Entrevistas

Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos: “Nadie del Gobierno se ha puesto en contacto conmigo”





En la abadía benedictina del Valle de los Caídos suenan las campanas. Rezo de laudes y tercia. Con la mirada puesta en san Mauro y san Plácido, patronos de las vocaciones monásticas benedictinas. En las preces, oración por España mediante la intercesión de los mártires cuyos restos reposan en la basílica. Forma parte de su “contrato” con el lugar que habitan desde 1958: rezar por la reconciliación del país. Por todos. Sin excepción ni matices. Día tras día. Lo cumplen a rajatabla. En el rezo comunitario y en el desierto personal. Un ritmo vital organizado por un código escrito en el siglo VI, la Regla de san Benito.

Vídeo: El prior rompe su silencio

Acogida conventual desde la austeridad que se abre a Vida Nueva. Desayuno incluido. Algo de fruta, magdalenas, un bollo con frutos secos, mendrugos de pan y mortadela. Café con leche en tazón. Silencio monacal. Tiempo de contemplación, que se extenderá en el trabajo y el estudio posterior, y que solo se romperá para el recreo, las visitas, la atención a la hospedería o las clases a los alumnos de la escolanía.

Todo, a espaldas de la gran cruz. A la sombra de la basílica donde reposan los restos del dictador que tantos sobresaltos les ha propiciado desde que el pasado mes de junio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara su exhumación, que pretendía ser inmediata. En su día a día buscan mantenerse ajenos al ruido de fuera. Permanecer en su microclima, en la trastienda de la rutina. Ni un símbolo del régimen en todo el convento. En el corcho del claustro escolar, un cartel de la campaña contra el hambre de Manos Unidas y unas frases de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. La vida sin Franco. Aunque no siempre es posible, especialmente para el prior, Santiago Cantera.

PREGUNTA.- ¿Qué hacen unos monjes benedictinos en una abadía como esta?

RESPUESTA.- Nuestra vida es la ordinaria de la vida monástica, el ‘ora et labora’ benedictino, una vocación para la vida de oración contemplativa, de una congregación como la de Solesmes. Sí es cierto que debido a razones de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, por la cual estamos aquí desde 1958, tenemos una serie de tareas pastorales y apostólicas que no son tan propias de Solesmes, como es el colegio-escolanía, la atención a la basílica y a las dos hospederías: una interna para varones que quieran pasar unos días con nosotros, y la externa grande, más similar a un hotel, pero abierta a ejercicios espirituales y al tiempo que quieran pasar de oración con nosotros.

Esta es nuestra razón de ser, aunque aquí tenemos también asumidas las tareas fundacionales de orar por todos los difuntos en la Guerra Civil, de uno y otro bando, y de rezar por la paz en España. Nuestro día a día es una vida en paz y tranquilidad, atendiendo los trabajos que tenemos encomendados, y muy distinta de la que los medios parecen reflejar.

Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos, pasea por los interiores de la abadía. FOTO: JESÚS G. FERIA/VIDA NUEVA

P.- La agitación de estos meses ¿es nueva para la comunidad?

R.- No, cuando la comunidad llegó en julio de 1958, ya comenzaron con problemas serios y la comunidad estuvo a punto de marcharse. De hecho, en aquel momento pensaron que íbamos a desarrollar una actividad contraria al régimen. Pero, durante estos 60 años hemos echado raíces. Uno de los votos benedictinos es la estabilidad, una estabilidad que no nos vincula a un espacio, sino a una comunidad. Estamos intentando ser fieles. Desde el inicio siempre se han planteado problemas por la no aplicación del régimen jurídico y económico de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.

P.- Entonces, ¿Franco ya les quiso meter en vereda?

R.- Más que él, fueron Luis Carrero Blanco y Fernando Fuertes de Villavicencio.

Vocaciones

P.- La comunidad hoy está formada por 22 monjes. El religioso más joven ha cumplido 25. Acaban de celebrar dos profesiones solemnes, dos tomas de hábito y un paso al noviciado. Y algún que otro joven ya ha llamado a la puerta para sumarse al grupo. En medio del desierto secular, ¿cuál es el secreto que esconden estas vocaciones?

