El Papa ha comenzado su homilía de la misa de la mañana de hoy, 7 de enero, en Santa Marta apuntando que los mandamientos de Dios son “concreción”. Por lo tanto, estos son el “criterio” con el que el cristiano debe actuar, “no las palabras hermosas”. “Los santos son los locos de la concreción” que ayudan y guían a los cristianos a “caminar” por ese camino y “discernir” cuáles son las cosas concretas “quiere el Señor” a diferencia de las “fantasías” y de los “falsos profetas”.
En esta eucaristía celebrada después de las fiestas de Navidad, Francisco ha explicado que “la fe en Jesucristo” no es otra cosa que creer que “el Hijo de Dios se ha convertido en uno de nosotros” y ha continuado diciendo que Jesucristo, “es un Dios concreto, que fue concebido en el vientre de María, nació en Belén, creció de niño, huyó a Egipto y regresó a Nazaret”. Un Dios que “aprendió a leer con su padre, a trabajar, a seguir adelante y luego a la predicación”.
“Esta es la concreción del primer mandamiento”, mientras que la del segundo es “un amor que no es de fantasía”, que no es decir “cuánto te amo” para después “destruir con las palabras”. Por este motivo, la vida del cristiano “es concreta en la fe en Jesucristo y en la caridad”, pero también es “lucha, porque siempre aparecen ideas o falsos profetas” que ofrecen un Cristo “suave” y en el que “el amor al prójimo es un poco relativo”. “Al hacerse un hombre concreto”, ha dicho Francisco”, “Dios ha nacido de una mujer concreta, ha vivido una vida concreta y ha muerto de una muerte concreta, y nos llama a amar a los hermanos y hermanas”, incluso si “no es fácil amar a alguno de ellos”.
Más allá de los pecados cometidos, ha reflexionado Bergoglio, el cristiano “al final del día debe tomar dos, tres, cinco minutos” para preguntarse qué ha sucedido “en su corazón”, qué inspiración o qué “locura del Señor” ha recibido. Como ejemplo de esto Francisco ha señalado “la locura de un hombre, presente en la celebración, que durante más de 40 años dejó Italia para realizar su labor misionera con leprosos en Brasil” o el caso de “Santa Francisca Cabrini, que siempre estuvo para acompañar a los migrantes”.
Por todo esto, el Papa ha invitado a los cristianos a “no tener miedo y discernir”. Un discernimiento que viene de la mano del “pueblo de Dios, la Iglesia, el hermano, la hermana, que tienen el carisma para ayudarnos a ver claramente”. “Es por esto que la conversación con personas de autoridad espiritual es importante para el cristiano”, ha subrayado Francisco. “No es necesario acudir al Papa o al obispo para ver si lo que siento es bueno, pero hay muchas personas, sacerdotes, religiosos, laicos que tienen la capacidad de ayudarnos a ver qué sucede en mi espíritu para evitar errores”, ha añadido.
Por otra parte, Francisco ha reflexionado que incluso en la época de Jesús “había personas de buena voluntad”, pero que pensaban que el camino de Dios era “otro”, como los fariseos, los saduceos, los esenios o los zelotes. “Todos tenían la ley en sus manos”, si bien no siempre tomaron “el mejor camino”.
Por este motivo Francisco ha hecho referencia a la “mansedumbre de la obediencia”, por la que “el pueblo de Dios avanza siempre desde la concreción, la de la caridad y la de la fe”. “Este es el sentido de la disciplina de la Iglesia”, continúa, “cuando “ayuda a crecer” y evita “las filosofías de los fariseos o saduceos”.