La paz y la reconciliación se abren paso poco a poco en Colombia… Aunque, si bien es cierto que más de cinco décadas de enfrentamiento entre el Estado y las FARC han dejado unas cicatrices que en apenas dos años es imposible que sanen integralmente, el único camino para que el cambio sea auténtico es “el perdón” y que “la verdad dé paso a las verdades que sanan”. Así lo ha reivindicado, en su conferencia impartida en la mañana de este miércoles 16 de enero de 2019 en la Universidad Pontificia Comillas, en Madrid, Leonel Narváez, presidente de la Fundación para la Reconciliación.
Este sacerdote misionero de la Consolata, formado en las universidades de Cambridge y Harvard, aúna una sólida formación con una experiencia encarnada, pues trabajó durante diez años con comunidades empobrecidas en Kenia, Sudán y Etiopía y, de vuelta a Colombia, pasó otra década en los vicariatos del Caguán y el Putumayo, en la Amazonía. Allí, junto a su obispo, participó activamente en el proceso de diálogo entre las FARC y el Gobierno de Pastrana, entre 1998 y 2001.
El peso de las emociones
Un camino que entonces abrió muchas esperanzas y que, como ha recordado Narváez en conversación previa con Vida Nueva, “se rompió de un modo sorpresivo cuando la guerrilla secuestró un avión en el que iba un senador, lo que motivó que Pastrana cortara todo el proceso de golpe”. El fin del diálogo se vio muy pronto en el Caguán, “cuando el Estado entró de lleno con el ejército y la policía”. En ese momento de gran tensión, el religioso tuvo que abandonar la región por las amenazas recibidas.
“Reflexionando sobre lo ocurrido –continúa–, enseguida entendí que lo que movió a Pastrana en su decisión fue algo emocional, al sentirse traicionado. Ahí caí en la cuenta de que apenas se reflexiona y trabaja sobre esta perspectiva de las emociones en los conflictos históricos”. Fue el germen que le movió a fundar la Fundación para la Reconciliación, muy presente en la Comisión de la Verdad que ayuda a desarrollar el vigente acuerdo de paz con las FARC.
Una palabra que genera rechazo
“En realidad –acota el misionero de la Consolata–, debía haberse llamado Fundación para la Reconciliación y el Perdón… Pero en ese momento, y aún hoy, la palabra perdón genera rechazo en muchos. No me atreví, pero está en su espíritu, pues, de hecho, el perdón es un paso que va más allá de la reconciliación, siendo lo que de verdad nos lleva a la misericordia y a la compasión, que transforman a la persona, hasta el punto de que la víctima puede dejar de serlo y pasar a ser victoriosa”.
Tristemente, el religioso percibe que el proceso de diálogo, al igual que ha dividido a la sociedad, genera “tensión” en la comunidad cristiana colombiana, habiendo defensores y detractores de negociar con las guerrillas. Esta sensación la ha experimentado en primera persona, pues “muchos obispos no entienden que hable de esto”.
Lo demás es cosmético
Yendo más allá, clama que “es un escándalo que la Iglesia sea la entidad global que menos reflexiona sobre el perdón”; precisamente, cuando “este es el corazón de lo que nos legó Jesús, siendo todo lo demás algo cosmético”. Así, incide, “alguien que no tenga misericordia y compasión, no se puede decir cristiano”.
En estos 18 años, han pasado por sus programas unas 900.000 personas en toda Colombia. Una cifra impactante, aunque Narváez entiende que es una gota en el océano, pues “estas cinco décadas han dejado ocho millones y media de víctimas”. Reunidos en grupos abiertos, víctimas y victimarios (“que antes fueron también ellos víctimas”) se reúnen y hacen juntos unos ejercicios que les proponemos. Son un total de 12 encuentros, que duran entre tres y cuatro horas cada uno.
Los frutos de este método novedoso, en una dinámica favorecedora de “la cultura de la paz y el perdón”, son tantos que, en estos años, la asociación se ha extendido a un total de 21países de América Latina, cada uno con sus retos y respuestas.
Reclamo ante la ONU
El crecimiento es tal que la fundación ha recibido numerosos galardones y reconocimientos, destacando el Premio Unesco Educación para la Paz, en 2006. Este prestigio les ha valido para participar en sesiones de Naciones Unidas y reclamar allí “que el perdón pase a ser considerado com un derecho humano”.
En este camino se acaba de incorporar la Fundación SM. En el último año, han estrechado lazos con la entidad colombiana y ya trabajan en red allí y en España, siendo el objetivo extender esta acción a los diez países en los que está presente la Fundación SM, siempre partiendo de su experiencia educativa como motor de esa nueva cultura del perdón.
De hecho, en la charla en Comillas, Narváez ha estado acompañado por Javier Palop, presidente de la Fundación SM, que ha incidido en la idea de que este camino “ha de ir más allá del yo y entrar en el nosotros”, pues es en la “comunidad” donde surgen las reformas que “construyen realmente sociedad”.