Cono Sur

Fernando Ramos: “Debemos hacernos cargo de los puntos más débiles que hemos tenido como Iglesia”

  • Los obispos chilenos llaman a preparar Asamblea Eclesial Nacional tras los escándalos de los abusos sexuales
  • El administrador apostolico de Rancagua reflexiona en Vida Nueva sobre esta renovación: “¿Qué podemos hacer para que estas situaciones no se repitan?”





El acuerdo de la reciente asamblea plenaria de los obispos chilenos sorprendió a muchos: realizar la III Asamblea Eclesial Nacional en mayo del 2020, la que “sentará las bases de las nuevas orientaciones pastorales para la iglesia en Chile”, dijeron los obispos, con preparación en un “proceso de discernimiento para avanzar en el camino de llegar a ser una Iglesia cada día más sinodal, profética y esperanzadora que busca continuar poniendo en el centro a Jesucristo”, agregaron.

Lidera este proceso el obispo secretario general de la Conferencia Episcopal (CECH), Fernando Ramos, actual administrador apostólico de Rancagua. A pocos días de cumplir 60 años, Ramos recibió a Vida Nueva para abordar este tema. Ingresó al seminario después de titularse como ingeniero forestal en la Universidad de Chile. Ordenado sacerdote en 1990, se desempeñó en parroquias de Santiago antes de ser enviado a la Pontificia Universidad Gregoriana, donde obtuvo el grado de Doctor en Teología con especialización en Sagrada Escritura.

A partir de diciembre de 1999 prestó servicios en la Congregación para los Obispos, donde permaneció hasta marzo de 2007. De regreso a Santiago ocupó varios cargos entre ellos, por varios años, rector del Seminario Pontificio Mayor de la arquidiócesis. Consagrado en mayo del 2014 fue obispo auxiliar de Santiago hasta su nombramiento a Rancagua, en junio pasado. En noviembre del año pasado, fue elegido Secretario General de la CECH, por un período de tres años.

Para explicar esta convocación, respondió así a Vida Nueva:

PREGUNTA.- ¿Qué origina esta III Asamblea?

RESPUESTA.- Confluyen dos procesos. Ha habido antes dos asambleas eclesiales nacionales, en el 2007 y en el 2013, antecediendo la formulación de orientaciones pastorales del Episcopado. Esta asamblea es continuidad de esa experiencia de encuentro eclesial que ha dado muchos frutos. El segundo proceso, más coyuntural, es responder a la crisis que estamos viviendo. En un escenario de amplia participación y representación de la iglesia nacional, prepararemos esta tercera asamblea, que va a ser el 2020, en un proceso de reflexión sobre cómo hacernos cargo de la iglesia actual, con una mirada propositiva, no para, como dice el Papa, ‘quedarnos rumiando en la desolación’, sino más bien para hacernos cargo de los puntos más débiles que hemos tenido como iglesia y ver cómo podemos seguir caminando.

P.- ¿Tiene relación con las indicaciones del Papa de avanzar a una iglesia más sinodal, profética y esperanzadora?

R.- Ciertamente que sí. El Papa ha subrayado mucho el concepto de Pueblo de Dios como clave interpretativa de lo que es la Iglesia y nos invita a que todos vivamos en esta categoría sintiendo la iglesia como propia, de lo cual yo soy protagonista y partícipe.

Hay que tratar de favorecer la participación y el discernimiento. Hay algunas teclas que el mismo Santo Padre ha señalado y que son importantes, como ser una iglesia profética, es decir una iglesia capaz de discernir desde la realidad en la que está viviendo, cuál es la voluntad de Dios y cómo nosotros podemos hacernos servidores de esa voluntad, en el servicio a la sociedad entera. Evidentemente, eso emana del Evangelio, de la experiencia de Jesucristo, por consiguiente es una Buena Noticia, es un acto evangelizador. Por esto creo que la decisión que hemos tomado en la última asamblea plenaria está muy en sintonía con lo que el mismo Santo Padre ha subrayado.

P.- ¿De qué manera se va a preparar?

R.- Queremos que no sea un momento, sino un proceso. Llegar con contenidos preparados que nos ayuden a ajustar nuestra vida eclesial. Tenemos un itinerario grueso: este año está siendo un tiempo de escucha; el 2019 será de discernimiento para que el 2020, la asamblea eclesial, sea un tiempo de propuestas, opciones. Se quiere que la mayor cantidad de instancias eclesiales participen en este proceso, especialmente durante el próximo año, en el tiempo de discernimiento. En las diócesis, en los colegios, laicos, consagrados, es decir todos quienes constituimos la iglesia a través de los diversos estamentos participen en algún grado en este proceso.

P.- ¿Qué efecto tienen sus conclusiones? 

R.- Van a orientar la elaboración de las futuras orientaciones pastorales. Vemos tres grandes ámbitos, cada uno con contenidos diversos. El primero es la iglesia Pueblo de Dios en sus relaciones internas: tenemos que ver el ejercicio de la autoridad, la participación y la acogida a las víctimas que pudo haber, todo esto en la Iglesia; cómo acogemos a las personas más vulnerables de la sociedad. Cómo nos relacionamos. Queremos hacer una reflexión profunda para ver si nuestros modos de relacionarnos se ajustan o no con el proyecto de Jesucristo. Las situaciones de abuso sexual, de autoridad o de conciencia, sin duda son un desfase con lo que es la voluntad del Señor. Por eso tenemos que preguntarnos como comunidad eclesial: ¿qué tenemos que mejorar aún para que estas situaciones no se vuelvan a repetir?

Otro ámbito es la dimensión evangelizadora, muy importante para nosotros. ¿Cómo estamos evangelizando? Ver tanto la misión, como la transmisión de la fe, la catequesis. No sólo en referencia a los abusos, sino sobre todo en un contexto más complejo: lo cultural, en Chile estamos viviendo en una sociedad que ha mutado a pasos agigantados en los últimos 20 años. Tenemos que ver cómo adaptar nuestra forma de evangelizar a este nuevo contexto cultural, económico y social.

El tercer ámbito es la vida consagrada y los sacerdotes, sobre todo respecto a su formación inicial y permanente. Si ha habido muchos casos de personas consagradas que han cometido abusos de menores, tenemos que preguntarnos qué ha fallado en la formación inicial y en la permanente y cómo mejorar esa formación para que el personal consagrado responda a su vocación. Si un consagrado hace este tipo de actos es que está en las antípodas de lo que es su testimonio. No es casualidad o equivocación suya, no, es un problema grave que exige ser afrontado para evitar que continúe esta situación.

Queremos que a la asamblea llegue un trabajo de reflexión, de discernimiento anterior, para que en ella se hagan propuestas concretas que cristalicen en nuevas orientaciones pastorales que nos permitan seguir adelante en nuestro camino evangelizador.

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