“¡Buen año 2019 a todos en la alegría de la hospitalidad compartida!”. Con este deseo que sabe más bien a encomienda para el que lo recibe, el prior de la comunidad ecuménica cambia la Borgoña por la capital española. Algo ha llovido desde que aquel chaval alemán de 16 años aterrizara por primera vez en Taizé. Tendrían que pasar dos décadas para que se consagrara como religioso y fue en 2005, tras el asesinato del hermano Roger, cuando Alois Löser asumió ser el rostro y la voz del corazón ecuménico de Europa. El foro de jóvenes aterriza en nuestro país por segunda vez en cuatro años.
PREGUNTA.- Pensando en el Encuentro de Madrid, ¿no le sigue sorprendiendo que haya miles de jóvenes que decidan dejar de lado las macrofiestas para recibir el año nuevo con una vigilia de oración? Hay quien pensará que son jóvenes que no viven o no se mueven en la realidad…
RESPUESTA.- Es verdaderamente extraordinario ver a millares de jóvenes, año tras año, venir a participar en las etapas europeas de la peregrinación de confianza, justo después de Navidad. ¡Hace falta confianza para viajar hasta una ciudad en la que no se conoce a nadie, sin saber dónde van a ser alojados, a veces después de haber hecho una sesentena de horas en autobús! Y son jóvenes como los demás, plenamente comprometidos en la vida.
P.- Usted ha tenido la oportunidad de participar en el reciente Sínodo sobre los Jóvenes. ¿Confiaba en un documento más arriesgado, como esperaban algunos, en referencia a la mujer o a la acogida a los homosexuales? ¿O esa tarea de abrir caminos le corresponde al Papa en el documento postsinodal?
R.- Varios obispos y auditores han subrayado que el lugar de las mujeres en la Iglesia debe ser repensado: se trata de compartir las responsabilidades, en los diferentes niveles de la vida de la Iglesia. Con respecto a las personas homosexuales, sería esencial poner en práctica en las comunidades cristianas lo que el papa Francisco ha repetido varias veces sobre la acogida y la escucha de todos. Sobre estos dos temas, la reflexión debe continuar, pues se necesita una maduración. Es verdad, son muchos los jóvenes que esperan respuestas. Pero el Sínodo ha mostrado también lo diferentes que son las situaciones según los países y las culturas.
P.- Han pasado más de cinco años desde que Francisco fue nombrado Papa. Muchos lo definen como un tiempo de ‘kairós’ para la Iglesia. ¿Lo vive así? ¿Cómo valora las resistencias que afloran contra las reformas promovidas por el Papa?
R.- Sí, es un momento muy importante en la vida de la Iglesia, un ‘kairós’ en el que ha habido gestos fuertes por parte del papa Francisco y se han puesto en marcha cambios duraderos. Es como si una nueva etapa de la aplicación de los textos del Concilio Vaticano II estuviera teniendo lugar ahora, para continuar el aggiornamento que necesita la Iglesia para ser una luz que ilumine nuestra época. Cierto que existen dificultades o resistencias que llaman la atención, pero admiro cómo el papa Francisco pone en práctica verdaderas evoluciones, teniendo en cuenta constantemente el cuidado por la unidad.
P.- En esos días del Sínodo se habló también de un tema que preocupa mucho a toda la Iglesia, empezando por el papa Francisco: el de los abusos. ¿Cómo cree que afecta esta lacra a la imagen que los jóvenes perciben de la Iglesia?
R.- En efecto, estos abusos sexuales son un terrible azote en el seno de la Iglesia. He sentido en el Sínodo una gran voluntad de plantarle cara a esta crisis con verdad y transparencia. ¡La prioridad debe ser la escucha y el acompañamiento de las víctimas! Para ellas, el hecho de que estos abusos salgan a la luz y no permanezcan ya ocultos forma parte, sin duda, del proceso de curación. El papa Francisco insiste sobre el rol nefasto que juega el clericalismo en muchas comunidades cristianas. ¡Cuidemos la manera de ejercer la autoridad! Antes que un poder, es ante todo un servicio. Pero, por supuesto, no olvidemos que muchos sacerdotes ejercen su ministerio con gran devoción y es necesario que sean sostenidos y animados. Pensando en los jóvenes, creo indispensable que todos nos hagamos esta pregunta: ¿Cómo hacer para que la Iglesia sea un lugar seguro, en el que la integridad de cada uno sea respetada?
P.- El populismo y el rechazo al extranjero afloran en las sociedades europeas, incluso de la mano de partidos xenófobos. ¿Cómo proponer en esta situación la importancia de la acogida a quien huye de la guerra y de la miseria en sus países de origen?
R.- Ante el avance de la xenofobia, es fundamental hacer posible encuentros personales. Sin diálogos concretos, permanecemos en las estadísticas y en los miedos irracionales. Sí, los encuentros persona a persona son indispensables: escuchemos el relato de un migrante, de un refugiado. Encontrarnos con los y las que vienen de otros lugares nos permitirá comprender mejor nuestras raíces y profundizar nuestra identidad. Es nuestra experiencia en Taizé: acogiendo migrantes en nuestro pueblo, nos ha sorprendido el impulso de solidaridad que se ha manifestado, incluyendo personas que nunca vienen a orar a Taizé.
En el encuentro de Madrid, realizaré varias propuestas a los jóvenes en torno al tema ‘¡No olvidemos la hospitalidad!’. En una de estas propuestas, quisiera, ante el gran desafío global que suponen las migraciones, invitar a buscar cómo la hospitalidad puede convertirse hoy en una gran oportunidad no solo para quienes son acogidos, sino también para quienes les acogen.