R.- Nunca hemos atravesado un desierto, porque siempre ha habido un goteo de vocaciones, pero es verdad que hay un auge mayor. Vemos las vocaciones como un misterio y una bendición de Dios, primero porque hemos tratado de vivir con fidelidad nuestro día a día. La gente, cuando viene a nuestras hospederías, se queda impresionada por la paz que encuentran, el cuidado de la liturgia, clásico en la vida benedictina, y una espiritualidad que facilita el propio enclave geográfico. Hay mucha paz. Además, entre los jóvenes veo sintonía, un espíritu de alegría que se contagia, a pesar de proceder de orígenes muy distintos: unos vienen de la escolanía, otros de estudiar una carrera… Pero en todos se respira fraternidad y atención con el que llega nuevo.

P.- ¿Sigue siendo necesario hoy insistir en los motivos fundacionales de rezar por la reconciliación de los españoles?

R.- Creo que sí. Ante todo, la reconciliación se puede alcanzar únicamente bajo el signo del perdón de la cruz, Cristo redentor nos reconcilia con el Padre, que no solo nos devuelve la amistad con Dios, sino que nos regala la filiación divina al hacernos hijos de Dios. Los brazos de la cruz son los brazos del perdón, de la reconciliación y del amor. Desde el perdón y el amor de Dios es desde donde se puede alcanzar el perdón, la reconciliación y el amor entre los hombres. ¿Cuál es la pena? Que muchas veces no se entiende que Cristo nos trae el perdón y el amor de Dios.

Nosotros creemos que sí, que sigue siendo necesario orar por la reconciliación. También es cierto que todas estas cuestiones que se están debatiendo [la exhumación de Franco] reabren viejas heridas del pasado, unas heridas que, fundamentalmente, se tendrán que curar desde la acción de la gracia divina, y nosotros, los hombres, por mucho mal que llevamos dentro, no somos capaces por nosotros mismos –a veces, por simple voluntad– de cerrar las heridas.  Debemos contribuir a ello con la oración. La labor de oración es fundamental, y para un monje, es su razón de ser.

Los niños de la escolanía juegan a fútbol a espaldas de la cruz. FOTO: JESÚS G. FERIA/VIDA NUEVA

P.- ¿Y cómo se concreta en el día a día esa labor de reconciliación?

R.- Sobre todo en la eucaristía. En la misa conventual siempre tenemos una intención por este fin fundacional de la paz, la reconciliación entre los españoles y por el eterno descanso de todos los difuntos, de todos los caídos, de uno y otro lado, del bando nacional y del bando republicano. Tenemos también una o dos peticiones en la misa por esta causa. Y en laudes, ocasionalmente, y en vísperas, cuando pedimos por los difuntos, no hacemos normalmente una petición expresa por todos los enterrados en esta basílica, pero la incluimos siempre mentalmente.

Luego están las devociones particulares de cada monje: algunos, a veces, rezamos el oficio de difuntos. Y pedimos también la paz y la reconciliación por la intercesión de los beatos mártires que tenemos sepultados aquí, que hay 54 reconocidos, otros seis en proceso de beatificación de la diócesis de Madrid, y más cuyas causas están para abrirse. Pensamos que ellos pueden ser unos intercesores poderosos en este sentido.

Rezar por “todos” los caídos

P.- ¿Cree que esta labor la entiende y la respeta la sociedad española en este momento?

R.- Hay de todo. Hay una parte muy amplia de la sociedad que sí la entiende. Con toda esta polémica, nos están llegando muchísimos apoyos de toda España y de otros países. Nos transmiten que es fundamental que permanezcamos aquí para darle este sentido religioso y de reconciliación a este lugar. Pero, hay otra parte de la sociedad que no la entiende e, incluso, la combate. ¿Por qué? Porque hay una tergiversación y una manipulación por una parte de los medios, diría que en casi más de la mitad de ellos. A veces, intencionadamente y, otras, por desconocimiento o por repetición de lo que dicen los demás.

