El mejor espacio religioso del año 2018, según la asociación Faith & Form, es oración, silencio, tela, luz y un Sagrario. Es la Capilla del Encuentro, que el Centro de Espiritualidad en Salamanca inauguró en su planta baja el pasado junio. “Es una capilla desnuda de imagen, vacía, que intenta forzar ese encuentro íntimo del Creador con la criatura, como decía san Ignacio”, según la describe su director, Cristóbal Jiménez. “Surge en el contexto de que la Provincia en España de la Compañía de Jesús tiene como una de sus prioridades la búsqueda de nuevos lenguajes para la fe –prosigue–. Y en esa búsqueda de nuevos lenguajes para el encuentro con Dios, para presentar y celebrar nuestra fe, especialmente a la gente joven, se funda esta capilla. Y pensando en ese público joven, que sobre todo está tan condicionado con el impacto de la imagen, de los móviles, de los estímulos visuales y las redes sociales, quisimos crear un espacio que no distrajese de lo que es el centro de nuestra fe, el Señor”.
Un espacio directo a la esencia de Dios. “La Casa de Espiritualidad está inserta además en Salamanca, que es una ciudad patrimonio de la Humanidad –continúa diciendo el jesuita–. Si uno pasea por Salamanca ve cómo el arte ha ido dejando su huella de mil maneras a lo largo de la Historia, desde el románico al gótico, distintos barrocos, el plateresco, el churrigueresco. Pensamos en cuál es la necesidad del creyente de hoy. Y surgió esa idea de que ante una cultura de tanta imagen visual, debíamos huir del horror vacui del barroco y ofrecer un encuentro con Dios en la intimidad sin imágenes. De ahí surgió”.
“Un espacio sereno”
El encargo lo asumió el estudio de arquitectura Chérrez y Cantera, de Pamplona. “Ha sido un honor en sí mismo, por Cristóbal y el Centro de Espiritualidad”, dice Xavier Chérrez a Vida Nueva. “El contexto en el que está, en un edificio de corte clásico, en el que hay otras muchas capillas. Y el tipo de circunstancias, como el ajuste de presupuesto, que hay que tener en cuenta para el diseño de un espacio, sea religioso o no, influyó a la hora de buscar algo muy esencial”, relata. Esa voluntad de ser esencial la acabó definiendo, sobre todo, la conversación bíblica en la que el jesuita y el propio arquitecto encontraron el referente en el Libro del Éxodo: “Moisés trasladó la Tienda y la plantó fuera del campamento, y la llamó Tienda del Encuentro. Si alguien quería consultar al Señor, salía del campamento e iba a la Tienda del Encuentro” (Ex 33, 7).
“Por eso nuestra capilla se denomina Capilla del Encuentro, por ese pasaje del libro del Éxodo –manifiesta Cristóbal Jiménez–. El pueblo judío en su éxodo por el desierto llevaban esa Tienda, y los israelitas que querían encontrarse con el Señor lo hacían en esa Tienda del Encuentro. Esta inspirada en ella. Por eso tiene forma de Tienda de campaña, construida a través de un juego de telas y luces, que van colgadas en el techo y en las paredes. Y que crean una atmósfera muy envolvente”. Solo la habita un pequeño altar, un ambón giratorio y el Sagrario, su elemento central. “La idea de la Tienda del Encuentro fue haciéndose fuerte con la presencia del Sagrario, de tal forma que, por sí mismo, le da un sentido sagrado al lugar. El resto, podríamos decir, que sobra”, agrega Chérrez.
“El Sagrario es la clave de nuestra misión católica –dice–, el reconocimiento de la presencia real de Dios. Como principio es una idea fortísima y lo demás era prescindible”. Tanto que el arquitecto define la capilla simplemente como “luz y Sagrario”. Y lo explica: “Es lo más esencial que se podía hacer. El resultado es un espacio muy sereno”. La envoltura de cerca de seiscientas lamas de tela blanca traslúcida juegan con la luz y sigue un patrón numérico de distancias variables: “Con ellas unificamos paredes, techo y suelo en un ambiente textil, muy confortable. Y como están colgadas del techo se mueven constantemente. Es un lugar en donde uno se siente bien”, manifiesta Xavier Chérrez.