Asegura Yolanda Cañizares Gil que, en España, “prima ‘lo que debe ser’ frente a lo necesario”. Pero no se trata de una cuestión de “productividad”, sino de “autoliderazgo”, de reorganizar los recursos internos que cada cual posee y “optimizarlos para ponerlos a disposición de nuestros cometidos profesionales”. Para lograrlo, esta experimentada consultora y especialista en ‘coaching’ propone desterrar la idea de empresa y empleado como “dos partes diferenciadas” y vincular el ejercicio de una actividad a “la necesidad de crecer como persona y como profesional”. Nos lo cuenta en su último libro, ‘Quiero aprender a ser más eficiente en el trabajo’ (Desclée De Brouwer), un práctico manual para gestionar mejor las capacidades personales y laborales en el nuevo año.
PREGUNTA.- ¿No es la eficiencia un concepto demasiado relativo y hasta obsoleto, habida cuenta de la constante transformación que vive el mercado laboral?
RESPUESTA.- El enfoque que doy en mi libro sobre eficiencia está vinculado a autoliderazgo que, como bien indica, es una competencia absolutamente necesaria en este momento de transformación de mercados, negocios y empresas. Así, me alejo del concepto “productividad” –muy vinculado tradicionalmente a eficiencia– y refuerzo la idea de la urgente necesidad de sentirnos protagonistas, útiles y satisfechos en el puesto de trabajo o en la profesión que ejerzamos.
P.- ¿Cómo lograr que la eficiencia sea una herramienta de crecimiento personal y no de control empresarial?
R.- En mi opinión, hemos de desterrar la idea de ser dos partes diferenciadas: empresa y empleado. Ambas partes son actores en los mercados cambiantes y se necesitan mutuamente. Enfocar el ejercicio de una profesión desde una visión de aportación, vinculada a la necesidad de crecer como persona y como profesional, facilitará el que la persona disfrute dinamizando sus recursos y poniéndolos a disposición de la organización. En la medida en que en las empresas se adopte la cultura del crecimiento y necesidad mutuos y que las personas nos desempeñemos bajo ese paraguas cultural, transformaremos las corrientes de medición y control.
Muchas horas, poca eficiencia
P.- ¿Por qué España es uno de los países menos eficientes, pese a que pasemos tantas horas en nuestros puestos de trabajo?
R.- El sistema educativo tradicional en el que aprendemos, crecemos y nos configuramos como adultos no prioriza el autoliderazgo ni el protagonismo de la persona en su proceso educativo. Así, crecemos viendo el mundo a través de los ojos de otros, prima “lo que debe ser” frente a lo necesario y, por tanto, somos vulnerables a las influencias y situaciones externas, ajenos a la grandeza de los recursos internos que tenemos.
Necesitamos conectar con nosotros mismos, más allá de lo que representamos según lo aprendido. Reorganizando nuestros recursos internos, podremos optimizar los que tenemos –sean los que sean– a disposición de nuestros cometidos profesionales.
P.- Ser eficiente contribuye a satisfacer objetivos colectivos. ¿También individuales? Porque a menudo se potencia la eficiencia en detrimento de la socialización…
R.- Nos ha costado mucho darnos cuenta de que satisfacer objetivos colectivos a coste de personas se aleja de la tradicional “eficiencia=productividad”. Las crisis –financiera, política, social…–, la revolución tecnológica, la incertidumbre de los mercados y las nuevas generaciones nos obligan a colocar a las personas –de manera incontestable– en el epicentro de la actividad profesional para la transformación. Solo personas solventes –eficientes– en cooperación facilitarán la transición a un nuevo escenario empresarial.
P.- Como especialista en el tema, ¿considera a la Iglesia una institución eficiente? ¿Y al papa Francisco?
R.- Si hablamos del funcionamiento de la Iglesia como institución, y entendiendo la eficiencia organizacional como una forma de trabajo que optimiza los recursos y el talento para alcanzar sus objetivos, creo que, al igual que muchas organizaciones, la Iglesia requiere de transformación y ajuste a los nuevos requerimientos de hoy, tanto en forma como en fondo. El papa Francisco me parece que tiene una de las habilidades más buscadas en el liderazgo de hoy: humildad.
Tres consejos para el nuevo año
P.- Denos tres consejos para que seamos más eficientes en el nuevo año… no solo en el trabajo.
R.- 1. Preguntarnos cada mañana ‘para qué’ comenzamos un nuevo día: ¿qué quiero vivir hoy?
2. Marcarnos objetivos en cada actividad que realizamos a lo largo del día: ¿qué quiero conseguir con lo que voy a hacer?
3. Revisar cómo usamos el tiempo, para que lo hagamos poniendo la atención en la “calidad” y no en la “cantidad”. Estamos demasiado acostumbrados a rellenar el tiempo de cosas que hacer…, pero no tanto a revisar la calidad, que es la única que puede acercarnos a nuestros objetivos y a darnos satisfacción.