También ha habido invención de falsas noticias, también en relación con mi persona. A eso se une el  desconocimiento de lo que es el Valle de los Caídos, lo que lleva a que se emitan prejuicios sobre él. La gente que viene y conoce nuestro día a día, normalmente se va transformada. Incluso cuando a veces vienen condicionados.

P.- Y, como prior, ¿qué siente cuando afirman que aquí solo se reza por un bando?

R.- Por una parte, pena, porque es un desconocimiento y una tergiversación. Lo tengo ya asumido. Tiene que pasar tiempo y cicatrizar muchas heridas. En relación a mi persona, hubo algún momento en que esos ataques me dañaron y todavía, cuando se atacaba a la abadía, me causaba desazón. Pero ahora, Dios me ha dado fuerza para superar esto. Personalmente, lo sucedido a lo largo de este año lo he vivido como una prueba de humildad. Vi que quizás estaba más arraigado en una fama, de la que me tenía que desasir.

El comprender que el camino de la humildad que enseña san Benito pasa por las humillaciones y el leer a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz me ha enseñado mucho a este respecto. Me he aplicado la lectura sobre los últimos años de vida de san Juan de la Cruz, cuando el Señor le dice ‘qué quieres que te dé’ y él le responde que lo que quiere son trabajos por los que padecer por Él, ser menospreciado y tenido por poco. Gracias a Dios, me ha venido bien llevarme esos palos. Que digan de mí lo que quieran. Estoy con paz, tranquilidad y alegría.

P.- ¿Incluso con un palo tan gordo como que el Gobierno haya dicho que usted tiene un pasado falangista?

R.- Me trae sin cuidado. A ese respecto, cuando se quiere sacar ese pasado es porque no hay argumentos jurídicos ni morales. Entonces se busca el ataque a la persona, el argumento ‘ad hominem’. Por otro lado, ni me arrepiento ni me avergüenzo de mi pasado. Tenía veintitantos años, tenía mi idealismo y era seglar. Como religioso no me hubiera podido meter en política. De ahí que no me ofenda. Por último, tampoco es un delito que uno tenga o haya tenido unas ideas políticas y, menos aún, cuando hoy se pacta con otras ideologías que incluso han sustentado el terrorismo. Es decir, no me causa mayor problema.

“En los recreos sale el tema”

P.- ¿Cómo afecta todo esto a la comunidad monástica?

R.- En los recreos sí que sale este tema, pero todos nos conocemos y, gracias a Dios, en estos años se ha ido alcanzado en la comunidad una paz interna y unidad. Al ver este ataque externo, que es injusto y desproporcionado, la comunidad se ha unido mucho más. Me siento respaldado por ella. Hace unos años había más dificultades, pero en este tiempo, la comunidad ha ido alcanzado una paz y unidad que veo. A veces se han sacado cuestiones para dividir, pero cuando se constata la insidia y la injusticia, se logra el efecto contrario: se sostiene al hermano.

Un total de 22 monjes conviven en la abadía. FOTO: JESÚS G. FERIA/VIDA NUEVA

P.- ¿Siente el respaldo de sus superiores jerárquicos, tanto en Francia como en la Iglesia en España?

R.- En Francia, a veces pueden tener un cierto desconocimiento o lo perciben como lejano, pero siempre hay un respaldo e interés en comprender la complejidad de una situación donde se juegan muchos factores. En este sentido, sí me he sentido respaldado…

P.- ¿También por Osoro?

R.- A lo mejor, en un primer momento, si lo que llega es información externa, ajena y contraria, puede haber generado algún sobresalto. Pero cuando se habla y se explica, luego lo comprende. Con el cardenal Osoro estoy al habla. No todos los días, ni mucho menos, pero sí de vez en cuando, cuando hay alguna noticia importante de la que tenerle al corriente. Ayer mismo hablé con él sobre las alegaciones y demás cuestiones económicas y me ofreció su ayuda para todo cuanto necesitemos. Por mensaje o llamada de teléfono, estamos en contacto, lo mismo que con el nuncio.

