El caso de Patricia Aguilar, la joven de Elche que, captada por una secta, viajó a Perú cuando cumplió los 18 años y que, hace unos meses, fue rescatada por su padre, reveló una realidad que apenas se tenía en consideración hasta que salió a la luz este mediático caso: que, con las nuevas tecnologías y las redes sociales, “cualquier persona puede tener a las sectas dentro de casa a través de su móvil o su ordenador”.
Así de contundente se muestra a Vida Nueva Luis Santamaría del Río, miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y que, durante los meses de enero y febrero, impartirá un curso en Madrid titulado ‘Sectas y New Age en España: conocer para prevenir desde el marco educativo’. En él se tratará tanto las causas de estos fenómenos y sus características, sino que se abordarán temas como el esoterismo, las terapias alternativas e, incluso, el satanismo.
Orientado tanto a profesores de religión católica como a aquellos que impartan otras confesiones, pero también otras disciplinas, el objetivo del curso es, sobre todo, informar para trabajar en la prevención desde el ámbito educativo. Es decir, “no solo se trata de que los profesores puedan advertir a los alumnos, sino estar atentos de cualquier cambio que se pueda producir en los jóvenes y que pueda ser indicador”.
Se trata, en definitiva, de dar una respuesta preventiva por parte de la sociedad, la familia y la Iglesia, “atendiendo a lo que dice la Iglesia católica sobre el fenómeno sectario y cómo responder a él”, añade Santamaría.
“Con las redes sociales los adolescentes están expuestos a muchísima información de todo tipo, y las sectas están utilizando estos canales para llegar a más gente”, dice, añadiendo que “como ya no es necesaria la presencia física, es posible la captación, seguimiento y adoctrinamiento de los adeptos” a través de internet.
“Se puede definir como una relación abusiva porque tiene muchos paralelismos con la captación y radicalización yihadista y cualquier relación en la que haya abuso psicológico, ya sea una relación de pareja o fenómenos como el bulliying”, explica. Y es que este abuso se ve reforzado por los medios electrónicos, ya que “facilitan el control de la persona, de su tiempo y de sus actividades”.
Por todo ello, “las familias tienen que ser espacios donde se viva el amor, donde se busque la madurez y la plenitud de todos sus miembros” y que fomenten “que la persona no tenga que buscar una familia fuera”, sino que haya un ambiente afectivo positivo “en el que prevalezca la comunicación entre los miembros”.
Por este motivo, Santamaría recomienda que los padres “estén pendientes de sus hijos, de los cambios que muestren, lo que leen y del ocio que consumen”, sobre todo en la red. Por otra parte, una vivencia sana y positiva de la fe y la religión “ayuda a que los jóvenes no estén en la diana de grupos que pretenden dar respuesta a las preguntas fundamentales y al sentido de la vida, sino que estén situados en la realidad”.
La realidad de estos fenómenos en España es “bastante amplia, aunque difícil de cuantificar”, ya que “lo que está despuntando” en nuestro país no se ajusta tanto al “grupo sectario clásico cerrado”, sino que está muy relacionado con algo más sutil, “el New Age, las terapias alternativas, el universo de lo holístico, la meditación y las energías”.
“Todo esto atrae a mucha gente”, dice Santamaría, pero, al no pertenecer estas personas a un grupo concreto, “se están dando muchos casos de dependencia personal y manipulación que son muy difíciles de identificar”.
“Es una reacción muy típica del proceso de secularización que vivimos actualmente”, apostilla. “Se rechaza todo lo que es institucional, sobre todo lo que venga de las grandes religiones, en nuestro caso en España la Iglesia católica”. Ante esto, se buscan unas experiencias más de “bricolage espiritual”, en las que las personas “cogen unas creencias y otras y conforman su propio conjunto, aunque a veces no peguen entre ellas”.