayado, a lo que ha añadido que el creyente “es aquel que, al hacerse cercano al hermano, como Juan el Bautista, abre caminos en el desierto”. Es decir, es aquella persona capaz de indicar “perspectivas de esperanza” incluso en contextos existenciales “difíciles, marcados por el fracaso y la derrota”. Por este motivo, Francisco anima a no rendirse “ante las situaciones negativas o de rechazo”. Así, los cristianos no deben dejarse “subyugar por la mentalidad del mundo, ya que el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de amor y consuelo”.
“El testimonio de vida de Juan el Bautista”, ha continuado el Papa, “nos ayuda a ir adelante en nuestra propia vida”, ya que “su valentía en el anuncio del Mesías logró despertar las expectativas de su llegada, que desde hacía tiempo estaban adormecidas”. De esta manera, “aun hoy los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos para reencender la esperanza, para hacer comprender que, a pesar de todo, el reino de Dios sigue siendo construido día a día con la fuerza del Espíritu”.
Bergoglio ha pedido, además, que “la Virgen María nos ayude a preparar día a día el camino del Señor, comenzando por nosotros mismos, y a sembrar a nuestro alrededor, con tenacidad y paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad”. Y, antes de retirarse, ha saludado a los peregrinos de “Roma, Italia y diversas partes del mundo”, particularmente a los jóvenes de la diócesis de Orvieto-Todi, a los fieles de Trapani, Caltagirone y Bronte, y a los confirmandos de Almè (Bergamo).