“Que las lecciones aprendidas de las dos grandes guerras del siglo XX, que llevaron al nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas, sigan convenciendo a los pueblos del mundo y a sus líderes de la inutilidad de los conflictos armados y la necesidad de resolver las disputas a través del diálogo paciente y negociación”. Con estas palabras se ha dirigido Francisco hoy, 13 de diciembre, a los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Granada, Gambia, Bahamas, Suiza, Cabo Verde, Islandia, Turkmenistán, Malta, Qatar y Estonia.
Además de la celebración, este año, del centenario del fin de la I Guerra Mundial, una “masacre inútil” como la definiría Benedicto XVI, “la comunidad internacional celebra otro importante aniversario”: los 70 años de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Este documento fundamental”, ha dicho el Papa, “continúa guiando los esfuerzos de la diplomacia internacional para garantizar la paz mundial y promover el desarrollo integral de cada individuo y de todos los pueblos”.
“En estos tiempos de profundos cambios sociales y políticos”, ha señalado, “el compromiso” con los principios de la Declaración “no pueden faltar”, lo que exige que el respeto por la dignidad humana “inspire y dirija todos los esfuerzos para enfrentar las situaciones graves de guerra y conflicto armado, la pobreza opresiva, la discriminación y la desigualdad que afligen a nuestro mundo y que en los últimos años han contribuído a la crisis migratoria actual”.
Ante estas situaciones, no se puede “ignorar nuestra responsabilidad moral”, por lo que es necesario “atender al bien común para acoger, proteger e integrar a los que llaman a nuestras puertas en busca de un futuro seguro para ellos y para sus hijos”.
En cuanto al papel de la Iglesia en la crisis migratoria, ha subrayado que “está comprometida a trabajar con cada interlocutor responsable en un diálogo constructivo dirigido a proponer soluciones concretas a este y otros problemas humanitarios urgentes”.