La “anticultura” que se expande por el mundo contemporáneo promulgando la “hostilidad” entre los hombres y la “alianza a la prepotencia” del dinero afecta al propio cuerpo humano, que está cada vez más expuesto a la “lógica del mercado”. Es “susceptible de intervenciones” que pueden modificar tanto sus “funciones y prestaciones” como sus relaciones personales y sociales. Con motivo del 25 aniversario de la fundación de la Pontificia Academia para la Vida (PAV), el papa Francisco envió una carta a esta institución este martes, 15 de enero, en la que advirtió sobre la capacidad de la física, la genética y la neurociencia de intervenir en el ser humano.
“Es necesario comprender los cambios profundos que se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su dignidad intrínseca”, le dijo el Pontífice a los miembros de la PAV, que celebrarán una asamblea general del 25 al 27 de febrero en la que reflexionarán precisamente sobre la ética de los robots y la relación entre la personas, las máquinas y la salud.
Jorge Mario Bergoglio denunció la “desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos”, que se alimenta en la “búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada, no exenta de violencia”. Se amplía así la distancia entre el “propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad” hasta llegar a un punto en que se produce un “verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana”.
En su crítica al nihilismo, el Papa lamentó la desorientación y desmoralización que muchas personas afrontan hoy. “Todos estamos un poco replegados sobre nosotros mismos. El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños, sin tener en cuenta la belleza de la vida compartida y la habitabilidad de la casa común”.
Francisco invitó a los cristianos en su carta a la PAV a “relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario” entre las personas y los pueblos y celebró los “signos de esperanza” ofrecidos en este sentido por esta institución vaticana. Aplaudió en particular su “acogida y defensa de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de muerte, así como un interés creciente por la calidad de la vida y la ecología”. También su interés por la difusión de la bioética.
La “alta y calificada” contribución de la PAV ha quedado patenten en su compromiso “con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anticultura de la muerte”. El Papa invitó en su misiva a “continuar en esta línea” sin olvidarse de prestar atención a los nuevos desafíos que plantea la cultura contemporánea.
Advirtió el Pontífice frente a los interrogantes que plantea la investigación biomédica y la robótica, rogando a los miembros de la PAV que no dejen de plantear una reflexión en esos ámbitos sobre los derechos humanos, pues está en juego “la comprensión y la práctica de una justicia que muestre el rol irrenunciable de la responsabilidad en el tema de los derechos humanos y su estrecha correlación con los deberes”.