Pedro Trigo es un sacerdote jesuita, de origen español, radicado en Venezuela desde 1959, país donde ha desarrollado su ministerio y aportes a la teología de la liberación especialmente acompañando a las comunidades eclesiales de base. Su relación cercana con monseñor Leonidas Proaño y Gustavo Gutiérrez ha tenido una particular influencia en su pensamiento teológico, pero sin duda el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la Conferencia de Medellín (1968) también han infundido renovados aires a su espíritu insurgente.
Es una de las voces que grita con los pobres desde hace muchos años, en su haber cuentan más más de cincuenta libros y artículos sobre teología latinoamericana, cristología, filosofía y literatura hispana, que encuentran tribuna en numerosos espacios internacionales.
Vida Nueva conversó con este reconocido teólogo abordando importantes temas de la actualidad de la Iglesia, especialmente los más controversiales como la homosexualidad, de la que considera “no condenar en absoluto, pero tampoco glorificar. La cosa es qué hago yo con eso, yo puedo ser un buen homosexual y muy mal heterosexual”. Sobre este asunto prevalece el tema de la dignidad al ser humano y el respeto.
PREGUNTA.- En cuanto al tema de la legalización del aborto, ¿cuál es su posición?
RESPUESTA.- Hay dos cosas distintas. Una qué opino yo del aborto. Yo estoy en contra totalmente del aborto fuera de casos que sean necesarios, pero estoy totalmente en contra porque estoy en favor de la vida.
Ahora, si en una sociedad democrática a la mayoría le parece bien que eso se apruebe, yo no tendría ningún problema, es totalmente distinto qué voy a hacer yo si soy cristiano a que en una sociedad democrática se pueda aprobar, son dos cosas distintas, no tengo que mezclarlas. Si yo vivo en esa sociedad y soy cristiano no puedo abortar, pero que esté legalizado ese no es el problema, hay que distinguir las dos cosas.
P.- Pero hay sectores de la misma Iglesia que afirman que al legalizar ya estás asesinando
R.- Para mí el problema es mi conducta, yo no puedo juzgar la conducta del otro, pero para mí en lo particular el aborto no está bien y si alguien me pregunta diré que no está bien, y si alguien es no creyente, igualito que el creyente, porque la vida es la vida, es igual para todos. Que me parezca mal a que haya una ley, eso es distinto porque estamos en una sociedad democrática y yo no puedo imponer mi criterio aunque no esté de acuerdo.
P.- Respecto a las comunidades eclesiales de base, ¿actualmente cuáles son sus desafíos?
R.- Lo que dice Medellín sobre las comunidades de base sigue siendo totalmente medular, es la primera fuente de eclesialidad, es el primer nivel de Iglesia, es el nivel más básico. Ahora qué presupone eso, lo que dice el Vaticano II que la iglesia somos todo el pueblo de Dios. Si la mayor parte de los curas piensan lo que desechó el Vaticano II, que la Iglesia solo es la comunidad eclesiástica, entonces no puede haber comunidades de base.
El principal problema de las comunidades de base es que mucha gente del clero, por ejemplo párrocos, piensa que ellos son los dueños de la parroquia, cuando por ejemplo el concilio plenario venezolano dice que la parroquia no es el párroco, sino los parroquianos a los que el párroco sirve, eso no se lo creen muchísimos curas, ese es un grave problema.
Pero cuál es el problema más de fondo y al que hace frente la comunidad de base y trata de resolverlo, es el problema de la ‘sociedad líquida’, el individualismo desaforado. En este sentido lo más importante de una comunidad es la lectura orante del Evangelio que da consistencia humana a la gente y le ayuda a vivir como hermanos en Jesús de Nazaret y de esa manera pueden tener como autonomía de vuelo respecto de cómo está la sociedad, porque su autonomía nace de ellos.
P.- Con respecto a la carta al Pueblo de Dios suscrita por el Papa ante los abusos sexuales en especial, ¿qué le diría a Francisco?
R.– Estoy totalmente de acuerdo con el Papa, me siento muy bien expresado en esa carta y me siento muy contento de poder tener este Papa que podemos decir es lo mejor que la ha pasado a América Latina, pero eso es todavía poco. Él es un cristiano y vive de las relaciones primarias con Dios y con Jesús, me alegro muchísimo de que eso sea así.
P.- Usted que ha estado tanto tiempo en Venezuela, ¿cómo ve el futuro de este país?
R.- Tengo una sensación agridulce en Venezuela. Primero, y lo más obvio, es que ninguno de los viejos de Venezuela pudiéramos haber pensado que íbamos a caer tan bajo, es decir, la situación es terrible y que además sea tan torpe y mal hecho, que se hayan destruido todas las fuentes de producción que como decimos en Venezuela el gobierno ‘ni lava ni presta la batea’, eso es tristísimo.
Además hay una imposición violenta de un modelo político, una impunidad total, que no exista Estado, todo ello es tristísimo, pero con todo eso, nunca ha habido en Venezuela personas tan consistentes como las hay hoy, eso que dice Jesús al tentador, ‘no solo del pan vive el hombre’ estoy seguro de ello, porque conozco a mucha gente que no teniendo pan, viven humanamente y son capaces de enriquecer con su pobreza, eso es algo grandioso. Me alegro muchísimo de tener venezolanos así, es lamentable que haya tenido que pasar esta situación para que eso sea, pero tener hermanos y hermanas a personas así a mí me da mucha vida.