La figura de María como “modelo de fe y caridad” es la protagonista de la liturgia de hoy, 23 de diciembre, cuarto domingo de Adviento. Y en su figura de Virgen Madre ha querido centrarse el papa Francisco durante el rezo del ángelus. “¿Cuáles fueron sus pensamientos durante los meses de espera?”, ha animado a preguntarse a cuantos se han dado cita en la Plaza de San Pedro a poco más de 24 horas de Nochebuena.
Y la respuesta la ha encontrado en el evangelio dominical de la Visitación, cuando María acudió a encontrarse con su anciana prima Isabel (cf. Lc 1, 39-45). De ese encuentro, Bergoglio ha querido destacar la felicidad de María por su maternidad y el inmediato “elogio de su fe” que hace el evangelista: “Bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho” (v.45). “Es evidente el contraste entre María, que tenía fe, y Zacarías, el esposo de Isabel, que no había creído en la promesa del ángel y, por lo tanto, permaneció en silencio hasta el nacimiento de Juan”, ha reflexionado el Papa.
Este episodio le ha servido a Francisco para “leer con una luz muy especial el misterio del encuentro del hombre con Dios”. Un encuentro que, a su juicio, no se produce al amparo de “prodigios asombrosos, sino en nombre de la fe y la caridad”. De hecho, “María es bendecida porque creyó: el encuentro con Dios es el fruto de la fe”, ha subrayado el Pontífice.
En cambio, Zacarías, que no creía, “permaneció sordo y mudo para crecer en la fe durante el largo silencio”. “Sin fe, inevitablemente permanecemos sordos a la voz consoladora de Dios; y seguimos sin poder pronunciar palabras de consuelo y esperanza para nuestros hermanos”, ha advertido el Papa.
Y esa fe, a su vez, “se nutre de la caridad”. “María se levantó y se fue rápidamente a ver a Isabel” (v. 39), explica el pasaje bíblico. Un gesto, levantarse, “lleno de preocupación”, según Francisco. “Podría haberse quedado en casa para prepararse para el nacimiento de su hijo –ha reflexionado–; en lugar de eso, se preocupa primero de los demás que de sí misma, demostrando que ya es un discípulo de ese Señor que lleva en su vientre”. Por tanto, “el nacimiento de Jesús comenzó así, con un simple gesto de caridad; además, la auténtica caridad es siempre el fruto del amor de Dios”, ha insistido.
El relato de la Visitación se convierte, de este modo, en una preparación “para vivir bien la Navidad, comunicando el dinamismo de la fe y la caridad, obra del Espíritu Santo, que fecundó el útero virginal de María y la instó a acudir al servicio de su pariente anciana”. Un encuentro entre las dos primas y madres, que “es todo un himno de júbilo, de alegría en el Señor, que hace grandes cosas con los pequeños que confían en él”, ha proclamado el Papa.
Y ha puesto el broche a su meditación implorando a la Virgen María “la gracia de vivir una Navidad extrovertida”, porque “en el centro no está nuestro ‘Yo’, sino el Tú de Jesús y el tú de los hermanos, especialmente aquellos que necesitan una mano”. Solo así “dejaremos espacio para el amor que, incluso hoy, quiere hacerse carne y venir a vivir entre nosotros”.
Concluido el rezo del ángelus, Francisco ha invitado a unirse en oración por las víctimas y seres queridos de “las poblaciones de Indonesia, afectadas por desastres naturales violentos, que han causado graves pérdidas en vidas humanas, numerosas personas desaparecidas y sin hogar y un gran daño material”. Se estaba refiriendo al tsunami que, horas antes, había provocado más de 200 muertos y centenares de desaparecidos en la región del Estrecho de Sunda, que separa las islas de Java y Sumatra. “Estoy espiritualmente cerca de los desplazados y de todas las personas afectadas –ha dicho el Papa–, implorando a Dios que alivie sus sufrimientos. Solicito a nuestros hermanos y hermanas que no falten nuestra solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional“.
Acto seguido, ante la proximidad de la Navidad –tiempo en el que “las familias se reúnen, los que viven lejos de sus padres regresan a sus hogares, los hermanos tratan de encontrarse”…–, Bergoglio no ha querido olvidarse de “muchas personas que no tienen esta posibilidad por diferentes motivos, de todos aquellos que están lejos de su familia y su tierra”. A todos ellos les ha confiado: “Nuestro Padre celestial no te olvida y no te abandona. Si eres cristiano, deseo que encuentres en la Iglesia una verdadera familia, donde puedas experimentar la calidez del amor fraternal. Y les digo a todos: las puertas de la comunidad cristiana están abiertas, Jesús nace para todos y les da a todos el amor de Dios”.