El papa Francisco ha presidido en este primer día del año la misa en la solemnidad de santa María, Madre de Dios, en la basílica de san Pedro. Un día en el que también se celebra, desde hace 52 años, la Jornada Mundial de la Paz que en esta ocasión tiene el lema ‘La buena política está al servicio de la paz’. En la celebración han participado diversos niños con disfraces navideños.
En sus primeras palabras del años, el pontífice ha destacado el papel “heroico” de las madres al contemplar a María en Belén y ha pedido capacidad de admiración, que “es la actitud que hemos de tener al comienzo del año, porque la vida es un don que siempre nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo”.
Para Francisco el mensaje de la Navidad es que “Dios se ha unido a la humanidad, para siempre. Dios y el hombre siempre juntos, esta es la buena noticia al inicio del año: Dios no es un señor distante que vive solitario en los cielos, sino el Amor encarnado, nacido como nosotros de una madre para ser hermano de cada uno”. Una amor que, ha recordado el Papa, se produce “independientemente de nuestros errores, de nuestros pecados, de cómo hagamos funcionar el mundo”.
Porque “Dios cree en la humanidad”, sobresale el papel de María, su madre que “ha engendrado al Señor, nos engendra a nosotros para el Señor” según la antigua veneración de la ‘Theotokos’. María es aquella a la que mirar “en el momento de la necesidad, cuando nos encontramos atrapados por los nudos más intrincados de la vida”, señaló haciendo referencia a la tradicional devoción germana.
“Su mirada materna nos ayuda a sabernos hijos amados en el pueblo creyente de Dios y a amarnos entre nosotros, más allá de los límites y de las orientaciones de cada uno”, destacó Bergoglio. Una mirada que alienta la fe y la unidad en la Iglesia frente a “un mundo que mira al futuro sin mirada materna es miope”.
Y es que “la familia humana se fundamenta en las madres. Un mundo en el que la ternura materna ha sido relegada a un mero sentimiento podrá ser rico de cosas, pero no de futuro”. Para el Papa, “el abrazo de la Madre es esencial” en el mundo fragmentado de hoy para el que “María es el remedio a la soledad y a la disgregación”.
Necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre. Dios no prescindió de la Madre: con mayor razón la necesitamos nosotros”, concluyó.