“Han querido enfrentarnos con la jerarquía”

P.- ¿Y ha hablado personalmente con algún miembro del Gobierno de Pedro Sánchez?

R.- Nada. Nos han saltado por completo. Conmigo no han hablado hasta la fecha. Solo ha habido comunicaciones por escrito a raíz del procedimiento de apertura del expediente administrativo para la aplicación del real decreto ley del 24 de agosto. Pero ni previo ni posterior ha establecido el Gobierno ningún contacto. Incluso cuando hicieron una visita a la basílica –que ni habían avisado ni comunicado–, ni siquiera nos saludaron por cortesía. Yo les habría recibido, pero lo hicieron un lunes, cuando esto está cerrado. Posteriormente se filtraron unas fotos y algún medio llegó a decir que se entrevistaron conmigo, pero no era cierto. También sé que han acudido a la Nunciatura y al cardenal Osoro… y a Roma. Pero aquí, nada. Han tratado incluso de crear una aparente tensión, de animadversión entre jerarquía eclesiástica y nosotros.

P.- ¿Lo han logrado?

R.- Puede que en algún momento haya habido diferencias de planteamiento, pero se acaba coincidiendo. En los puntos fundamentales, coincidimos: no se puede exhumar sin el permiso de la familia y, por otra parte, el caso está ahora mismo judicializado. Es un lugar sagrado y, si no hay un acuerdo entre las partes, tiene que esperarse a que decida la Justicia o a que se pongan de acuerdo el Gobierno y la familia.

P.- ¿Se ha intentado presentar a la Iglesia como a un actor político más o un enemigo de la solución?

R.- Eso es evidente. Nosotros estamos en el medio. Al menos, a mí se me ha presentado en contraposición al resto de la Iglesia, quizá para dejarnos en debilidad de algún modo.

“Se nos ha presentado como los residuos del franquismo”

P.- Se le dibuja como “abogado” o “portavoz” de los intereses de la familia…

R.- No sé hasta qué punto, pero posiblemente… Y también se nos ha presentado como los residuos del franquismo. En cualquier caso, se trata de un difunto sepultado en un lugar sagrado y, sin el consentimiento de la familia, no se podría sacar.

P.- Hay quien sostiene que si la entrega de los restos de Franco a la basílica se hizo por una petición del ahora rey emérito, la polémica se solventaría si Felipe VI realizara una petición de exhumación. ¿Tiene fundamento?

R.- Así lo pensaba yo también hasta marzo, cuando me aclararon que jurídicamente no podría ser. Y aun así, habría que contar con el consentimiento de la familia. Siempre pensaba que tenía que ser por petición de la familia o del rey, pero varios juristas me dijeron que los poderes que tenía Juan Carlos I heredados de Franco cuando nos dio su cuerpo como custodios, a partir de la Constitución de 1978 no tendría ya esa amplitud de poderes que heredó anteriormente.

Está claro que el Rey ha tenido que firmar el decreto ley de la exhumación, porque está obligado a ello, salvo que abdicara por un momento, como hiciera Balduino de Bélgica. En estos momentos, la autoridad civil competente es la judicial y no el Gobierno, al no haberse resuelto un acuerdo con la familia y ser una cuestión conflictiva. Nosotros, sin el consentimiento de la familia, tampoco podemos hacer nada. El tema está judicializado y la autoridad competente en el orden civil sería la judicial. En estos momentos, el Tribunal Supremo, aunque podría llegar la cuestión al Constitucional o, incluso, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

P.- Queda recorrido…

R.- Yo creo que sí. Está claro que han abierto una cuestión que no era necesaria y de la que ahora parece que no saben cómo salir.

P.- ¿Tendría el mismo interés el Valle con Franco que sin él?

R.- No lo sé. La verdad es que estando Franco, la gente ha venido. A la vista está que cuando se ha anunciado que se lo iban a llevar, ha aumentado el número de las visitas y se ha convertido en un atractivo turístico. Si se lo llevasen, no sé qué ocurriría.

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