Jeremias Oliveira es un joven mura, un pueblo indígena que vive en el estado de Amazonas, en el norte del Brasil, y que hoy siente que sus derechos, pero también el de las más de 70 etnias que pueblan esa región, corren grave peligro tras la llegada a la presidencia del gigante latinoamericano de Jair Bolsonaro.
Pero él no se resigna y está dispuesto a defender unos derechos que tanto les ha costado alcanzar. Por eso, junto a otros líderes indígenas de nueve territorios amazónicos de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil, acaba de participar en la segunda edición de la Escuela de Derechos Humanos, promovida por la REPAM y apoyada por organizaciones como Cáritas Española, que se ha desarrollado en la ciudad peruana de Jaén para iniciar procesos de promoción, defensa y exigibilidad de derechos humanos.
PREGUNTA.- ¿Cuáles son los peligros que está viviendo hoy el pueblo mura?
RESPUESTA.- Nuestro mayor problema es la gestión de la minería de potasio a cielo abierto. Nos contamina el agua, el aire, se mueren los peces y luego es muy difícil recuperar el territorio que ha sido degradado. Hemos conseguido que se paralice un proyecto en nuestro territorio, pero hay un riesgo muy grande de lo paralice el gobierno brasileño
P.- ¿Qué supone la llegada de Bolsonaro?
R.- Un riesgo muy grande para las poblaciones indígenas, negra y los movimientos sociales. Brasil puede pasar de ser una democracia a, de nuevo, una dictadura. Los pueblos indígenas vamos a sufrir violencia, nuestros derechos, que estaban garantizados por la Constitución federal, no van a ser respetados. Pero habrá resistencia por nuestra parte. Llevamos ya casi veinte años de lucha.
P.- El nuevo presidente ha dicho que los miembros del Movimiento de los Sin Tierra son terroristas…
R.- Él sabe que a los indígenas ningún gobierno nos va a resolver nuestros problemas, pero por lo menos, que nuestros derechos queden escritos en algún papel, porque si uno analiza la historia del movimiento indígena en Brasil, lo primero fue luchar para conquistar nuestros derechos en la Constitución; lo segundo, se luchó para que lo que estaba ya en el papel se pudiese cumplir en la práctica; y lo tercero, que los derechos conseguidos, ahora se sigan manteniendo en el papel.
Y nuestros derechos constitucionales están en peligro, porque Bolsonaro viene con una propuesta de enmienda que vulnera los artículos 231 y 232 de la Constitución federal, que da garantía total sobre nuestros territorios y culturas. Todo esto puede ser revisado por el Parlamento brasileño.
P.- ¿Y qué tienen pensado hacer?
R.- Hoy, en Brasil, hay más de un centenar de proyectos que nos afectan a los pueblos indígenas. Y frente a Bolsonaro, la gente se va unir a nosotros y a los movimientos sociales para resistir a nivel local, regional y nacional. Hay un movimiento muy fuerte llamado Acampamento Terra Libre, que es una gran movilización nacional que todos los años, en abril, reúne a más de mil líderes indígenas en Brasilia no solo para mostrar nuestra diversidad y riqueza sociocultural, sino también como forma de presionar al Estado para mantener y hacer efectivos nuestros derechos.
No sé cómo será este año esta Acampada, ni tampoco cómo vamos a ser recibidos. Pero en mi estado, en el Amazonas, que tiene la mayor población indígena del Brasil, con más de 70 pueblos de etnias diferentes, todas irán a Brasilia a protestar.
P.- A parte de con el Gobierno, tienen también numerosos problemas con las multinacionales que han entrado e sus territorios con el visto bueno del Estado. ¿Cómo afecta a sus vidas?
R.- Por ejemplo, está el tema del petróleo a través de Petrobras. Se repartieron lotes de tierra para la extracción de crudo en nuestras reservas y no nos consultaron, cuando legalmente tenemos lo que se llama derecho de consulta. Pero se lo han saltado.
Nosotros vemos la tierra como una madre, porque es la que nos da el fruto, la caza, la pesca, nos lo da todo. Cuando necesitamos algo, la tierra está ahí para servirnos. Pero el Gobierno solo ve la tierra como algo material, algo para explotar, para agredir. No se puede estar pensado siempre en ella solo para extraer y extraer sus riquezas. ¿Qué pasará el día que no puedan sacar ya nada más?
Para mi pueblo, el desarrollo es tener agua para beber, una casa y un pez para comer. Y que las futuras generaciones de mi comunidad puedan disfrutar de esto mismo que ahora disfruto, con acceso a una educación y a una sanidad. Eso es el desarrollo para mí, pero el Gobierno no lo ve así. Para el Gobierno, el desarrollo es agredir a la tierra, a sus seres vivos. Y también a nosotros, física y culturalmente.